Sale una tarde lluviosa, te sienta mal la siesta, no se te ocurre nada qué hacer y acabas en el cine.
Normalmente revisas la cartelera antes de ir a un multisalas o a otro. Sin embargo, ese sábado tienes que hacer un par de recados y aprovechas para hacerlos. Muy cerca cae un multicines y le dices a tu pareja: ¿nos arriesgamos? Y os arriesgáis.
Tengo que decir ahora que en el ambiente flota una amenaza más que real. Como dije antes, hay días que no estás para darle muchas vueltas a la cabeza. Deberías haber hecho cuentas: con el estreno de Torrente 4, ninguna película que quiera competir en taquilla se atreverá a salir al ruedo este fin de semana.
La encerrona está cantada: en el cine, y a las diez y cuarto, sólo puedes optar entre tres películas. Ya has visto las otras dos porque llevan casi dos meses en cártel. Por descarte, y cabizbajo, pides un par de entradas para Torrente 4.
Como todavía te queda un poco de dignidad, te niegas a verla en 3D. Esta decisión, que sabes que es la correcta, te remonta la moral. Luego, sales a una de esas tiendas de golosinas que viven a expensas de los cines y te armas de glucosa para no acabar comprando el cubo de palomitas de 4 o 5 euros, que es lo que acabaría matándote.
Antes de empezar la película, se arremolina un montón de gente frente al portero impasible. Entre tú y tu pareja se cierne una sombra de terror: hay niños con cara de viciosos, maduritos que no leen, adolescentes con mucho acné. Tu pareja te adivina el pensamiento y tú también la consuelas. Quedáis en disfrutar al máximo. Será una mierda de película, eso seguro, pero vamos a reirnos, conjuráis.
Empieza el film con una secuencia que parodia bien a las películas de James Bond. Lo mismo que los títulos de inicio, la mejor parte del metraje (y no es cachondeo).
Luego, ves a Torrente en su ambiente de barrio madrileño decadente, como en la primera parte, y esta especie de presentación se eterniza a través de gags más o menos groseros, más o menos conseguidos, y con cameos, muchos más de los que puedes reconocer. Te sonríes: por lo menos hay tres tipos a los que no he conocido. Es un alivio.
Casi a la media hora, empieza la supuesta misión de Torrente y ya en ese punto el nivel guarro de la película supera todas las expectativas. Un cambio de fortuna previsible deja al antihéroe en desventaja y el ritmo se detiene de golpe.
Durante mucho tiempo, la película se queda clavada en un tono similar, un mismo escenario y unos personajes que desentonan con los anteriores (a Paquirrín se lo traga la tierra) y con lo que vendrá después. Sin embargo, lo que no deja de evolucionar es el mal gusto de Santiago Segura. Cuando consigue sacarte los colores con una burrada, repite alguna de otra de sus películas pero con más inquina. Comentas en voz baja que, al menos, las películas de Torrente no son exportables. Sólo se pueden entender en España.
Después de unos cuantos sinsentidos, Torrente parece querer vengarse, pero la historia se queda sin final. Es decir, termina la única trama, la lineal, la que ya te esperabas, pero el protagonista se queda a medias en su ínfimo progreso. Una cosa es que José Luis Torrente se autoparodie y que funcione como un arquetipo y otra muy distinta que el puñetero personaje vaya hacia atrás como los cangrejos.
Al final, te da la sensación de haber visto un capítulo muy largo de La hora de José Mota, pero con José Mota de baja y Santiago Segura al frente del cotarro.
Las cuentas claras: sólo está por encima de las películas de Pajares y Esteso en su voluntad de criticar al español zafio que conoces de sobra. Por lo demás, presenta los mismos ingredientes que aquellas españoladas de sal gruesa a mayor gloria de Mariano Ozores.
Es verdad que no es tan mala como la tercera, porque es difícil caer tan bajo, pero hay que decir que tras cuatro entregas Segura no da la impresión de poder dirigir una película en condiciones. La mayoría de los planos parecen improvisados. En cuanto a Paquirrín, o es el chaval con menos talento interpretativo del mundo o nadie le ha dado la más mínima pauta para hacer su papel.
Además, Segura hace mal en escribir sus propios productos. Más allá del chascarrillo fácil, no es capaz de confeccionar un guión atractivo. Se limita a copiar y a copiarse. Necesita ayuda urgente.
Como mucho, cuando se acaba la película, agradeces que se haya agilizado el montaje, ya que las escenas pasan en un suspiro y enseguida encadenan con las siguientes. A veces se pierde el sentido de la historia, pero como la trama es mínima, no importa.
Es todo lo bueno, amiguete, que le puedes encontrar a este bodrio. Es verdad que te has reído cuatro o cinco veces, pero también te pasa con los informativos de Pedro Piqueras y no irías a ver uno de sus espeluznantes retratos diarios al cine.
Mientras vuelves a casa, te sientes feliz de no haber pagado más para verla en tres dimensiones, de haberte ahorrado las palomitas y de haber visto la tercera parte por la tele. Comentas las cuatro cosas curiosas mientras sigue cayendo la lluvia y te convences de que no ha sido para tanto. Cosas peores has visto. La mayoría made in Hollywood. Qué coño, siempre es mejor que hacerse unas pajillas con un amigo en un coche ruinoso. Al fin y al cabo, te consuela descubrir que ni siquiera películas como ésta conseguirán arrancarte el sentido del humor.
Unos metros más adelante, tu pareja te observa con los ojos desorbitados. Sin darte cuenta estabas canturreando la canción de Bisbal. Y no estás borracho. Te ha descubierto: en el fondo, hay algo en esa basura que te llama la atención. Pronto cambias de tema y te olvidas incluso de la maldita tonadilla.
Normalmente revisas la cartelera antes de ir a un multisalas o a otro. Sin embargo, ese sábado tienes que hacer un par de recados y aprovechas para hacerlos. Muy cerca cae un multicines y le dices a tu pareja: ¿nos arriesgamos? Y os arriesgáis.
Tengo que decir ahora que en el ambiente flota una amenaza más que real. Como dije antes, hay días que no estás para darle muchas vueltas a la cabeza. Deberías haber hecho cuentas: con el estreno de Torrente 4, ninguna película que quiera competir en taquilla se atreverá a salir al ruedo este fin de semana.
La encerrona está cantada: en el cine, y a las diez y cuarto, sólo puedes optar entre tres películas. Ya has visto las otras dos porque llevan casi dos meses en cártel. Por descarte, y cabizbajo, pides un par de entradas para Torrente 4.
Como todavía te queda un poco de dignidad, te niegas a verla en 3D. Esta decisión, que sabes que es la correcta, te remonta la moral. Luego, sales a una de esas tiendas de golosinas que viven a expensas de los cines y te armas de glucosa para no acabar comprando el cubo de palomitas de 4 o 5 euros, que es lo que acabaría matándote.
Antes de empezar la película, se arremolina un montón de gente frente al portero impasible. Entre tú y tu pareja se cierne una sombra de terror: hay niños con cara de viciosos, maduritos que no leen, adolescentes con mucho acné. Tu pareja te adivina el pensamiento y tú también la consuelas. Quedáis en disfrutar al máximo. Será una mierda de película, eso seguro, pero vamos a reirnos, conjuráis.
Empieza el film con una secuencia que parodia bien a las películas de James Bond. Lo mismo que los títulos de inicio, la mejor parte del metraje (y no es cachondeo).
Luego, ves a Torrente en su ambiente de barrio madrileño decadente, como en la primera parte, y esta especie de presentación se eterniza a través de gags más o menos groseros, más o menos conseguidos, y con cameos, muchos más de los que puedes reconocer. Te sonríes: por lo menos hay tres tipos a los que no he conocido. Es un alivio.
Casi a la media hora, empieza la supuesta misión de Torrente y ya en ese punto el nivel guarro de la película supera todas las expectativas. Un cambio de fortuna previsible deja al antihéroe en desventaja y el ritmo se detiene de golpe.
Durante mucho tiempo, la película se queda clavada en un tono similar, un mismo escenario y unos personajes que desentonan con los anteriores (a Paquirrín se lo traga la tierra) y con lo que vendrá después. Sin embargo, lo que no deja de evolucionar es el mal gusto de Santiago Segura. Cuando consigue sacarte los colores con una burrada, repite alguna de otra de sus películas pero con más inquina. Comentas en voz baja que, al menos, las películas de Torrente no son exportables. Sólo se pueden entender en España.
Después de unos cuantos sinsentidos, Torrente parece querer vengarse, pero la historia se queda sin final. Es decir, termina la única trama, la lineal, la que ya te esperabas, pero el protagonista se queda a medias en su ínfimo progreso. Una cosa es que José Luis Torrente se autoparodie y que funcione como un arquetipo y otra muy distinta que el puñetero personaje vaya hacia atrás como los cangrejos.
Al final, te da la sensación de haber visto un capítulo muy largo de La hora de José Mota, pero con José Mota de baja y Santiago Segura al frente del cotarro.
Las cuentas claras: sólo está por encima de las películas de Pajares y Esteso en su voluntad de criticar al español zafio que conoces de sobra. Por lo demás, presenta los mismos ingredientes que aquellas españoladas de sal gruesa a mayor gloria de Mariano Ozores.
Es verdad que no es tan mala como la tercera, porque es difícil caer tan bajo, pero hay que decir que tras cuatro entregas Segura no da la impresión de poder dirigir una película en condiciones. La mayoría de los planos parecen improvisados. En cuanto a Paquirrín, o es el chaval con menos talento interpretativo del mundo o nadie le ha dado la más mínima pauta para hacer su papel.
Además, Segura hace mal en escribir sus propios productos. Más allá del chascarrillo fácil, no es capaz de confeccionar un guión atractivo. Se limita a copiar y a copiarse. Necesita ayuda urgente.
Como mucho, cuando se acaba la película, agradeces que se haya agilizado el montaje, ya que las escenas pasan en un suspiro y enseguida encadenan con las siguientes. A veces se pierde el sentido de la historia, pero como la trama es mínima, no importa.
Es todo lo bueno, amiguete, que le puedes encontrar a este bodrio. Es verdad que te has reído cuatro o cinco veces, pero también te pasa con los informativos de Pedro Piqueras y no irías a ver uno de sus espeluznantes retratos diarios al cine.
Mientras vuelves a casa, te sientes feliz de no haber pagado más para verla en tres dimensiones, de haberte ahorrado las palomitas y de haber visto la tercera parte por la tele. Comentas las cuatro cosas curiosas mientras sigue cayendo la lluvia y te convences de que no ha sido para tanto. Cosas peores has visto. La mayoría made in Hollywood. Qué coño, siempre es mejor que hacerse unas pajillas con un amigo en un coche ruinoso. Al fin y al cabo, te consuela descubrir que ni siquiera películas como ésta conseguirán arrancarte el sentido del humor.
Unos metros más adelante, tu pareja te observa con los ojos desorbitados. Sin darte cuenta estabas canturreando la canción de Bisbal. Y no estás borracho. Te ha descubierto: en el fondo, hay algo en esa basura que te llama la atención. Pronto cambias de tema y te olvidas incluso de la maldita tonadilla.
Comentarios
Consiguió hacerme olvidar de mis problemas y echarme unas buenas risas, cosa que otras películas de "más nombre" y "mejor crítica" ni por asomo.
No ha sido tan taquillera porque no guste precisamente y perdonenme pero yo entiendo el cine como un medio de entretenimiento no de exhibición como parece que tiene que ser una "buena" película
A mí me habría gustado un poco más de equilibrio entre la parte artística y el humor. Se puede hacer mejor, pero Segura no lo ha intentado. De lo contrario, no lo criticaría. Creo que las películas Borat y Brüno son un buen ejemplo de un mayor esfuerzo (sin conseguir del todo su propósito). Lo más llamativo es que Torrente 4 no se puede entender fuera de la España de 2011. Pero es sólo mi opinión.