Fin de la fase 1: a por el mundo islámico. |
La era del capitalismo salvaje arranca de verdad en 1973. La crisis del petroleo y el desastre de Vietnam ponen sobre la mesa del Presidente de Estados Unidos una preocupación comprensible para cualquier emperador: mientras existan países contestatarios o, simplemente, poco afines al Imperio, Estados Unidos corre peligro. En realidad, el riesgo no recae sobre el país ni sobre las libertades de los norteamericanos, sino sobre la hegemonía de EEUU sobre el resto de las naciones. Es decir, la supremacía de unos cuantos empresarios y políticos sobre el resto de la humanidad conocida.
En Europa antes ha habido un conato de resistencia a perder la esperanza de un mundo diferente, pero se queda en nada. En poco tiempo, el fracaso de las revueltas del 68 se convierte en otro síntoma de que el mundo se ha cansado de vivir en la incertidumbre que acarrea la libertad. El capitalismo tiene vía libre para instalarse en Occidente, pero en su propia esencia está la necesidad de propagarse con voracidad y ferocidad cainita.
En la Casa Blanca se proponen desterrar el comunismo de la faz de la Tierra de una vez por todas. Sin cortapisas. A pesar de tener el mundo a sus pies, desarticulado ideológicamente y tocado de muerte por la crisis, no lo consiguen hasta finales de los ochenta. Los tres o cuatro países comunistas que se resisten dan muy mala prensa a la idea original de Marx y Engels. Es decir, interesa tenerles como ejemplos del mal. Roto el telón de acero, ya se pueden poner a otra cosa. Es el fin de la fase 1, que comenzó con la Guerra Fría, cuyo génesis está en la necesidad de buscar enemigos una vez los nazis han sido derrotados y las oligarquías estadounidenses se han enriquecido gracias a la costosa reconstrucción de Europa.
Me obligo a ser breve, pero realmente no es tan sencillo hacer un repaso histórico. Por descontado, yo no soy historiador ni le puedo dedicar todo el tiempo que quisiera a la investigación. Aparte, las fases no se suceden cronológicamente siguiendo una causalidad. Aunque sorprende la coincidencia de fechas. El muro de Berlín cae en noviembre de 1989. A partir de ese hito histórico, el resto de fichas del dominó comunista sólo pueden derrumbarse. Empieza la fase 2.
Con casi toda Europa de camino al mercado hipercapitalista, ¿quién se resiste a la tentación globalizadora? África es el granero de Occidente. Casi todo el continente es propiedad de las grandes potencias mundiales. Sudamérica quedó desarticulada en menos de una década, entre los sesenta y setenta. A China se le tiene respeto. India y Pakistán son dos países eternamente enfrentados, pero amigos de Estados Unidos. Los dos vigilan a sus vecinos y se equilibran entre sí.
¿Qué objetivo interesa aplastar por su riqueza en recursos naturales y por su potencial insumisión? El mundo islámico. La primera guerra del Golfo (para muchos historiadores, la única) empieza en 1990, un año después de la caída del muro. La fase 2, pues, consiste en desarticular la cultura islámica para convertirla al capitalismo.
Desde ese punto de vista, los atentados a las torres gemelas de 2001 no suponen el inicio de una nueva fase, sino la intensificación de la ofensiva. Con la excusa de Bin Laden, los países más poderosos de Occidente invaden Afganistán y, a continuación, Irak.
En paralelo, Internet, el cine, las videoconsolas, el mundo del deporte-espectáculo y todos los instrumentos del mundo de la información, comunicación y entretenimiento globales van expandiendo su semilla hipercapitalista por todo el mundo. Cada vez es más fácil, barato y divertido desconectar de la realidad, que es durísima. Existe un peligro: la riada puede descontrolarse y arrastar elementos aleatorios, no diseñados en el plan maestro.
Por eso no es de extrañar que en 2011, con el mundo islámico casi desarmado, los propios ciudadanos de los países más tiranizados del mundo islámico se rebelen (no todo iba a ser malo). La clave es Internet, la televisión, la gran mentira de que los occidentales viven de maravilla mientras ellos sufren muchas calamidades. En efecto, la calidad de vida es mayor en Occidente, pero tiene sus contraprestaciones.
De cualquier modo y con tal coyuntura, el ataque mundial a Libia cuenta con prácticamente un consenso unánime. A fin de cuentas, la Unión Europea se debe a Estados Unidos, Rusia no levanta cabeza y la voz de China en la ONU, pese a su derecho a veto, es apenas un gemido sordo.
Por eso y, no por otro asunto, los que gobiernan el mundo (sean quienes sean, Estados Unidos, el club Bilderberg, etc.) deciden que la fase 2 ya ha terminado. Es cuestión de tiempo: todos los musulmanes formarán parte del gran mercado global en muy pocos años. Así que, ¿para qué seguir alimentando la ansiedad general por la existencia del malvado Bin Laden? De ahí que lo den por muerto. Ya no sirve para nada.
Obviamente, yo no sé si se han esperado para matarlo cuando les ha parecido más oportuno. Ni siquiera sé si ya estaba muerto antes y han decapitado a cualquier cabeza de turco. Tampoco entiendo cómo se les ha ocurrido la estupidez de anunciar que han "enterrado" a Bin Laden en el mar cumpliendo con el rito musulmán. Que yo sepa sólo se puede enterrar a una persona en tierra firme. Además, el Islam sólo admite que sus fieles sean sepultados bajo tierra.
Anticipo que a los poderosos les va a venir bien tenernos acobardados durante un par de años, espero que no más, con los previsibles atentados de Al-Qaeda. Por desgracia, va a morir gente inocente para que todos nos mantengamos asustados, sin rechistar, pase lo que pase con la economía, los derechos humanos, la cultura, etc.
Más miedo me da saber en qué va a consistir la fase 3. Si seguimos la lógica de la invasión globalizadora, le toca a África. Sin embargo, puede que los poderosos se pongan a la defensiva y opten por aplastar a los posibles rivales. Es decir, China. O quizá les interese rematar a Rusia. Supongo que confían en que Corea del Norte y Cuba se acaben asfixiando por la inercia globalizadora.
A todo esto, pase lo que pase, si es cierto del modo del que han asesinado a Bin Laden hay que decir bien alto, sin miedo, que Estados Unidos ha vuelto a violar la legalidad internacional. En primer lugar, tendría que haberse coordinado con Pakstán. En segundo lugar, a los presuntos criminales se les detiene, no se les asesina. Por último, los cadáveres de las personas merecen el mismo respeto que los muertos del país que se considera justiciero. Pensar de otra manera es darle legitimidad al terrorismo.
ACTUALIZACIÓN: Mi amigo Alfredo, argentino, apunta que el próximo objetivo será Sudamérica. Discrepo, porque creo que cuenta con más países deudores del gran capitalismo que rebeldes. E incluso entre los rebeldes, la mayoría tienen demasiados intereses interconectados con Estados Unidos. Además, cuando EEUU invade un país siempre mira más allá: le interesa la región entera, la zona de influencia, no una sola nación por desafiante que se muestre.
Además, tengo la sensación de que Estados Unidos todavía no siente la necesidad de aplastar ningún regimen sudamericano. Ya lo hizo en los setenta propagando unas trágicas dictaduras en Chile, Argentina y otros países. También hay que tener en cuenta que ni siquiera EEUU puede jugar las mismas cartas ante un mundo cada vez menos ciego. Ojalá no tengamos que lamentar más desastres provocados por la avaricia del guardián de las libertades.
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