Qué bonito es cerrar los ojos y creerse las historias que, en apariencia, acaban bien. Estos días la gente escenifica sus dosis de sonrisas y lágrimas, necesarias para espantar sus propia miserias, al abrigo de ese consolador enorme al que llamamos familiarmente tele.
Pobres los musulmanes que claman por su libertad y reciben los porrazos de los dictadores. Malditos mandatarios fanáticos, últimamente tan sádicos.
¿Últimamente? Algunas dictaduras en los países mal llamados islámicos (peor si se les llama árabes) tienen más años que los manifestantes que se congregan en las plazas.
Muchos de los lectores de este artículos apenas eran unos niños cuando Estados Unidos y sus aliados conspiraron para quebrar las frágiles democracias en los países más interesantes estratégica o comercialmente y colocar a gente de su confianza. Gente que conspiraba por el poder desde hacía mucho tiempo y que se sumaron al intercambio de favores con las grandes potencias sin dudarlo.
En el caso de Libia, a cambio de petróleo, por supuesto. Sin embargo, desde que se dio la voz de alarma: los recursos fósiles se agotan y, esta vez, de verdad, dejaron de resultar útiles. Máxime con toda la maquinaria industrial decidida a impulsar, por fin, alternativas al petróleo, desde los coches eléctricos a las energías menos contaminantes.
Qué curioso, si es verdad que las revueltas de Oriente Medio y África han surgido de forma espontánea entre el pueblo, que la situación privilegiada de la corona marroquí apenas se haya alterado un ápice. Resulta que Mohamed VI colabora con la administración estadounidense de forma eficaz.
Qué oportuno el Gobierno, el de España, al difundir la noticia de que ya no van a vender más armas a Libia. O sea, que hasta ahora sí le vendían armamento a Gadafi. ¿Desde cuándo? ¿A cuántos países más con regímenes autoritarios están ayudando a blindarse?
Todo en política internacional es un gran casino en el que la banca siempre gana. Con Obama, o sin él, Estados Unidos, Reino Unido, China, Rusia, Alemania y, siguientes, por orden económico-militar, manejan la banca. Lo que ocurre es que ya nos hemos vuelto ciegos de tanto mirar a los ojos de la injusticia.
Imagínate por un momento que Libia tuviese una base militar en una isla canadiense (Estados Unidos tiene una en Creta) y que pasease sus buques bélicos a pocas millas de las costas estadounidenses (Estados Unidos lo está haciendo por el Mediterráneo). Ya sé que cuesta, pero si te gusta ir por la vida con la verdad por delante, es el único camino. Me refiero a cuestionarse las versiones oficiales, no a dejarse adoctrinar por un servidor, desde luego.
Aunque, puedes dormir tranquilo, España se ha sabido colocar en el bando de los vencedores.
Pobres los musulmanes que claman por su libertad y reciben los porrazos de los dictadores. Malditos mandatarios fanáticos, últimamente tan sádicos.
¿Últimamente? Algunas dictaduras en los países mal llamados islámicos (peor si se les llama árabes) tienen más años que los manifestantes que se congregan en las plazas.
Muchos de los lectores de este artículos apenas eran unos niños cuando Estados Unidos y sus aliados conspiraron para quebrar las frágiles democracias en los países más interesantes estratégica o comercialmente y colocar a gente de su confianza. Gente que conspiraba por el poder desde hacía mucho tiempo y que se sumaron al intercambio de favores con las grandes potencias sin dudarlo.
En el caso de Libia, a cambio de petróleo, por supuesto. Sin embargo, desde que se dio la voz de alarma: los recursos fósiles se agotan y, esta vez, de verdad, dejaron de resultar útiles. Máxime con toda la maquinaria industrial decidida a impulsar, por fin, alternativas al petróleo, desde los coches eléctricos a las energías menos contaminantes.
Qué curioso, si es verdad que las revueltas de Oriente Medio y África han surgido de forma espontánea entre el pueblo, que la situación privilegiada de la corona marroquí apenas se haya alterado un ápice. Resulta que Mohamed VI colabora con la administración estadounidense de forma eficaz.
Qué oportuno el Gobierno, el de España, al difundir la noticia de que ya no van a vender más armas a Libia. O sea, que hasta ahora sí le vendían armamento a Gadafi. ¿Desde cuándo? ¿A cuántos países más con regímenes autoritarios están ayudando a blindarse?
Todo en política internacional es un gran casino en el que la banca siempre gana. Con Obama, o sin él, Estados Unidos, Reino Unido, China, Rusia, Alemania y, siguientes, por orden económico-militar, manejan la banca. Lo que ocurre es que ya nos hemos vuelto ciegos de tanto mirar a los ojos de la injusticia.
Imagínate por un momento que Libia tuviese una base militar en una isla canadiense (Estados Unidos tiene una en Creta) y que pasease sus buques bélicos a pocas millas de las costas estadounidenses (Estados Unidos lo está haciendo por el Mediterráneo). Ya sé que cuesta, pero si te gusta ir por la vida con la verdad por delante, es el único camino. Me refiero a cuestionarse las versiones oficiales, no a dejarse adoctrinar por un servidor, desde luego.
Aunque, puedes dormir tranquilo, España se ha sabido colocar en el bando de los vencedores.
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