Una de las mejores opciones para disfrutar de una ciudad grande cuando llevas los bolsillos vacíos es quedarse en casa. Si tienes unas vistas más o menos aceptables, podrás disfrutar de lo mejor de dos mundos: tu interior y la obra global y cosmopolita de centenares de miles de urbanitas. Descarto el goce del hogar, porque sin una buena economía, doy por hecho de que vivirás en una discreta cueva.
Salir al exterior ya entraña más dificultades. Si tienes la fortuna de conocer un parque cercano, acércate hasta allí con un libro y no te muevas. En el caso improbable de que te hayas leído toda tu colección, busca una biblioteca cercana (suelen ser gratis). Si no te apetece, descubre el placer de releer un buen libro. Si el libro es bueno, la segunda vez te resultará mejor. Pasa como con el sexo o, por no salirnos del tema, con las obras de arte en general.
También puedes hacer un montón de actividades desde tu asiento en un banco. Por ejemplo, mira atentamente a la madre cargada de bolsas que trata de agarrar el carrito que se tambalea mientras impide que su niño pequeño se escape del recuadro/redil de arena. Quizá se te despierte el instinto maternal (o paternal, según el caso). Sólo entonces, cuando tengas descendencia, sabrás que la ciudad es uno de los peores lugares para educar a un niño. También puede que te lo pienses otra vez más antes de lanzarte a la piscina. Sobre todo si tu pareja es un hombre machista. O si tú misma lo eres.
Tal vez te apetezca mariposear. Sin embargo, ligar estableciendo el contacto visual entre las ramas que cuelgan de los árboles no parece la mejor solución. Podrías pasar por una persona sumamente desesperada. De noche, ya es otra historia. Pero ligarse a alguien siempre sale caro, con lo que descarta esta opción.
Observa, pues, la naturaleza enjaulada e imagínate que, más allá de las verjas del parque: mira cómo el color verde sustituye al gris del asfalto y del hormigón. Respira hondo. Ensueña. Puede que la automentira te dure poco, pero que te quiten lo "bailao".
Por supuesto, no todas las opciones pasan por quedarse parado en el primer parque que te encuentres. Hay otras maneras más activas de salir por la ciudad sin gastarte un duro.
Ten en cuenta que no puedes usar el transporte público. Si lo piensas bien, te sale más barato meterte en una cafetería que gastar dos billetes de autobús o de metro.
¿Qué mejor, dadas las circunstancias, que caminar? Planifica una ruta y cúmplela. Evita las tiendas y sobre todo los centros comerciales. Y, por favor, no olvides que luego tienes que volver a pie. Así que empieza poco a poco.
Está claro que si tienes fuerza de voluntad puedes salir por la ciudad a mirar escaparates, practicar deporte o simplemente pasear sin gastarte un sólo céntimo, pero los mortales escribimos para gente sencilla como nosotros, con tendencia a la flaqueza moral y al error constante. Así que no me discutas que llevo parte de razón hasta que consigas salir por la ciudad diez veces sin que en ninguna de las ocasiones te rasques el bolsillo.
Salir al exterior ya entraña más dificultades. Si tienes la fortuna de conocer un parque cercano, acércate hasta allí con un libro y no te muevas. En el caso improbable de que te hayas leído toda tu colección, busca una biblioteca cercana (suelen ser gratis). Si no te apetece, descubre el placer de releer un buen libro. Si el libro es bueno, la segunda vez te resultará mejor. Pasa como con el sexo o, por no salirnos del tema, con las obras de arte en general.
También puedes hacer un montón de actividades desde tu asiento en un banco. Por ejemplo, mira atentamente a la madre cargada de bolsas que trata de agarrar el carrito que se tambalea mientras impide que su niño pequeño se escape del recuadro/redil de arena. Quizá se te despierte el instinto maternal (o paternal, según el caso). Sólo entonces, cuando tengas descendencia, sabrás que la ciudad es uno de los peores lugares para educar a un niño. También puede que te lo pienses otra vez más antes de lanzarte a la piscina. Sobre todo si tu pareja es un hombre machista. O si tú misma lo eres.
Tal vez te apetezca mariposear. Sin embargo, ligar estableciendo el contacto visual entre las ramas que cuelgan de los árboles no parece la mejor solución. Podrías pasar por una persona sumamente desesperada. De noche, ya es otra historia. Pero ligarse a alguien siempre sale caro, con lo que descarta esta opción.
Observa, pues, la naturaleza enjaulada e imagínate que, más allá de las verjas del parque: mira cómo el color verde sustituye al gris del asfalto y del hormigón. Respira hondo. Ensueña. Puede que la automentira te dure poco, pero que te quiten lo "bailao".
Por supuesto, no todas las opciones pasan por quedarse parado en el primer parque que te encuentres. Hay otras maneras más activas de salir por la ciudad sin gastarte un duro.
Ten en cuenta que no puedes usar el transporte público. Si lo piensas bien, te sale más barato meterte en una cafetería que gastar dos billetes de autobús o de metro.
¿Qué mejor, dadas las circunstancias, que caminar? Planifica una ruta y cúmplela. Evita las tiendas y sobre todo los centros comerciales. Y, por favor, no olvides que luego tienes que volver a pie. Así que empieza poco a poco.
Está claro que si tienes fuerza de voluntad puedes salir por la ciudad a mirar escaparates, practicar deporte o simplemente pasear sin gastarte un sólo céntimo, pero los mortales escribimos para gente sencilla como nosotros, con tendencia a la flaqueza moral y al error constante. Así que no me discutas que llevo parte de razón hasta que consigas salir por la ciudad diez veces sin que en ninguna de las ocasiones te rasques el bolsillo.
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