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Mostrando entradas de 2016

El corazón del verano

De niño los días de verano se abrían eternamente y la noche llegaba tan callando como innecesaria. A veces, cuando esperábamos frente a la pantalla alargatijada del cine de verano, sólo entonces, nos preguntábamos qué demonios le pasaba a la luna que no salía a cumplir con su turno de noche, que era el único que tenía. Como si el sol y la luna fueran en realidad dos currantes que se ocuparan al cincuenta por ciento del cielo. Las más de las veces la diferencia entre el día y la noche era la posibilidad de esconderse mejor en el parque. Como en invierno, la llamada a la cena venía siempre a destiempo. Siempre queríamos jugar más. Poco ha cambiado desde entonces. Hablo por hablar, porque de entrada nada hace sospechar que con el calentamiento climático se haya avanzado la noche al día. Sin embargo, hay una diferencia. Como adulto más o menos formado empiezo a encontrar los días de verano más cortos porque desde el mediodía hasta las seis de la tarde todas las horas me sobran y t

Hacia el ocaso

El sendero hacia el camposanto sigue estando allí, aunque por delante han levantado dos manzanas de chalets. Me gustaba pasear por ese camino porque se podía escuchar el silencio entre los chasquidos del viento contra las ramas. Ya no es igual. No es que moleste el ruido de la gente que habita las casas. Más bien no vive nadie durante la mayor parte del año. Sin embargo, los coches van y vienen. Como si obligaran a sus dueños a no estarse quietos ni un segundo.

Estábamos tan amigos

A día de hoy se puede saber mucho sobre nosotros si utilizamos el verbo estar. Estamos aquí o allá, incluso estamos trabajando en un lugar u otro, y estamos felices, tristes o seguros de algo. En cambio, "qué somos" es una pregunta que se siguen haciendo filósofos, científicos y religiosos sin llegar a ningún acuerdo. Llama la atención que la amistad en español vaya asociada al verbo ser. Somos amigos, o lo éramos. Casi como si se tratara de un matrimonio donde uno es marido y la otra es mujer. Sin embargo, también están casados. Están casados hasta que estén separados o divorciados. Pero son marido y mujer a pesar de la distancia o de la escasa relación. Son dos puntos de vista complementarios.

Un amigo para siempre

Seguramente son cosas de la publicidad. Me viene a la mente ahora un anuncio bastante malo que ponen a todas horas. Se trata de un utilitario de los más baratos que podemos encontrar en un concesionario. Da igual la marca. Da igual el coche. El caso es que veamos a dos amigos dentro del coche. El que va de copiloto le dice al otro que está saliendo con su ex. El piloto se cabrea y lo lanza a la carretera. Sin embargo, el otro se humilla y le envía un mensaje de voz recordándole que siempre estarán juntos. En la pantalla del salpicadero del coche se ve a los dos protagonistas cuando eran pequeños, felices. Era 1986 y, por algún motivo, escribieron algo en inglés sobre la foto que vemos escaneada. Será mentira, pues, pero de vez en cuando me lamento de no tener un alma gemela masculina. Un amigo de los que nunca fallan, de esos que tienen llaves de tu casa y se presentan en el salón sin avisar, de esos con los que compartes ropa si es que hay algún tío de mi edad que haga es

Eras mi mejor amigo

No soy ninguno de estos dos fulanos, pero la foto es maja. Eras mi mejor amigo. Teníamos diez, once, doce, trece años, no lo olvides, y entonces íbamos juntos a todas partes y, cuando necesitaba contar contigo, ahí te tenía. No podíamos ser más distintos. Tú aprobabas sin dificultades, aunque a veces dabas un traspiés, y lo que nos reíamos, porque ni tú te lo esperabas. Eras bueno en deportes. Yo, un patoso. Eras más fuerte y alto que la media. Yo, normal, tirando a debilucho. A los dos nos gustaba llevar la contraria al régimen establecido y recuerdo haber criticado a todos los maestros y a los niños de sobresaliente alto. No éramos de hacer la pelota, no, y detectábamos enseguida a los que iban en ese plan para neutralizarlos.

Mi abuelo (fragmento sobre una biografía)

A continuación, un fragmento sobre un proyecto que me atrae mucho escribir, pero que podría ser uno de los más complicados que he abarcado nunca. Contar la vida de alguien que ha muerto, cuyos amigos y antecesores han fallecido también, y que no dejó ni un solo documento escrito puede ser una tarea ardua. Rastrear en la memoria de unos pocos descendientes y en la de uno mismo puede ser un ejercicio literario tan hermoso como engañino. Las peores mentiras son las que uno mismo no quiere desvelar. No se me ocurre otro homenaje que intentar escribir el texto. Éste es un fragmento del segundo capítulo:

El refugio del alpinista (fragmento de la zorra)

Del corazón de la novela un extracto en el que Darío se enfrenta a una nueva realidad, la posibilidad de comunicarse con los animales que le impiden el paso hacia el refugio. Espero vuestras opiniones, malas, buenas o regulares.  El refugio del alpinista solitario (fragmento de la novela) Mientras el zorro gris dejaba sus huellas en la nieve, Darío temió enfrentarse a un peligro del que, mareado y confuso, no saldría indemne. Cuidado, se dijo, que los animales hablen no significa que no mientan. A lo mejor trata de engañarme para que baje del tejado, y entre él y sus compinches me devoran sin contemplaciones. Por eso esperó a que el zorro se acercara al refugio, sentado en el filo del tejado, con las piernas recogidas. El zorro ralentizó los movimientos como si quisiera eternizar la espera de Darío, que miraba hacia el horizonte para no toparse con los ojos del animal.