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Hoy soy menos valenciano

No es necesario que se me hagan las tantas de la madrugada para enterarme de los datos finales de las elecciones autonómicas. Ya sé que los valencianos han dado carta blanca a la corrupción de Camps y los suyos. Un premio multimillonario para los que se han burlado de los principios de la democracia aprovechando sus costuras más siniestras.

Han vencido los que hacen la trampa antes de aprobar la ley. Pero también ha triunfado la voluntad del pueblo.

Durante la semana que viene tendré que agachar la cabeza cuando alguien comente la enésima victoria de Camps. Seguiré diciendo que estos resultados no significan que los valencianos sean estúpidos ni neofranquistas ni nada de eso. Lo seguiré achacando a la escasa implicación política de un pueblo acostumbrado a la servidumbre, desprovisto de su autoestima, carente de la dignidad necesaria para considerarse protagonista de su destino.

Lo que desconozco es cuánto tiempo me va a durar este discurso. Sencillamente, que el PP valenciano, a pesar de colar el récord de imputados en sus listas, a pesar de la probada red de corrupción, mejore sus resultados electorales es... ¿Una mala pesadilla?

Por mi condición de demócrata convencido (de que los demás sistemas son aún peores) soy incapaz de cuestionar la validez del voto de los valencianos. Por ahí no pienso pasar. Sin embargo, sí que considero que la oposición al PP, principalmente el PSV, debería recoger sus maletines y dedicarse a otra cosa.

Que sigan siendo políticos los del PSV si es lo que desean, pero lejos de la Comunitat Valenciana. Por favor.

Por cierto, que nadie espere que me avergüence de ser valenciano. Si acaso les tendría que dar vergüenza a los corruptos.

En cuanto a los votantes del PP, cuando los tribunales empiecen a demostrar hasta qué punto están embarrados, sinceramente... no me gustaría estar en su pellejo.

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