Viene un personaje anónimo, normalmente un tipo, y se sienta en un plató rodeado de público. Una presentadora con mucho kilometraje en esto de la telebasura lo prepara para una sesión de preguntas sobre su vida privada.
En teoría, son cuestiones que el propio sujeto ha confesado en uno o diversos tests previos. El caso es que siempre destacan situaciones humillantes para el concursante o los miembros de su familia, amigos o amantes, presentes entre el público y con una cámara muy atenta a sus reacciones.
En efecto, se llama El juego de tu vida y lo presenta la pérfida Emma García, tan bella como oportunista y poco provista de ética (Su programa A tu lado organizó el secuestro del horario televisivo infantil hasta que Sálvame le dio el relevo).
Primero, ¿por qué odio este programa tanto? Mejor, antes que eso, ¿cómo se puede odiar un programa? En realidad, no se puede (en inglés sí: todo es I love esto, I hate lo otro), pero un artículo sobre este engendro merece poco respeto, incluso con el idioma.
De todas maneras, me cuesta escribir que odio un programa. Rectifico, pues, y voy al grano. Detesto este programa porque juega a ser telerrealidad y ni siquiera se toma la molestia de disfrazar la sarta de mentiras que entraña. Como sabes, el objetivo del juego es que el concursante no mienta. Es decir, que las preguntas se adecuen a sus respuestas previas. Así, lo único que el aspirante a telefamoso tiene que hacer es soportar que le echen la mierda que él mismo ha desvelado (falsa o no). Fácil, ¿verdad? Sin embargo, casi nadie alcanza el máximo premio. ¿Cómo puede ser? ¿No basta con avisar a tus allegados de que vas a mentir con tal de llevarte la pasta, aunque estés confesando la verdad?
Pues no. Cada turno de preguntas parece el ejercicio intelectual más complicado del mundo. Esto es, en parte, porque los guionistas saben calibrar bien el ritmo del espectáculo, de manera que las preguntas van subiendo de tono gradualmente hasta lo vergonzante. La otra parte la pone el televidente, que deja sus neuronas en standby. Lo cierto es que el espectador, inocente, ruega ante la pantalla: “no lo admitas, ríndete y manda al infierno el dinero. Quédate con el amor de los tuyos, que es lo importante”.
Efectivamente, el concursante suele optar por esa opción y decide no responder a preguntas como: “¿has hecho el amor con otro hombre mientras salías con tu actual novia?”. Justo cuando está a punto de alcanzar una suma de dinero importante, a pesar de que por el camino ha revelado sus miserias a cientos de miles de personas.
Vamos a ver. De ser verdad que el concursante prefiere no contestar para no comprometer su vida privada, se equivoca, porque al no decir nada, está afirmando (quien calla, otorga). Con lo cual pierde la confianza de sus seres queridos (esos primeros planos de la mamá llorando) y el dinero del premio. De acuerdo, puede que un concursante o dos salgan tontos perdidos y piquen, pero ¿nadie aprende la lección?
Luego está la selección de los concursantes: trisexuales, ex drogadictos, delincuentes en activo, etc. ¿Acaso los sacan de las sobras del casting de Gran Hermano?
Morbo fácil, todo mentira, y nulo interés para un pobre ejercicio de imaginación en manos de unos guionistas que se lo pasan pipa a costa de difundir la imagen made in telebasura del ser humano: todo el mundo oculta las perversiones más salvajes. Ojo, porque podrías estar viviendo con un vampiro que oculta un pasado como desvirgador de ovejas. O, cuidado, tu hijo se tocaba cuando te veía en la ducha, a la tierna edad de cinco años.
¡Y una mierda! Me planto: hay mucha gente que no es así. Afortunadamente, la mayoría de las personas no tiene una doble vida, ni tantos ingredientes en su biografía como para convertirse en concursante de programas asquerosos como éste. Y que conste que la repugnancia no tiene nada que ver con el pudor sino con el triste espectáculo de unos cuantos telespectadores creyéndose que descubren los secretos de las personas, cuando sólo asisten a una burda función de marionetas.
NOTA: El juego de tu vida es la versión española del formato estadounidense The Moment of Truth, versión a su vez del colombiano Nada más que la verdad.
En teoría, son cuestiones que el propio sujeto ha confesado en uno o diversos tests previos. El caso es que siempre destacan situaciones humillantes para el concursante o los miembros de su familia, amigos o amantes, presentes entre el público y con una cámara muy atenta a sus reacciones.
En efecto, se llama El juego de tu vida y lo presenta la pérfida Emma García, tan bella como oportunista y poco provista de ética (Su programa A tu lado organizó el secuestro del horario televisivo infantil hasta que Sálvame le dio el relevo).
Primero, ¿por qué odio este programa tanto? Mejor, antes que eso, ¿cómo se puede odiar un programa? En realidad, no se puede (en inglés sí: todo es I love esto, I hate lo otro), pero un artículo sobre este engendro merece poco respeto, incluso con el idioma.
De todas maneras, me cuesta escribir que odio un programa. Rectifico, pues, y voy al grano. Detesto este programa porque juega a ser telerrealidad y ni siquiera se toma la molestia de disfrazar la sarta de mentiras que entraña. Como sabes, el objetivo del juego es que el concursante no mienta. Es decir, que las preguntas se adecuen a sus respuestas previas. Así, lo único que el aspirante a telefamoso tiene que hacer es soportar que le echen la mierda que él mismo ha desvelado (falsa o no). Fácil, ¿verdad? Sin embargo, casi nadie alcanza el máximo premio. ¿Cómo puede ser? ¿No basta con avisar a tus allegados de que vas a mentir con tal de llevarte la pasta, aunque estés confesando la verdad?
Pues no. Cada turno de preguntas parece el ejercicio intelectual más complicado del mundo. Esto es, en parte, porque los guionistas saben calibrar bien el ritmo del espectáculo, de manera que las preguntas van subiendo de tono gradualmente hasta lo vergonzante. La otra parte la pone el televidente, que deja sus neuronas en standby. Lo cierto es que el espectador, inocente, ruega ante la pantalla: “no lo admitas, ríndete y manda al infierno el dinero. Quédate con el amor de los tuyos, que es lo importante”.
Efectivamente, el concursante suele optar por esa opción y decide no responder a preguntas como: “¿has hecho el amor con otro hombre mientras salías con tu actual novia?”. Justo cuando está a punto de alcanzar una suma de dinero importante, a pesar de que por el camino ha revelado sus miserias a cientos de miles de personas.
Vamos a ver. De ser verdad que el concursante prefiere no contestar para no comprometer su vida privada, se equivoca, porque al no decir nada, está afirmando (quien calla, otorga). Con lo cual pierde la confianza de sus seres queridos (esos primeros planos de la mamá llorando) y el dinero del premio. De acuerdo, puede que un concursante o dos salgan tontos perdidos y piquen, pero ¿nadie aprende la lección?
Luego está la selección de los concursantes: trisexuales, ex drogadictos, delincuentes en activo, etc. ¿Acaso los sacan de las sobras del casting de Gran Hermano?
Morbo fácil, todo mentira, y nulo interés para un pobre ejercicio de imaginación en manos de unos guionistas que se lo pasan pipa a costa de difundir la imagen made in telebasura del ser humano: todo el mundo oculta las perversiones más salvajes. Ojo, porque podrías estar viviendo con un vampiro que oculta un pasado como desvirgador de ovejas. O, cuidado, tu hijo se tocaba cuando te veía en la ducha, a la tierna edad de cinco años.
¡Y una mierda! Me planto: hay mucha gente que no es así. Afortunadamente, la mayoría de las personas no tiene una doble vida, ni tantos ingredientes en su biografía como para convertirse en concursante de programas asquerosos como éste. Y que conste que la repugnancia no tiene nada que ver con el pudor sino con el triste espectáculo de unos cuantos telespectadores creyéndose que descubren los secretos de las personas, cuando sólo asisten a una burda función de marionetas.
NOTA: El juego de tu vida es la versión española del formato estadounidense The Moment of Truth, versión a su vez del colombiano Nada más que la verdad.
Comentarios
Me hago cruces de que todavía tengan audiencia estos programas. Pero bueno cada cual a sus gustos, no pasa nada.
En el fondo pienso que todo lo que sale en la tele es pura ficción, hasta las noticias muchas veces. Es un perfecto medio de atontar a las masas0
¿Por qué le dedico un artículo a este programa tan miserable? Precisamente por eso, porque destaca por su ruindad moral.
Una cosa son programas como Operación Triunfo que transmiten valores propios del hipercapitalismo (éxito o fracaso; conseguir la fama rápidamente, etc.) y que se cargan su propio tema (en este caso, la música) y otra muy distinta son los espectáculos que sin ningún rubor se dedican a mutilar la dignidad de la gente. Y El juego de tu vida, como muchos otros programas, va directo a la yugular de la dignidad. Y eso me cabrea y me desmoraliza muchísimo.
Gracias por tu comentario, que con la mala leche que me entra se me olvida hasta la buena educación.