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Acribillar a un cantautor a tiros es un suicidio

Nadie podrá matar su legado.
Los que usan ametralladoras y pistolas para acallar la voz de un cantante que se ha comprometido con su verdad, no sólo son unos criminales. Son sobre todo estúpidos y cobardes.

A partir de su asesinato han creado un mito cuya voz no van a poder acallar jamás. Las canciones de Facundo Cabral sobrevirán a sus asesinos, a los nietos de los que los mandaron apretar el gatillo y, si el Mundo no estalla, a todas las generaciones que les sucedan.

Habrían hecho mejor en formar a uno de los criminales como cantante para que reivindicara su idea de la vida, tan contrapuesta, en apariencia, con la de Facundo Cabral. Seguramente ni se les pasó por la cabeza, porque Facundo podía escribir, cantar, tocar un instrumento y ser el portavoz de muchas minorías. Los sicarios y sus jefes no sirven más que para tres o cuatro actividades para tontos. Y la mayoría de lo que hacen es completamente estéril cuando no matan, obligan a la prostitución o distribuyen su droga, pues entonces son una malísima hierba que hay que exterminar sin demora.

A Facundo Cabral sólo lo han perdido sus familiares y sus amigos íntimos. Los demás lo vamos a encontrar siempre donde canta Víctor Jara, John Lennon y tantos otros que han sobrevivido a la muerte.

El sicario y su amo quedarán retratados en abstracto en alguna película violenta, más de un documental, y no pocos libros baratos. Pero sí el que mató a Facundo Cabral se llamaba Francisco o Javier a nadie le importará. Que no se busquen en la Historia, ni siquiera en la lista de personajes más odiados (futil y perecedera) porque ni allí van a destacar.

Además, los asesinos cobardes y estúpidos todavía no han caído en que todos hemos de morir. Posiblemente, los últimos días de Facundo Cabral, con su cáncer a cuestas, habrían sido los más complicados de su vida. De alguna manera, sin saberlo, sus asesinos podrían haberle hecho un favor.

Una comisión de la ONU investigará la muerte en Guatemala del cantautor argentino. Yo creo que está bien que salga a relucir la verdad. Pero no es suficiente. En muchos países de Latinoamérica la vida no vale un pimiento y ya que los gobiernos no consiguen detener la vorágine criminal, quizá la ONU (no es que confíe mucho en este organismo, pero es lo que hay) debería investigar en todos y cada unos de los países que se levantan cada día con decenas de muertos inocentes en la cuneta.

De momento, pienso comprarme un par de discos de Facundo Cabral. Quizá terminé leyendo alguna biografía del trovador e incluso viendo la previsible película.

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