Tras los resultados de las elecciones catalanas, habrás leído o escuchado análisis mucho más cualificados que el mío. Si bien es cierto, que los intereses de los grupos mediáticos siempre van ligados a algún partido, o contra alguna fuerza política. Y esta circunstancia no se da en mi caso.
Lo primero que se me ocurre, sin entrar en profundidad, es que Catalunya ha dado un giro brusco a la derecha porque la labor del tripartito no ha convencido al electorado. José Montilla ha tenido la dignidad de anunciar su retirada de la primera línea política. De momento, Joan Puigcercós no va a seguir su ejemplo.
Ya se vaticinaba la caída de ERC, pero la estrategia del partido de cara a los comicios ha acentuado el fracaso. Las formas de Puigcercós, heredero del personalismo político de Carod-Rovira, no han tenido el tirón que sólo él se esperaba. Además, su apuesta bravucona (somos valientes, decía uno de los eslóganes) y radical por la independencia ha llegado en el peor de los momentos, justo cuando la gente está angustiada por la economía y el paro.
Sin embargo, Puigcercós no sólo ha agravado la situación de su partido sino que ha conseguido movilizar el voto de los otros catalanes, los que se sienten fuera del sistema basado en la autodeterminación y la utilización de la cultura autóctona como espada y escudo al mismo tiempo.
Así se entiende el éxito de una Alicia Sánchez-Camacho que no ha dado pie con bola. La estrategia vía Madrid de hacer leña del árbol caído entre los catalanes que se consideran desplazados (no hablan catalán, apenas tienen para llegar a fin de mes y se sienten amenazados por los inmigrantes) ha triunfado. Es el voto del miedo, pero también el de la constatación de que el tripartito, sobre todo ERC, ha conseguido crear dos Catalunyas en el Estado de las dos Españas.
Artur Mas, por su parte, ha sabido jugar sus cartas y se ha limitado a contenerse ante los pulsos de unos y otros. La gente lo toma por un hombre de estado, un político de la vieja escuela, con honor. Luego hará y dirá lo que todos esperamos de él: abrocharse el cinturón, consolidar una mayor autonomía económica para Catalunya, etc. Eso sí, sin descolgarse del poder español, que reside en Madrid. ¿Servilismo interesado? Tal vez.
Claro que todas estas conclusiones, resumidas para no aburrirte, oh paciente lector, podrían irse al traste si introducimos dos variables:
La primera, que una participación del 59 por ciento, por mucho que todos extiendan la patraña de que es una proporción positiva, no representa los deseos del pueblo. Aunque, nadie se puede apuntar este tanto. Y menos el tripartito.
La segunda, que quizá todo lo que acabo de escribir y otros análisis similares que te llegarán por todas partes no sirvan absolutamente para nada. Cabe la posibilidad de que el electorado que se interesa por Catalunya se haya decantado por CIU, pero también es posible que gran parte de los votantes hayan mostrado su furia por la crisis en la que está sumida España y hayan castigado a Montilla y compañía como si fuesen Zapatero y su comparsa.
Esta última valoración significaría que la gente no sabe votar, o no le interesa. También implicaría que los catalanes culpan a Zapatero de haber gestionado mal la crisis. En cuanto al PSC, a pesar de los desmarques de última hora de José Montilla, la sombra del PSOE es muy alargada, pero no tanto para dejar en la penumbra los hilos del gran titiritero instalado en la calle Ferraz de Madrid.
Sobre Ciutadans no hablo. Me parece una farsa de un tipo (Rivera) muy hábil. A ICV su escaso papel en el Govern le ha dañado seriamente. Si en su partido prefieren interpretarlo como la inercia de la caída de Izquierda Unida, y de toda la izquierda en general, creo que se equivocan. Joan Herrera ha transmitido algo muy distinto a lo que nos suelen decir Gaspar Llamazares y Cayo Lara: soluciones pragmáticas, desde la solidaridad y la conciencia de clase baja y media, sin demagogia del siglo XIX.
Nos guste o no, Artur Mas ya ha ganado las elecciones tres veces. Justo es que, por fin, le toque gobernar. Es lo que los catalanes han querido y se debe respetar. Pienso de todas formas que Puigcercós ha destrozado la baraja, que el PSC no ha sabido administrar su ventaja con tantos años en el poder, y que Rajoy (o Sánchez-Camacho) han jugado sucio hurgando en los más bajos instintos de las clases sociales más necesitadas.
De lo que no cabe duda es de que la brecha de la sociedad catalana está abierta. Ahora depende de los movimientos de los partidos volver a consensuar temas tan importantes y tan de sentido común como la necesidad de cuidar la lengua y cultura propias, que a la vista de las votaciones, ha quedado en entredicho.
Desde luego, los deseos de independencia de los catalanes quedan más cerca de los sueños de algunos políticos que de la realidad. Así que tendrán que pasar muchos años hasta que vuelva otro Carod Rovira a prender una antorcha que se ha quedado a casi nada de extinguirse.
Por otra parte, las declaraciones de Alicia Sánchez-Camacho nada más conocerse los resultados definitivos no deja lugar a dudas de la inutilidad de su voto para los que creen en el futuro de Catalunya. Sencillamente, hizo la lectura que algunos sospechábamos: ésta es una victoria del PP en su conjunto y el próximo paso es hacerse con el gobierno español. ¿Y qué tiene eso que ver con el pueblo catalán? Algo, desde luego, porque a día de hoy son también ciudadanos españoles, pero ¿sabía su electorado que votaba a Rajoy en lugar de a Alicia?
Lo del partido de Joan Laporta me parece muy extraño. Por más que se le ha hecho el vacío en prensa, radio y televisión han superado a Ciutadans. Tiene mérito lo de su partido, aunque desconfío del criterio de quienes lo han votado. ¿Pero quién soy yo? Uno que opina. Sólo eso.
Por fortuna, lo de Anglada ha quedado en una peligrosa anécdota que en algunas comarcas ha conseguido un cinco por ciento de los votos. ¿Para cuándo una ley que prohíba la exaltación de la xenofobia? Si se legisló a la carta para taponar la salida política de ETA, ¿no se debería legislar para impedir que partidos neofascistas suban al poder?
España está por hacer y Catalunya se ha quebrado en dos.
Ver post anterior sobre las elecciones catalanas.
Lo primero que se me ocurre, sin entrar en profundidad, es que Catalunya ha dado un giro brusco a la derecha porque la labor del tripartito no ha convencido al electorado. José Montilla ha tenido la dignidad de anunciar su retirada de la primera línea política. De momento, Joan Puigcercós no va a seguir su ejemplo.
Ya se vaticinaba la caída de ERC, pero la estrategia del partido de cara a los comicios ha acentuado el fracaso. Las formas de Puigcercós, heredero del personalismo político de Carod-Rovira, no han tenido el tirón que sólo él se esperaba. Además, su apuesta bravucona (somos valientes, decía uno de los eslóganes) y radical por la independencia ha llegado en el peor de los momentos, justo cuando la gente está angustiada por la economía y el paro.
Sin embargo, Puigcercós no sólo ha agravado la situación de su partido sino que ha conseguido movilizar el voto de los otros catalanes, los que se sienten fuera del sistema basado en la autodeterminación y la utilización de la cultura autóctona como espada y escudo al mismo tiempo.
Así se entiende el éxito de una Alicia Sánchez-Camacho que no ha dado pie con bola. La estrategia vía Madrid de hacer leña del árbol caído entre los catalanes que se consideran desplazados (no hablan catalán, apenas tienen para llegar a fin de mes y se sienten amenazados por los inmigrantes) ha triunfado. Es el voto del miedo, pero también el de la constatación de que el tripartito, sobre todo ERC, ha conseguido crear dos Catalunyas en el Estado de las dos Españas.
Artur Mas, por su parte, ha sabido jugar sus cartas y se ha limitado a contenerse ante los pulsos de unos y otros. La gente lo toma por un hombre de estado, un político de la vieja escuela, con honor. Luego hará y dirá lo que todos esperamos de él: abrocharse el cinturón, consolidar una mayor autonomía económica para Catalunya, etc. Eso sí, sin descolgarse del poder español, que reside en Madrid. ¿Servilismo interesado? Tal vez.
Claro que todas estas conclusiones, resumidas para no aburrirte, oh paciente lector, podrían irse al traste si introducimos dos variables:
La primera, que una participación del 59 por ciento, por mucho que todos extiendan la patraña de que es una proporción positiva, no representa los deseos del pueblo. Aunque, nadie se puede apuntar este tanto. Y menos el tripartito.
La segunda, que quizá todo lo que acabo de escribir y otros análisis similares que te llegarán por todas partes no sirvan absolutamente para nada. Cabe la posibilidad de que el electorado que se interesa por Catalunya se haya decantado por CIU, pero también es posible que gran parte de los votantes hayan mostrado su furia por la crisis en la que está sumida España y hayan castigado a Montilla y compañía como si fuesen Zapatero y su comparsa.
Esta última valoración significaría que la gente no sabe votar, o no le interesa. También implicaría que los catalanes culpan a Zapatero de haber gestionado mal la crisis. En cuanto al PSC, a pesar de los desmarques de última hora de José Montilla, la sombra del PSOE es muy alargada, pero no tanto para dejar en la penumbra los hilos del gran titiritero instalado en la calle Ferraz de Madrid.
Sobre Ciutadans no hablo. Me parece una farsa de un tipo (Rivera) muy hábil. A ICV su escaso papel en el Govern le ha dañado seriamente. Si en su partido prefieren interpretarlo como la inercia de la caída de Izquierda Unida, y de toda la izquierda en general, creo que se equivocan. Joan Herrera ha transmitido algo muy distinto a lo que nos suelen decir Gaspar Llamazares y Cayo Lara: soluciones pragmáticas, desde la solidaridad y la conciencia de clase baja y media, sin demagogia del siglo XIX.
Nos guste o no, Artur Mas ya ha ganado las elecciones tres veces. Justo es que, por fin, le toque gobernar. Es lo que los catalanes han querido y se debe respetar. Pienso de todas formas que Puigcercós ha destrozado la baraja, que el PSC no ha sabido administrar su ventaja con tantos años en el poder, y que Rajoy (o Sánchez-Camacho) han jugado sucio hurgando en los más bajos instintos de las clases sociales más necesitadas.
De lo que no cabe duda es de que la brecha de la sociedad catalana está abierta. Ahora depende de los movimientos de los partidos volver a consensuar temas tan importantes y tan de sentido común como la necesidad de cuidar la lengua y cultura propias, que a la vista de las votaciones, ha quedado en entredicho.
Desde luego, los deseos de independencia de los catalanes quedan más cerca de los sueños de algunos políticos que de la realidad. Así que tendrán que pasar muchos años hasta que vuelva otro Carod Rovira a prender una antorcha que se ha quedado a casi nada de extinguirse.
Por otra parte, las declaraciones de Alicia Sánchez-Camacho nada más conocerse los resultados definitivos no deja lugar a dudas de la inutilidad de su voto para los que creen en el futuro de Catalunya. Sencillamente, hizo la lectura que algunos sospechábamos: ésta es una victoria del PP en su conjunto y el próximo paso es hacerse con el gobierno español. ¿Y qué tiene eso que ver con el pueblo catalán? Algo, desde luego, porque a día de hoy son también ciudadanos españoles, pero ¿sabía su electorado que votaba a Rajoy en lugar de a Alicia?
Lo del partido de Joan Laporta me parece muy extraño. Por más que se le ha hecho el vacío en prensa, radio y televisión han superado a Ciutadans. Tiene mérito lo de su partido, aunque desconfío del criterio de quienes lo han votado. ¿Pero quién soy yo? Uno que opina. Sólo eso.
Por fortuna, lo de Anglada ha quedado en una peligrosa anécdota que en algunas comarcas ha conseguido un cinco por ciento de los votos. ¿Para cuándo una ley que prohíba la exaltación de la xenofobia? Si se legisló a la carta para taponar la salida política de ETA, ¿no se debería legislar para impedir que partidos neofascistas suban al poder?
España está por hacer y Catalunya se ha quebrado en dos.
Ver post anterior sobre las elecciones catalanas.
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