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Conclusiones del debate: Rajoy no conoce su programa

El triunfador de la noche.
Me quedo con esa conclusión, porque todo lo demás ya lo sabíamos: Rubalcaba habla y Rajoy lee fichas. La sorpresa la ha puesto el socialista al estrenarse como reportero. Ha demostrado saberse el programa del PP a pies juntillas y, de paso, ha puesto en evidencia a Rajoy que no parece haberse leído su propio programa.

El problema es que Alfredo Pérez Rubalcaba, al ejercer de periodista, ha cometido un error estratégico grave: si Rubalcaba pregunta a Rajoy, automáticamente se coloca por debajo de su rival. Es decir, el socialista ejerce la oposición antes de la elecciones, por lo que designa a Rajoy como nuevo presidente del gobierno. Lo peor de todo es que, al invertir tiempo y energías en sacarle la agenda oculta, Rubalcaba no ha defendido suficientemente sus propuestas.

Y la obligación de Rubalcaba era convencer al espectador de que se trata de una opción ganadora. Pero para ello tenía que desmarcarse de Zapatero y no lo ha hecho. Eso y luchar contra los elementos.

Sin embargo, hay asuntos más graves. Ninguno de los dos candidatos ha hablado de corrupción. Obviamente, lo han pactado. Tampoco han hablado del 15-M, ni de la inmigración ni de ecología ni de tantos otros temas. ¿Qué me parece lo peor de lo peor? Que ninguno de los dos ha conseguido darnos una idea del futuro que nos espera.

Y sin ánimo de ser agoreros, este debate significa un paso atrás en la democracia. Antes había dos debates. Ahora sólo uno. Y no sólo eso, sino que el resto de partidos políticos sigue sin tener la opción de contrastar sus opiniones con los representantes del bipartidismo.

Tanto que presumen de democracia, deberían plantearse la obligatoriedad de realizar tres o cuatro debates por campaña y, como mínimo, dos de ellos con varios partidos políticos con representación parlamentaria.

Hablando de propuestas democráticas, ¿hay algo más urgente que implantar un sistema de listas abiertas?

Mirad, a mí se me ponen los pelos de punta cuando pienso en la cantidad de asesores que determinan nuestro destino y que no han sido elegidos en ninguna lista. ¿Por qué no descartan a tanto militante inútil para la política y nos dicen los nombres y apellidos de los famosos asesores? O sea, ya no pido conocer a todos y cada uno de los políticos, que me parece básico. También creo que tendríamos que saber quién narices toma las decisiones. Y cuando es un secreto a voces que los principales líderes políticos consultan todo lo que hacen y dejan de hacer con un amplio equipo de personas, los ciudadanos necesitamos saber de dónde salen esos personajes tan influyentes.

Tres datos más y termino ya, porque prometí no dedicarle ni un artículo más a este tema.

Rajoy se dirige a la nación española en su despedida. Rubalcaba habla de país. La Constitución dice que España es un estado plurinacional. Queda dicho.

Las encuestas de las televisiones dan como claro ganador a Rajoy. Yo me equivoqué al pensar y publicar que Rubalcaba se cenaría a Rajoy, pero no me parece que las encuestas sean justas. Más bien creo que la gente ha opinado en virtud de su intención de voto. Son dos temas muy distintos, pero si los españoles votan en las elecciones locales pensando en las generales, es lógico que confundan lo que han visto en el debate con lo que desean que ocurra el 20-N.

Y me quedo con la sonrisa perfecta del ideólogo más pérfido del PP, Esteban González-Pons. Salía feliz como una perdiz del camerino de Rajoy junto a Ana Mato. A quién no hemos visto es a los asesores que, en tropel, señalaban el camino de los dos candidatos. Ni los veremos.

Comentarios

David N. Lloret ha dicho que…
No sé qué os parece, pero a varias horas de distancia la estrategia de Rubalcaba cobra algo de sentido. Ahora lo veo como el partido de vuelta de una final a dos partidos. Imaginemos que Rubalcaba, el campeón del año anterior, encajó un cinco a cero en la ida. ¿Qué harías si entrenaras a un equipo que necesita remontar un 5-0 contra un equipo que le basta con empatar y que, además, está mucho más en forma?
Por otra parte, ojalá la política española no resistiera una comparación con el fútbol.

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