A veces me siento como el malvado de aquella horrible serie de dibujos animados, Las tortugas ninja. No sé si lo recordarás: era una especie de cerebro metido en una urna que dirigía a los enemigos con mano de hierro. Pero el ente no se movía. Por eso estaba siempre tan cabreado. Por eso tal vez le colgaban los michelines desde los ojos.
Creo que hay algo de eso en mí, y no hablo de mi poder de convicción ni de mi capacidad de liderazgo (inexistentes), sino del exceso de raciocinio.
Apenas practico ningún deporte que no sea caminar por las calles (ahí me muestro incansable). No soy dado a fiestas ni convites (a veces, simplemente no me invitan, y suele ser un alivio). Y, en realidad, aunque esté en compañía de alguien, normalmente me encuentro divagando conmigo mismo, por lo que mi poca vida social es sólo una alucinación en la que presento mi máscara y la ropa que cubre mi cuerpo.
Luego están las múltiples lecturas, la maldita cinefilia, que es una droga para evadirme de la realidad, y, de vez en cuando me aterra vivir una vida de mentira inventada por otros. Sin embargo, en lugar de rebelarme procurando realizar actos que me hagan sentir vivo, me da por intentar crear, que siempre suena bonito, pero que te acaba retrayendo más. Además, no me da por martillear pedazos de mármol ni por moldear arcilla, que al fin y al cabo son artes que te ayudan a conectar con el Universo o, puestos a ser más prosaícos, a liberar adrenalina. Como me aterran las experiencias en grupo, al igual que exhibirme en público, me limito a escribir.
Por eso, tengo que replantearme todo mi estilo de vida: quizá merezca la pena pensar menos, o por lo menos, aplicarlo a alguna tarea concreta y sólo una (peligra la vida del blog, estarás pensando. En efecto. Y no sólo la del blog).
Guardo en mi carpeta un centenar de proyectos a medio hacer y eso me pesa. Sin embargo, lo que más me duele son las horas de silencio o de completo ensimismamiento con los que he defraudado a los pocos que me quieren de veras.
Sí, es por mí, pero también por ellos. Principalmente por ella. Ya que de momento me veo incapaz de convertirme en el héroe que comparte sus logros con la persona que más quiero. Por lo menos debería bajar a la Tierra a hacerle compañía en mente y alma.
Creo que hay algo de eso en mí, y no hablo de mi poder de convicción ni de mi capacidad de liderazgo (inexistentes), sino del exceso de raciocinio.
Apenas practico ningún deporte que no sea caminar por las calles (ahí me muestro incansable). No soy dado a fiestas ni convites (a veces, simplemente no me invitan, y suele ser un alivio). Y, en realidad, aunque esté en compañía de alguien, normalmente me encuentro divagando conmigo mismo, por lo que mi poca vida social es sólo una alucinación en la que presento mi máscara y la ropa que cubre mi cuerpo.
Luego están las múltiples lecturas, la maldita cinefilia, que es una droga para evadirme de la realidad, y, de vez en cuando me aterra vivir una vida de mentira inventada por otros. Sin embargo, en lugar de rebelarme procurando realizar actos que me hagan sentir vivo, me da por intentar crear, que siempre suena bonito, pero que te acaba retrayendo más. Además, no me da por martillear pedazos de mármol ni por moldear arcilla, que al fin y al cabo son artes que te ayudan a conectar con el Universo o, puestos a ser más prosaícos, a liberar adrenalina. Como me aterran las experiencias en grupo, al igual que exhibirme en público, me limito a escribir.
Por eso, tengo que replantearme todo mi estilo de vida: quizá merezca la pena pensar menos, o por lo menos, aplicarlo a alguna tarea concreta y sólo una (peligra la vida del blog, estarás pensando. En efecto. Y no sólo la del blog).
Guardo en mi carpeta un centenar de proyectos a medio hacer y eso me pesa. Sin embargo, lo que más me duele son las horas de silencio o de completo ensimismamiento con los que he defraudado a los pocos que me quieren de veras.
Sí, es por mí, pero también por ellos. Principalmente por ella. Ya que de momento me veo incapaz de convertirme en el héroe que comparte sus logros con la persona que más quiero. Por lo menos debería bajar a la Tierra a hacerle compañía en mente y alma.
Comentarios