Un reparto coral, seis minihistorias que se cruzan por la ciudad de Santiago y alrededores, y la improvisación en las secuencias como aliciente extra. Esto es lo que ofrece, a priori, uno de esos films que pasan de puntillas por las salas, pero que merecen ser revisadas, disfrutadas y elogiadas.
Como todas las películas compuestas a partir de pequeños retazos de vida, los personajes se funden con el todo, que en este caso es la certeza de que en este mundo se ríe y se llora y, cuando no ocurre ni una cosa ni la otra, se vive en un “standby” rutinario, como la lluvia que riega Galicia.
Lo mejor de este film, que probablemente ya haya desaparecido de las carteleras (por eso habrá que rescatarla en DVD), es que te sientes partícipe de las alegrías y de las decepciones de los personajes. Sólo hay un momento de moralina en todo el metraje, que no voy a desvelar. Pero eso es un milagro en el cine actual. Cualquier peliculucha de tres al cuarto se empeña en darnos lecciones, casi todas reaccionarias.
Jorge Coira, el director, consigue trasladar la atmósfera de la Galicia actual a una pantalla y lo hace a partir de personajes con alma. Claro está que la labor de casting, inmejorable, también ayuda lo suyo. Entre el elenco, Luis Tosar, el mejor actor español de su generación, y una retahila interminable de artistas en estado de gracia entre los que destaca una sorprendente (para un servidor) Esperanza Pedreño y un dúo cómico del que deberían preparar ya un spin-off en forma de serie.
Son 18 comidas, 6 historias en torno al desayuno, comida y cena, que te reconcilian con el cine cocinado a fuego lento, con cariño. Lo de los diálogos improvisados (90 horas de rodaje, con un guión previo, pero libertad para los actores) es el gancho para los cinéfilos, pero el espectador de a pie notará los parlamentos tan provistos de sentimiento que ni se dará cuenta. Y éste es uno de sus ingredientes estrella. Por no hablar de la cuidada mezcla entre humor y drama, siempre en su justa medida.
Tan buena es la película que hasta Sergio Peris-Mencheta me acaba cayendo bien en un papel en el que no me lo habría imaginado ni harto de orujo.
Ojo también a la original web de 18 comidas. Si después de ver esta película crees que el cine español lo tiene perdido, a lo mejor hay que producir más películas gallegas.
Yo sigo apostando por mirar con mil ojos a quién se le dan las ayudas. Bravo por los que apostaron por 18 comidas y un suspenso para los que hicieron posible el desastre de la mayoría de los últimos estrenos españoles (a todo esto, mucho más caros y publicitados que 18 comidas).
Como todas las películas compuestas a partir de pequeños retazos de vida, los personajes se funden con el todo, que en este caso es la certeza de que en este mundo se ríe y se llora y, cuando no ocurre ni una cosa ni la otra, se vive en un “standby” rutinario, como la lluvia que riega Galicia.
Lo mejor de este film, que probablemente ya haya desaparecido de las carteleras (por eso habrá que rescatarla en DVD), es que te sientes partícipe de las alegrías y de las decepciones de los personajes. Sólo hay un momento de moralina en todo el metraje, que no voy a desvelar. Pero eso es un milagro en el cine actual. Cualquier peliculucha de tres al cuarto se empeña en darnos lecciones, casi todas reaccionarias.
Jorge Coira, el director, consigue trasladar la atmósfera de la Galicia actual a una pantalla y lo hace a partir de personajes con alma. Claro está que la labor de casting, inmejorable, también ayuda lo suyo. Entre el elenco, Luis Tosar, el mejor actor español de su generación, y una retahila interminable de artistas en estado de gracia entre los que destaca una sorprendente (para un servidor) Esperanza Pedreño y un dúo cómico del que deberían preparar ya un spin-off en forma de serie.
Son 18 comidas, 6 historias en torno al desayuno, comida y cena, que te reconcilian con el cine cocinado a fuego lento, con cariño. Lo de los diálogos improvisados (90 horas de rodaje, con un guión previo, pero libertad para los actores) es el gancho para los cinéfilos, pero el espectador de a pie notará los parlamentos tan provistos de sentimiento que ni se dará cuenta. Y éste es uno de sus ingredientes estrella. Por no hablar de la cuidada mezcla entre humor y drama, siempre en su justa medida.
Tan buena es la película que hasta Sergio Peris-Mencheta me acaba cayendo bien en un papel en el que no me lo habría imaginado ni harto de orujo.
Ojo también a la original web de 18 comidas. Si después de ver esta película crees que el cine español lo tiene perdido, a lo mejor hay que producir más películas gallegas.
Yo sigo apostando por mirar con mil ojos a quién se le dan las ayudas. Bravo por los que apostaron por 18 comidas y un suspenso para los que hicieron posible el desastre de la mayoría de los últimos estrenos españoles (a todo esto, mucho más caros y publicitados que 18 comidas).
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