Durante un tiempo me torturé tratando de recordar las situaciones más agradables que había vivido. Me lo había pedido mi psicoterapeuta, y por el dinero que me sacaba por hora, más me valía ponerme a ello con verdadero entusiasmo. Luego, llegaba el momento de la consulta y me veía incapaz de darle una respuesta sincera, así que, para no parecer un ser anodino y triste, me inventaba situaciones, más o menos basadas en mis recuerdos y en algún que otro tópico, las tardes de playa en verano (detesto la playa), conducir por la noche (no conduzco), acampar en mitad de un bosque (me aterrorizan los animales silvestres). Así, fui malgastando el tiempo y el dinero sesión tras sesión hasta que no pude más. Tras recibir una bronca por parte de la psicoterapeuta, “si no pones de tu parte, va a ser imposible”, se lo confesé: cada vez que intento recordar algún momento bonito, me bloqueo. Es más, desde que me lo pediste, creo que se me han disparado los niveles de ansiedad. La psicoterapeuta soltó