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La ética del perdedor

La Copa, antes de Ramos.
En todo juego hay un reglamento y un juez. Como se supone que la Liga de Fútbol Profesional no hace trampas, el mérito o demérito de la final de la Copa del Rey reside en los dos técnicos y sus jugadores.

El pasado miércoles se vio un partido entre los dos mejores equipos de fútbol de España, y unos de los mejores del mundo. El Real Madrid jugó como el sábado anterior, con un juego ultradefensivo y más patadas contra los adversarios que contra el balón. A su vez, el Barça repitió el esquema de todo la temporada: toque, toque y toque; mucha responsabilidad sobre Messi y cierta obsesión por entrar con la pelota jugada hasta la portería.

Mourinho ensayó el sábado pasado un sistema destructivo y oportunista, que era una exageración de su propio sistema de juego, pero diseñado especialmente para contrarrestar al Barcelona.

Por su parte, Guardiola sabía que el entrenador del Real Madrid iba a repetir su táctica y, sin embargo, no ha variado su estilo de juego.

En el fútbol, en los deportes, en la vida en general, siempre desaparecen los entes que no son capaces de adaptarse. Para ello hay que sacar rendimiento de las cualidades propias y cambiar los parámetros que sea necesarios con el fin de evolucionar.

En plata, el sistema para ganar títulos de Mourinho me parece un pésimo favor al aficionado y a las espinilleras de los futbolistas rivales. De todas maneras, hay que reconocer que todos los deportes tienen un alto componente de estrategia y el fútbol no es una excepción. En ese sentido, Mourinho ha conseguido mover sus piezas de forma inteligente y, sobre todo, y mi corazón blaugrana se hace un nudo al confesarlo, ha sido humilde al reconocer la superioridad del FC Barcelona y adaptarse como un guante a los puntos flacos del equipo culé.

Yo no puedo saber si Guardiola ha pecado de pretencioso o es que simplemente se ha mantenido fiel a unos principios fundamentados en sus conocimientos futbolísticos. Podría especular, pero sería inútil.

A la hora de repartir críticas es más justo achacárselas al club que preside Sandro Rosell. Me da la sensación de que, tras el éxito fulgurante de la temporada anterior, se han dormido en los laureles. Al Barça de la temporada 2010-2011 le falta altura, le falta sacar provecho de las jugadas de balón parada y, por encima de todo, le falta banquillo. Juega con lo justo y aspiraba a conseguir todos los títulos: una utopía.

En fin, un club millonario no debería haberse quedado con los brazos cruzados cuando su eterno rival, el Real Madrid, adquiría lo mejor del mercado. ¿Hasta qué punto es también responsable Guardiola? No lo sé tampoco, pero llama la atención su falta de insistencia en diciembre cuando tendrían que haber cubierto más de una carencia en prácticamente todas las líneas.

Cuestión aparte es el arbitraje. No entraré a valorar cuestiones concretas. Aunque cualquiera que sepa cuatro reglas de fútbol podrá darse cuenta de que el nivel de los árbitros españoles es preocupante. Creo que es el momento de apostar por la tecnología. Se puede y se debe hacer.

Para acabar, me voy a dirigir a los románticos enamorados del buen juego que se hayan sentido decepcionados por la victoria del Real Madrid. Siempre nos queda la ética del perdedor que ha intentado dar espectáculo y jugar con creatividad y fantasía. Aunque, no deberíamos olvidar que la obligación de un equipazo como el Barça es disponer de un plan A, un plan B y tantos como sean necesarios. El Real Madrid ha evolucionado para ganar y el FC Barcelona ha caído fiel a su filosofía. Podemos contentarnos con una derrota honrosa o aprender de los errores.

Por cierto, así quedó la copa del rey después de pasar por las manos de Sergio Ramos, el cerebro del Real Madrid.

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