Las noches que duermo poco sueño con un cóctel de todo lo que me ha llamado la atención durante las últimas horas. Por suerte, cuando entro en esas fases de recopilación de datos, durante el sueño soy consciente de que aquello no va muy en serio. La prueba es que me despierto varias veces y luego continúo con la historia, como si inconscientemente decidiera seguir... a ver qué pasa.
Otros sueños, llamémosles pesadillas, se me repiten cada cierto tiempo y, a pesar de que siempre presentan los mismos elementos, me crean una gran angustia. No es que sean particularmente terroríficas, es que me las creo de principio a fin.
La verdad es que mi pesadilla no tiene un tema particular. Tampoco presenta unos personajes fijos. El protagonista soy yo y lo que se repite son mis circunstancias: trato de andar y me entra una especie de baile de San Vito y no consigo mantener las piernas quietas.
Esto, así contado, puede dar mucha risa, pero imagínate tratando de andar hacia un punto y que las piernas se muevan aleatoriamente. Por mucho que intentes hacer la prueba, nunca lo experimentarás como yo: en primer lugar, porque si decides mover las piernas al azar ya me llevas ventaja, pues yo en mis sueños no decido nada. De por sí esta situación ya resultaría angustiosa, pero todavía queda lo peor.
A medida que no consigo avanzar hacia donde debo ir, la gravedad cae en picado. Como consecuencia, cualquier intento inútil por dar un paso hacia una dirección se convierte en un salto enorme hacia varias partes a la vez contra el que trato de luchar inútilmente. Todo lo que logro es volver a pisar el suelo y no perderme como un globo infantil en un parque. Luego salgo otra vez despedido sin que las piernas dejen de moverse por un instante.
Para colmo, en estas pesadillas hay siempre una urgencia que me obliga a intervenir y de la que no me consigo acordar ni siquiera en los instantes después de despertarme. Lo que queda, a veces durante todo el día, es una sensación de angustia honda, muy honda.
A ver si antes de volver a soñar algo parecido, entra aquí algún intérprete de sueños y me lo explica. Yo he buscado por Internet y sólo encuentro dientes que se caen y otros clásicos que deben aparecer en todos los libros sobre sueños.
Otros sueños, llamémosles pesadillas, se me repiten cada cierto tiempo y, a pesar de que siempre presentan los mismos elementos, me crean una gran angustia. No es que sean particularmente terroríficas, es que me las creo de principio a fin.
Las noches que duermo poco sueño con un cóctel de todo lo que me ha llamado la atención durante las últimas horas. Por suerte, cuando entro en esas fases de recopilación de datos, durante el sueño soy consciente de que aquello no va muy en serio. La prueba es que me despierto varias veces y luego continúo con la historia, como si inconscientemente decidiera seguir... a ver qué pasa.
Otros sueños, llamémosles pesadillas, se me repiten cada cierto tiempo y, a pesar de que siempre presentan los mismos elementos, me crean una gran angustia. No es que sean particularmente terroríficas, es que me las creo de principio a fin.
La verdad es que mi pesadilla no tiene un tema particular. Tampoco presenta unos personajes fijos. El protagonista soy yo y lo que se repite son mis circunstancias: trato de andar y me entra una especie de baile de San Vito y no consigo mantener las piernas quietas.
Esto, así contado, puede dar mucha risa, pero imagínate tratando de andar hacia un punto y que las piernas se muevan aleatoriamente. Por mucho que intentes hacer la prueba, nunca lo experimentarás como yo: en primer lugar, porque si decides mover las piernas al azar ya me llevas ventaja, pues yo en mis sueños no decido nada. De por sí esta situación ya resultaría angustiosa, pero todavía queda lo peor.
A medida que no consigo avanzar hacia donde debo ir, la gravedad cae en picado. Como consecuencia, cualquier intento inútil por dar un paso hacia una dirección se convierte en un salto enorme hacia varias partes a la vez contra el que trato de luchar inútilmente. Todo lo que logro es volver a pisar el suelo y no perderme como un globo infantil en un parque. Luego salgo otra vez despedido sin que las piernas dejen de moverse por un instante.
Para colmo, en estas pesadillas hay siempre una urgencia que me obliga a intervenir y de la que no me consigo acordar ni siquiera en los instantes después de despertarme. Lo que queda, a veces durante todo el día, es una sensación de angustia honda, muy honda.
A ver si antes de volver a soñar algo parecido, entra aquí algún intérprete de sueños y me lo explica. Yo he buscado por Internet y sólo encuentro dientes que se caen y otros clásicos que deben aparecer en todos los libros sobre sueños.
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