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Si te crees muy inteligente, atrévete con un test de cultura general

Siempre he tenido interés por saber qué preguntan en los test de cultura general. Sobre todo porque muchas pruebas y oposiciones los incluyen como requisito. Ayer en la biblioteca ojeé un voluminoso tomo con decenas y decenas de preguntas.

Después de ojearlo, me ha picado la curiosidad y he intentado responder a algunas preguntas de los diferentes bloques. Mi sorpresa ha sido mayúscula: soy mucho más inculto de lo que pensaba y, algo todavía más grave, ¿cómo se apaña la gente para aprobar esos exámenes?

Después del salto citaré algunos ejemplos. Si alguno de los lectores se sabe la mitad de las respuestas, entonces, bravo por los compiladores de preguntas y un cero para mí.

Empezamos por la Historia. Al azar surgen preguntas como: ¿dónde está la Cueva de la Menga? En otra página nos instan a identificar un “bello ejemplar de vaso campaniforme”, y más adelante, la gran cuestión, ¿qué son los hipogeos? Una de las más fáciles es cómo se llamó el último sha de Persa y, por citar una de las imposibles, os reto a que digáis qué demonios es un/una Nínive, pero sin utilizar Internet ni enciclopedias de ningún tipo.
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Desanimado, me he pasado a la literatura, pero la tranquilidad me ha durado poco. Empiezan hablando de los apálogos y continúan preguntando desde qué siglo a qué siglo se escribió el Antiguo Testamento. Para no salirnos de la religión, una que ni Octavio Aceves: qué “famoso personaje colaboró con Cisneros en la Biblia complutense”·. De más actualidad son preguntas como “la obra más conocida de Camus es” (pura objetividad), y otras más sencillas nos interrogan por el autor de “las moscas”.

También nos preguntan por dos buenos poetas vascos fallecidos actualmente y que escriben en castellano (¿podría ser usted un poco más explícito?). Además, hay que saber qué poeta canta la figura de Don Juan de Austria, por no hablar de referencias a La Farsalia o Las etimologías, de San Isidro. Vamos, todo lo que un catedrático de literatura de todas las especialidades debería saber... y no sabe porque ya está en los manuales.

Desde luego, el tomo de las santas narices aprieta y ahoga. Se supone que en la sección de Geografía hay que saber si la meseta castellana es más alta que la de Bolivia y, como muestra de la seriedad de la propuesta nos interrogan por el país que edita más números de prensa diaria. No menos importante debe parecerle al editor si es la URSS (disuelta siete años antes de la edición) o Canadá el país que recoge más madera, y, para colmo, luego cuelan una pregunta similar sobre el caucho. Para compensar, te retan a saber qué es un afelio.

Ni la Historia del arte se libra de la arbitrariedad de las cuestiones. Sólo un ejemplo, durante varias páginas el libro se ceba con la ubicación de un extenso catálogo de castillos, a saber, Turégano, Niebla, Oropesa, Escalona, etc., etc.

Pues seré un inculto, pero a mí ese tipo de exámenes me parecen de una memez tremenda. Propongo volver a incluir en los temarios de la ESO la lista de los reyes godos o replantear estas pruebas para que realmente implanten en las cabezas despejadas eso tan etéreo que es la cultura general.

Fuente: edición de 1998 de un texto al que no pienso hacer propaganda.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Es gracioso que para ejercer de funcionario se valore más la capacidad de retener datos irrelevantes a demostrar una cierta capacidad de pensar.
Pero es lo que nos enseñan el el colegio, memorizar sin fin datos absurdos, ¿para que? ¿para demostrar algo? ¿es importante saber ,por ejemplo, en que año nació Newton, sin entender como aplicar sus teorías? (no me refiero a recitarlas de carrerilla
Existe la mentalidad todavía hoy del que más sabe es el que más datos conoce. Yo en mi supina ignorancia preferíria conocer menos y saber más.
Y como crítica a la educación: se debería enseñar a pensar y no a memorizar y copiar ejemplos sistemáticamente.
David Navarro ha dicho que…
Estoy de acuerdo en lo que dices. De hecho, según Howard Gardner la inteligencia, tal y como se conoce, estaría compuesta de ocho subapartados. De la relación entre esos ocho tipos de inteligencia depende que alguien sea más inteligente que otro (si es que tiene sentido la comparación).
Como todo el mundo sabe, en las oposiciones se lleva el gato al agua la persona que más tiempo, tranquilidad y dinero ha tenido durante el último año (por tanto, ha podido estudiar) y la que tiene el santo de cara ese día.
Por eso, hay buenos y malos funcionarios.
Por eso y porque algunos se presentan pensando que vivirán del cuento.
Lo más grave es que sólo los funcionarios se benefician en España de todos los logros laborales. De ahí que mucha gente odie de forma enfermiza a un colectivo enorme, necesario y donde, como en todas las ollas, hay garbanzos negros, blancos y colorados.

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