Imagina una ciudad en la que no necesites un plano para saber la ubicación exacta de cada sitio.
Tanto si llegas al aeropuerto o a la estación de tren, te aguardará un surtido de fast-foods, una tienda enorme donde venden botellas de agua, diarios raros y caramelos varios, y por los pasillos, varias máquinas de Coca-Cola.
Sal a la calle y busca el cartel que indica la dirección al centro. Si visitas una ciudad española, el centro está donde se levanta un Corte Inglés (o viceversa). Por el camino, antes de la Catedral (o en su defecto, castillo, fortaleza, o iglesia más alta), prepárate a encontrar las tiendas de ropa que ves cada fin de semana en el centro comercial y, como tropezones, una tienda de juguetes feísimos (porque son educativos), una cadena de perfumerías carísima con nombre de princesa de Arabia, una franquicia de helados compactos de a cinco euros la tarrina y varias cafeterías, todas de color verde y con referencias a Italia.
¿Todas? Excepto una que lleva el nombre en inglés y se distingue por tres cualidades: a) Eso que te han cobrado por casi 4 euros es cualquier cosa menos café. b) Está llena de guiris tumbados de cualquier manera con un portátil a punto de caer de la mesa. c) Cierran muy pronto, sea festivo, verano o cuando sea.
Sigue caminando, que ya queda menos. Alrededor de la Catedral (o similar), quioscos, tiendas de souvenirs y una farmacia (no falla, siempre hay una por lo menos). Además, encontrarás una oficina de información turística, un parking y una parada enorme de taxis. En la plaza, sólo encontrarás una franquicia de cada tipo. Como mucho, dos.
Sigue andando hacia la avenida más importante de la ciudad. Prepárate: ante tus ojos, desfilarán los fast-foods del principio (con esta secuencia: ternera, ternera, pollo, ternera, bocatas, salchichas...), un supermercado que abre hasta las tantas de la mañana y que te recuerda a El Corte Inglés, todas las tiendas de antes y una novedad, la librería local. Puede que te encuentres dos o tres. La más grande es la mejor situada. Y eso quiere decir que ya has llegado al meollo del villorrio. Ya te puedes dar la vuelta.
Mientras regresas (mejor haz el mismo recorrido o te encontrarás con calles oscuras y kebabs llenos de humo), haz repaso. En el centro, centro, los tropezones entre las secuencias de franquicias son ahora locales exclusivos de marcas carísimas con gustos pésimos a los que más de un tontorrón hace fotos. Ah, y un local de Nespresso atiborrado de gente a la que no le gusta el café. De tanto consumismo visual te has perdido la arquitectura de los edificios. Ni siquiera has leído los carteles donde se citan los lugares de nacimiento, vida o muerte de los héroes de la ciudad.
Para una vez que has levantado la cabeza de un escaparate has descubierto un palacete convertido en un McDonald's. La buena noticia es que ya estás preparado para saber que en pleno casco antiguo de Toledo hay cafeterías de las verdes y un Lacoste (y un McDonalds's en mitad de la plaza del Zocodóver).
Ya estás preparado. Por eso, no te sorprenderá que uno de los edificios más impresionantes del Portal de l'Angel de Barcelona lleve el logotipo de H&M. Ni que haya dos edificios de El Corte Inglés a menos de cinco minutos a la pata coja... ni siquiera que las dos parejas de ases, Burger King y McDonald's, se presenten por triplicado con una distancia igual de corta entre local y local.
Dentro de poco la única diferencia entre las ciudades será la secuencia matemática entre unas franquicias y otras. Tampoco pinta tan mal... Podría ser peor. Imagina, por un instante, que todos los fast-foods se funden en uno, al igual que las cafeterías de color verde, las zapaterías de andar por la sierra, las heladerías exóticas, etc. O todavía, más retorcido: cada empresa crea dos marcas rivales, pero que ofrecen lo mismo: ¿Te suenan Boccatta y Pans & Company?
No desesperes. Si te gusta el cine y te aburres de la ciudad, o te han mandado de viaje de negocios y no ligas ni a la de tres, acércate al centro comercial. Allí encontrarás un multicine de diez salas, con cuatro películas repetidas, y por el camino un H&M, un Zara, un Starbucks, etc., etc., etc.
Tanto si llegas al aeropuerto o a la estación de tren, te aguardará un surtido de fast-foods, una tienda enorme donde venden botellas de agua, diarios raros y caramelos varios, y por los pasillos, varias máquinas de Coca-Cola.
Sal a la calle y busca el cartel que indica la dirección al centro. Si visitas una ciudad española, el centro está donde se levanta un Corte Inglés (o viceversa). Por el camino, antes de la Catedral (o en su defecto, castillo, fortaleza, o iglesia más alta), prepárate a encontrar las tiendas de ropa que ves cada fin de semana en el centro comercial y, como tropezones, una tienda de juguetes feísimos (porque son educativos), una cadena de perfumerías carísima con nombre de princesa de Arabia, una franquicia de helados compactos de a cinco euros la tarrina y varias cafeterías, todas de color verde y con referencias a Italia.
¿Todas? Excepto una que lleva el nombre en inglés y se distingue por tres cualidades: a) Eso que te han cobrado por casi 4 euros es cualquier cosa menos café. b) Está llena de guiris tumbados de cualquier manera con un portátil a punto de caer de la mesa. c) Cierran muy pronto, sea festivo, verano o cuando sea.
Sigue caminando, que ya queda menos. Alrededor de la Catedral (o similar), quioscos, tiendas de souvenirs y una farmacia (no falla, siempre hay una por lo menos). Además, encontrarás una oficina de información turística, un parking y una parada enorme de taxis. En la plaza, sólo encontrarás una franquicia de cada tipo. Como mucho, dos.
Sigue andando hacia la avenida más importante de la ciudad. Prepárate: ante tus ojos, desfilarán los fast-foods del principio (con esta secuencia: ternera, ternera, pollo, ternera, bocatas, salchichas...), un supermercado que abre hasta las tantas de la mañana y que te recuerda a El Corte Inglés, todas las tiendas de antes y una novedad, la librería local. Puede que te encuentres dos o tres. La más grande es la mejor situada. Y eso quiere decir que ya has llegado al meollo del villorrio. Ya te puedes dar la vuelta.
Mientras regresas (mejor haz el mismo recorrido o te encontrarás con calles oscuras y kebabs llenos de humo), haz repaso. En el centro, centro, los tropezones entre las secuencias de franquicias son ahora locales exclusivos de marcas carísimas con gustos pésimos a los que más de un tontorrón hace fotos. Ah, y un local de Nespresso atiborrado de gente a la que no le gusta el café. De tanto consumismo visual te has perdido la arquitectura de los edificios. Ni siquiera has leído los carteles donde se citan los lugares de nacimiento, vida o muerte de los héroes de la ciudad.
Para una vez que has levantado la cabeza de un escaparate has descubierto un palacete convertido en un McDonald's. La buena noticia es que ya estás preparado para saber que en pleno casco antiguo de Toledo hay cafeterías de las verdes y un Lacoste (y un McDonalds's en mitad de la plaza del Zocodóver).
Ya estás preparado. Por eso, no te sorprenderá que uno de los edificios más impresionantes del Portal de l'Angel de Barcelona lleve el logotipo de H&M. Ni que haya dos edificios de El Corte Inglés a menos de cinco minutos a la pata coja... ni siquiera que las dos parejas de ases, Burger King y McDonald's, se presenten por triplicado con una distancia igual de corta entre local y local.
Dentro de poco la única diferencia entre las ciudades será la secuencia matemática entre unas franquicias y otras. Tampoco pinta tan mal... Podría ser peor. Imagina, por un instante, que todos los fast-foods se funden en uno, al igual que las cafeterías de color verde, las zapaterías de andar por la sierra, las heladerías exóticas, etc. O todavía, más retorcido: cada empresa crea dos marcas rivales, pero que ofrecen lo mismo: ¿Te suenan Boccatta y Pans & Company?
No desesperes. Si te gusta el cine y te aburres de la ciudad, o te han mandado de viaje de negocios y no ligas ni a la de tres, acércate al centro comercial. Allí encontrarás un multicine de diez salas, con cuatro películas repetidas, y por el camino un H&M, un Zara, un Starbucks, etc., etc., etc.
Comentarios