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Un ejemplo de postoperatorio en la sanidad pública catalana

Sin una sanidad de calidad, estamos perdidos.
Antes de darte el alta, tienes el privilegio de hablar con un médico de urgencias durante tres minutos. Te da un papel y unas recetas. Adiós, muy buenas.

En casa, te lees el papel. En resumen: no hagas nada hasta que te toque la visita en el hospital. Sólo si sangras como un carnero de la Biblia, dirígete a Urgencias en el horario correspondiente.

Claro que acostado en la cama y tras contar una y otra vez las irregularidades del techo de la habitación, te surgen dudas: ¿podré coger al autobús a pesar del aire acondicionado? ¿Es normal que me duelan los ojos si me han operado la nariz? Revisas el papel, pero tu desvarío no aparece.

En Internet a nadie le ha pasado o, peor aún, encuentras casos de gente que sangra por los ojos o saca mocos por las orejas. El paraíso de un hipocondríaco.

Llamas al hospital y te pasan con una secretaria del doctor que te ha llevado la operación. Te recuerda que tienes una visita dentro de una semana. Si te encuentras grave, siempre puedes ir a Urgencias. Le insistes con tu problema. Te cuelga.

No puedes hablar con el médico desde tu casa. No hay una dirección de correo electrónico. Ningún consejo. Ningún apoyo. Resignación cristiana.

Y todavía quieren recortar gastos en la sanidad pública catalana. En el caso del Hospital de Sant Pau, hay goteras y se caen cachos en un edificio que tiene un par de años. Los enfermeros y médicos se quejan de turnos abusivos. Surgen rumores de todo tipo, como que la Generalitat impondrá una temperatura única para todas las habitaciones. 25 grados. Da lo mismo si da el sol o todo el día está a la sombra. Pero la realidad se impone, el próximo cierre del Hospital Dos de Maig será, se lamentan, los trabajadores del Sant Pau "un caos, porque tendrán que asumir todas las urgencias".

El propio hospital está empapelado de carteles que avisan del riesgo de que sus servicios no cumplan el objetivo para el que fueron creados: cuidar la salud de la gente. Lástima que no haya tantos cárteles por fuera. Al enfermo que está hospitalizado en Sant Pau, le puede parecer una broma macabra. A fin de cuentas, los ingresados y sus visitas tardan poco tiempo en sensibilizarse de que el sistema al completo se va al garete. Hace falta que los demás, los que tienen la suerte de no pisar un hospital, también sean conscientes de lo que está ocurriendo.

Por mi parte, ya he cumplido con Artur Mas. He contribuido al ahorro. Ni me pusieron la tele ni me dieron de cenar. Y eso que no lo voté.

Claro que el Rey tampoco lo votó y sí que tiene un postoperatorio de calidad.

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