Fíjate en la foto: puede que no ilustre a la perfección el artículo, pero los dos, en lo suyo (el fútbol), son artistas. Dos de los mejores maestros de este deporte, que a veces parece más que un juego físico y mental.
Entiendo a los que identifican el fútbol con un montón de prejuicios: los fanatismos, la comedura de tarro, el deporte hecho espectáculo antideportivo, el circo de las vanidades, el opio del pueblo ateo, la comidilla de los que no leen libros, etc.
Estoy de acuerdo: el fútbol puede ejemplificar todo lo anterior. Sin embargo, también es el deporte que practican tus hijos y que les hace sentirse bien; o la tabla de salvación de los que no tienen más motivos de satisfacción; o el entretenimiento más al alcance de los analfabetos funcionales; o un estupendo pasatiempos para las mentes que necesitan relajarse.
O, si se trata del Barça de Guardiola, una obra de arte.
Es fácil afirmarlo si te gusta el fútbol y, además, sientes los colores del Barça.
Pero tienes que creerme: yo no soy de los que se tragan cualquier partido. Soy incluso de los indeseables que dejaron de ver partidos del Barça cuando lo entrenaba Rexach y Serra Ferrer. Si tuviese asiento en el Camp Nou, seguramente me uniría a una de las peores aficiones del mundo y no aplaudiría hasta que mi equipo se llevara el gato al agua. Soy exigente y vago, como los que llenan el campo del Barça.
Tampoco soy un analfabeto. Sin embargo, aunque no derrocho imaginación cuando llega el momento de planificar mi tiempo libre, tengo más recursos que ver, por decreto ley, un partido de fútbol.
No obstante, creéme si te digo que este Barça te ofrece la coordinación exacta entre jugadores muy distintos entre sí, pero que parecen coordinados por una fuerza invisible. Su juego ofrece una gran riqueza de recursos tácticos y, cada uno de ellos, la más excelsa expresión técnica de lo que una persona puede hacer con un balón.
En conjunto, el F.C. Barcelona es una máquina de crear jugadas imposibles como si fuera lo más normal del mundo. Como una escena de Velázquez o un paisaje de Turner. O una sinfonía de Chaikovski. O una película de Ozu. O... lo que tú consideres arte con mayúsculas desde la aparente proximidad.
Te puedes quedar con la belleza plástica a vista de pájaro de los toques de balón de unos jugadores que, por lo pronto, parecen jugar de memoria cuando de repente sacan su genio inconfundible. Te puedes diplomar en fútbol avanzado y observar cómo se posicionan y se ayudan cuando el balón queda muy lejos.
O puedes fijarte en el jugador que más te guste: lo más sencillo, apetecible y recomendable es seguir a Messi. Cuando alguien definió a Romario como futbolista de dibujos animados se precipitó: Messi estaba en camino.
En grupo, o jugador por jugador, el Barça ahora mismo te ofrece arte. No sé cuándo podrás volver a ver un fútbol de este calibre si te lo pierdes. Podría acabarse este mismo año. Ojalá que no. Aprovecha y disfruta de las exhibiciones de este Barça. Luego, si te apetece, debatimos sobre los muchísimos defectos del fútbol como producto de consumo. Incluso podemos estar de acuerdo en que el Barça debería estar menos politizado y en muchas otras cuestiones. Permíteme, de todas maneras, que me despida destacando el arte que despliega un equipo irrepetible.
Entiendo a los que identifican el fútbol con un montón de prejuicios: los fanatismos, la comedura de tarro, el deporte hecho espectáculo antideportivo, el circo de las vanidades, el opio del pueblo ateo, la comidilla de los que no leen libros, etc.
Estoy de acuerdo: el fútbol puede ejemplificar todo lo anterior. Sin embargo, también es el deporte que practican tus hijos y que les hace sentirse bien; o la tabla de salvación de los que no tienen más motivos de satisfacción; o el entretenimiento más al alcance de los analfabetos funcionales; o un estupendo pasatiempos para las mentes que necesitan relajarse.
O, si se trata del Barça de Guardiola, una obra de arte.
Es fácil afirmarlo si te gusta el fútbol y, además, sientes los colores del Barça.
Pero tienes que creerme: yo no soy de los que se tragan cualquier partido. Soy incluso de los indeseables que dejaron de ver partidos del Barça cuando lo entrenaba Rexach y Serra Ferrer. Si tuviese asiento en el Camp Nou, seguramente me uniría a una de las peores aficiones del mundo y no aplaudiría hasta que mi equipo se llevara el gato al agua. Soy exigente y vago, como los que llenan el campo del Barça.
Tampoco soy un analfabeto. Sin embargo, aunque no derrocho imaginación cuando llega el momento de planificar mi tiempo libre, tengo más recursos que ver, por decreto ley, un partido de fútbol.
No obstante, creéme si te digo que este Barça te ofrece la coordinación exacta entre jugadores muy distintos entre sí, pero que parecen coordinados por una fuerza invisible. Su juego ofrece una gran riqueza de recursos tácticos y, cada uno de ellos, la más excelsa expresión técnica de lo que una persona puede hacer con un balón.
En conjunto, el F.C. Barcelona es una máquina de crear jugadas imposibles como si fuera lo más normal del mundo. Como una escena de Velázquez o un paisaje de Turner. O una sinfonía de Chaikovski. O una película de Ozu. O... lo que tú consideres arte con mayúsculas desde la aparente proximidad.
Te puedes quedar con la belleza plástica a vista de pájaro de los toques de balón de unos jugadores que, por lo pronto, parecen jugar de memoria cuando de repente sacan su genio inconfundible. Te puedes diplomar en fútbol avanzado y observar cómo se posicionan y se ayudan cuando el balón queda muy lejos.
O puedes fijarte en el jugador que más te guste: lo más sencillo, apetecible y recomendable es seguir a Messi. Cuando alguien definió a Romario como futbolista de dibujos animados se precipitó: Messi estaba en camino.
En grupo, o jugador por jugador, el Barça ahora mismo te ofrece arte. No sé cuándo podrás volver a ver un fútbol de este calibre si te lo pierdes. Podría acabarse este mismo año. Ojalá que no. Aprovecha y disfruta de las exhibiciones de este Barça. Luego, si te apetece, debatimos sobre los muchísimos defectos del fútbol como producto de consumo. Incluso podemos estar de acuerdo en que el Barça debería estar menos politizado y en muchas otras cuestiones. Permíteme, de todas maneras, que me despida destacando el arte que despliega un equipo irrepetible.
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