Tiene que ser breve, atractivo, provocador y mentiroso.
Pues bien, ahí va: la mayoría de los hombres somos unos cobardes y nos liamos con vosotras porque nos acojona acercarnos a chicas como las de la foto.
Además, nos encanta el verano porque nos ponemos las botas haciendo lo único que sabemos hacer con las chicas guapas y atractivas: salivar de gusto.
Y si tu novio sólo se pone las gafas de sol para ir a la playa... Ése es de los nuestros.
¿Para qué le das al botón de seguir leyendo? He dicho que era breve, atractivo, provocador y... mentiroso. Pero merece la pena siempre ir más allá para encontrar la verdad. ¿Estás seguro?
Pues bien, ahí va: la mayoría de los hombres somos unos cobardes y nos liamos con vosotras porque nos acojona acercarnos a chicas como las de la foto.
Además, nos encanta el verano porque nos ponemos las botas haciendo lo único que sabemos hacer con las chicas guapas y atractivas: salivar de gusto.
Y si tu novio sólo se pone las gafas de sol para ir a la playa... Ése es de los nuestros.
¿Para qué le das al botón de seguir leyendo? He dicho que era breve, atractivo, provocador y... mentiroso. Pero merece la pena siempre ir más allá para encontrar la verdad. ¿Estás seguro?
Comentarios
David, tienes un humor a lo Esteso y Pajares pasado de moda.
Señor Navarro, basta ya de estereotipos.
Ciudadano Navarro, en el Caleidoscopio Térmico tocabas temas importantes y no chorradas.
Tenéis razón, pero el Gran Wyoming hace lo mismo cada noche y lo aplauden decenas de miles de personas (yo entre ellos).
El humor siempre va codificado. No es lo mismo un gag con un personaje gay en Aída que en The Flying Circus. En la primera serie el código es: "están entre nosotros, los aceptamos, pero mira que son raros y cuánta pluma tienen" y en The Flying Circus es "todos los que juzgan a alguien por su condición sexual son tan garrulos como los personajes de este sketch".
Santiago Segura y el artífice de Borak y Brüno dejan caer la ambigüedad: "nos reímos de los sectores menos poderosos de la sociedad, pero también de los que se burlan de ellos".
En Aquí no hay quien viva, sin embargo, no tienen reparos en pintar a un marginado como un drogata cachondo y medio alelado y, en cambio, dibujar una pareja gay casi normalizada (con sus problemas, etc.), aunque se corre un tupido velo en cuanto al sexo que no se aplica a los personajes heteros. En A dos metros bajo tierra superan este concepto, pero ya son palabras mayores.