Una obra de Alguacil que recuerda a Monet. |
En la calle Pizarro de La Vila Joiosa, probablemente una de
las arterias principales de la ciudad (o pueblo, los que me habéis leído sabéis
que los uso indistintamente en referencia a mi lugar de nacimiento) hay abierto
desde tiempos inmemoriales un taller de un gran pintor: Evaristo Alguacil. Casi
sin anunciarse, muchos aficionados a la pintura han insistido hasta recibir sus
clases y quién más o quién menos conoce lo más representativo de su trabajo, sobre
todo al óleo, principalmente esas marinas tan personales, tan vileras y
universales al mismo tiempo.
Sin embargo, pocos, en relación a la categoría del artista,
conocen bien la obra de Alguacil. Creen que es un señor que repite cuadros
sobre las casas de colores representativas de La Vila o se dedica solamente al
puerto y sus barcos de pesca. Es cierto, y él lo reconoce, que son parte de su
sello personal y la gente aprecia estas pinturas por dos motivos: por su
calidad y, además, por su fuerte componente emocional, pues extrae la esencia
de los escenarios de la educación sentimental de mis paisanos.
Este verano, como novedad, los vileros hablaron mucho de
Evaristo Alguacil, porque la noticia corrió como la pólvora: un chino adinerado
compró toda su colección expuesta en el casino de Alicante. El tipo se enamoró
de los cuadros de Alguacil y algo debía saber de arte porque acababa de comprar
un Antonio López. Casi nada.
Santiago plasma una obra muy "sorolliana". |
A pocos metros, cerca de los ambientes que el mismo Alguacil
ha inmortalizado, en la famosa “costera de la mar”, se encuentra un local escueto
en el que Serafín Santiago exhibe sus trabajos más comerciales, unas preciosas
acuarelas que en cualquier tamaño sintetizan los enclaves más característicos
del pueblo.
También Santiago realiza obras de arte más allá de los
emblemas vileros y, además, trabaja con todos los materiales. Incluso realiza
cuadros de gran formato al gusto del comprador, como los antiguos maestros del
Renacimiento.
Su carrera tuvo un momento álgido, con exposiciones en
ciudades de toda Europa, pero las circunstancias de la vida le obligaron a
abrir un paréntesis personal que él mismo cuenta a los que visitan su local y
ven sus obras expuestas.
Santiago, como Alguacil, conoce su valía y se lamenta, de
alguna manera, de que la vida del artista sea tan ingrata. Y no parece que
vender acuarelas de gran calidad, originales por supuesto, a diez euros le dé
motivos para sentirse esperanzado.
Evaristo Alguacil, en cambio, lleva toda su vida triunfando,
pero probablemente ya haya presentido que se le valorará más cuando deje su
legado que en vida. Es la maldición del artista. Y eso que no deja de exhibir
en cualquier lugar del mundo, pero la indiferencia de la gente hacia el arte en
general, los efectos de la crisis y las modas que gobiernan el mercado
pictórico le obligan a ponerse serio cuando habla de su trabajo y, casi a la
defensiva, se reivindica. Al mismo tiempo que su tono adquiere un tono
agridulce, Alguacil se sabe un pintor excepcional. Sin embargo, y pese a la
excelente noticia de su éxito en la exposición del Casino de Alicante, hay
notas de melancolía en sus palabras.
La situación de Serafín Santiago es diferente: no está en su
mejor momento y él lo sabe. Aunque probablemente no entienda por qué su trabajo
pasa casi desapercibido para tanta gente. Personalmente, considero que cuando
el dolor te atrapa, pierdes perspectiva. Ojalá se le alivie. El mundo necesita
artistas y La Vila Joiosa los reclama a gritos.
Triunfante, Alguacil pasa gran parte de la mañana en la
trastienda del local, donde da sus clases, donde pinta nuevas obras, pero la
gente pasa calle arriba, calle abajo, sin asomarse siquiera al escaparate donde
muestra, desde hace muchos años, sus obras más representativas.
He hablado con los dos y he percibido el ensimismamiento del
artista. Diferentes personas, además, me han demostrado una actitud de triste
resignación ante el ninguneo general de la gran masa.
En el fondo, una melancolía recorre a todos los seres
sensibles que dedican su vida a crear y que apuestan su vida a la carta del
arte. No es nada fácil. Y aunque ellos dos tienen la suerte de poder vivir de
lo que aman, con mayor o menor fortuna, ambos pintores miran al presente con
temor y no pueden rezumar optimismo.
A mí me dieron ganas de decirles que llevo toda la vida
escribiendo y ya no espero que me lean más de veinte personas. Seguramente
porque es mentira, porque en el fondo sé que nunca dejaré de escribir y creo
que algún día podré regalar al mundo el fruto de mi esfuerzo en forma de una
novela, un cuento… Quién sabe. También es verdad que por mucho que lo hubiera
intentado, ninguno de los dos pintores me habría dejado decir tres frases
seguidas sobre mis anhelos de crear belleza y vivir de ello. Casi que mejor.
NOTA: Buscad en Google el nombre de los dos pintores y veréis obras de arte, distintas, pero muy notables.
NOTA 2:Urge en La Vila Joiosa un espacio de pintura, un museo, vaya, de pintores vileros, de nacimiento o de adopción.
NOTA 3: Ver NOTA 2 y repetírsela a los políticos antes de gastarse la pasta en otro cóctel o mariscada.
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