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El transfondo de la matanza de Noruega (II y final)

A ti te escandaliza la bandera, a mí, la violencia.
 Osado que soy, me propongo compartir una reflexión para evitar que los prejuicios xenófobos y racistas se abran camino en nuestras benevolentes y demasiado permeables conciencias. No vamos a cambiar el mundo, pero sí tenemos la obligación moral y vital de aspirar a vivir en un lugar civilizado.

Las personas y sus asociaciones tienen derecho a ser insolidarios, materalistas, proteccionistas, religiosos y todo lo que les dé la gana dentro de los límites de la legalidad y de la ética. Sin embargo, no se puede admitir ni por un momento este listado de falacias que corren de boca en boca incluso por los sectores menos politizados de la sociedad.

1) En nuestro país sólo caben los oriundos.

2) Los inmigrantes pobres sólo pretenden robar, matar, etc.

3) Hay colectivos de por sí más peligrosos que otros.

4) El objetivo inconfeso de los inmigrantes es transformar nuestra sociedad a su gusto, desterrarnos de nuestras casas para siempre y quedarse con nuestras riquezas.

5) Hay que defender la patria y la religión legítima a sangre y fuego.

6) Existe el peligro real de que los comunistas vuelvan a hacerse con el poder para anular las libertades de los individuos.

Argumentar por qué los anteriores puntos son falacias me llevaría algunas páginas y me temo que no descubriría nada nuevo. El sentido común ya te debería advertir de la insensatez de estas ideas. Intenta demostrar cualquiera de las frases anteriores. No podrás. Sin embargo, sí puedes encontrar ejemplos que te las desmientan categóricamente.

Me desmiento, hago un repaso rápido.

1) ¿España para los españoles? Entonces, ¿obligamos a los que emigraron de este país a volver? ¿Consideras que los que se fueron a buscar una vida mejor lo hicieron solamente por gusto? ¿Son antipatriotas? No, son personas que creyeron que la felicidad de ellos y de sus familias estaba por encima de las fronteras.

2) Los inmigrantes que llegan a España son pobres, porque si fueran ricos seguramente prefirirían quedarse en su tierra con los suyos. ¿Todos delinquen? Algunos no sólo no son delincuentes sino que ofrecen mano de obra muy barata a los empresarios, la mayoría españoles, que no encuentran quién se suba a los andamios o les recoja las cosechas.

3) Los únicos colectivos peligrosos de por sí son los que obedecen un credo malicioso, como las mafias o los grupos terroristas. Creer que todos los musulmanes están de acuerdo, se conocen y comparten el odio contra los españoles es signo de enfermedad mental.

4) El objetivo de los inmigrantes tiene que ver más con el presente que con el futuro. Los cuatro que se puedan permitir el lujo de planificar el futuro y, además, consideren la posibilidad de darle la vuelta a Occidente están entre los terroristas más buscados.

5) A mí el heroísmo me sale cuando se comete una injusticia. La religión pertenece a mi intimidad y la patria es un invento artificial que no me convence. De todas maneras, los españolistas, catalanistas o batasunos tienen que despertar de su ilusión: la invasión ya se ha consumado. Somos vasallos de Estados Unidos y los chicos del café de Europa.

6) Respecto al último punto, es casi de risa. Los partidos que, a día de hoy, enarbolan la bandera de la izquierda están tan lejos de Marx y Engels como la derecha. Por no hablar del estalinismo, el castrismo, etc.

En España hay unos pocos partidos que se atreven a defender propuestas xenófobas para analfabetos funcionales, cobardes y fanáticos, pero más que propuestas como la del catalán Anglada, que responden a un malestar mal canalizado de la enésima crisis económica, a mí me preocupan las perlas que otros partidos, como PP y CIU, y algunos políticos como Bono del PSOE, dejan caer de vez en cuando.

Me refiero a las famosas medias tintas, instrumentos para alcanzar, de tapadillo, las conciencias de los sectores de la población peor informados o más manipulables. Cuando hace apenas cuatro años Duran i Lleida salía en los carteles propagandísticos diciendo que “en Catalunya no caben todos”, o el PP no deja de recordarnos que hay que cerrar las fronteras, o se pasean por los barrios marginales de Badalona prometiendo a los catalanes que gitanos, rumanos y musulmanes se irán a sus países en cuanto ostenten el poder, en el fondo, hacen más daño que la Falange o los batasunos.

Básicamente, a los radicales ya los conocemos. Sabemos qué quieren, cómo lo quieren conseguir, dónde están e incluso cómo se llaman. Las medias tintas que fabrican la xenofobia se cuelan por las noticias y el sentir popular como cualquier otra influencia.

Propongo, pues, la tolerancia cero a la xenofobia. Personalmente, he tenido muchos alumnos musulmanes y no he visto nada que luego no haya comprobado en alumnos católicos, con la catalanidad de origen.

Claro que las falacias que mencioné unas líneas antes siempre tienen un asidero de verdad, pero eso no las convierte en verdades. Es cierto que algunas personas en la más ingente pobreza vienen a España a delinquir, pero también vienen mafias de todos los puntos del Planeta, ¿y podemos decir que son pobres, musulmanes o anticristianos?

Tenemos que tener cuidado también con la amplitud de nuestro espectro. Está demostrado que, a pesar de Internet y de la facilidad de viajar por todo el Mundo, seguimos restándole importancia a las injusticias y tragedias que se alejan en la distancia, en la cultura, en la religión de nuestra idea de una sociedad española compacta: más o menos blanca, más o menos católica, que hable español, etc.

A ver su coincides en mi hipótesis: el impacto que la matanza en Noruega ha causado en tu entorno sería todavía mayor si hubiera sucedido en Portugal, Francia o Italia. Por no hablar de un hipotético caso español.

A su vez, los atentados semejantes en África o Asia sólo nos merecen una mirada de reojo en los informativos. Luego se olvida.

Atentos, pues, con nuestras creencias. Separemos los miedos de la realidad, e incluso de nuestros traumas personales y capítulos concretos de nuestra vida (que si un día vimos a una rumana robarle la cartera a alguien, que si cuentan que un gitano esto o lo otro... ¡No se puede generalizar!). La estabilidad y la paz son mucho más frágiles de lo que nos pensamos y, desde luego, dejarlo todo como está no es garantía de nada.

Imagen vía El antifascismo está despierto (no conozco a fondo el blog, por tanto no comparto sus opiniones, sólo he tomado prestada la imagen)

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