Un ejemplo de intolerancia absoluta. |
Por eso saco este tema con retraso. Para los no catalanes: cada 11 de septiembre se celebra la Diada, o día grande, de Catalunya, que conmemora la derrota de los catalanes por los partidarios de Felipe V. A partir del ascenso al trono del primer Borbón, Catalunya fue perdiendo derechos, coincidiendo con el centralismo de los siguientes reyes y soportando las represalias de los distintos regímenes autoritarios que vieron en los catalanes un pueblo peligroso. Por tanto, esta fiesta es en realidad un homenaje a las víctimas del centralismo español. Un supuesto controvertido históricamente que, sin embargo, representa para muchos catalanes la ocasión perfecta de mostrar con orgullo sus rasgos identitarios.
Por supuesto, los que no sienten el menor cariño por la lengua y la cultura catalana, a pesar de vivir allí, se lo toman como un día libre más. Pero para muchos catalanes, a pesar de los políticos con tendencias nacionalistas que tratan de apropiarse de sus ideales y sentimientos, la Diada es importante. Merecen respeto. Pero vamos al asunto que toca.
Con ocasión de la pasada Diada a Alberto Rivera y los suyos se les ocurrió montar un show llamado "Vamos a contar Diadas", que se complementa con una página web propia (no cuelgo el enlace para no darle publicidad). En lugar de decir chorradas a la multitud como el resto de partidos políticos o tomárselo en serio y difundir su mensaje a los catalanes en un ambiente festivo, Alberto Rivera montó una carpa en una zona tirando a pija de Barcelona.
Los que aprovecharon el día de fiesta para unirse a la celebración en el Passeig de Sant Joan o, simplemente, pasaron un día de asueto, tuvieron la posibilidad de entrar en la página web Vamos a contar diadas. Algunos se debieron sentir ofendidos nada más iniciar el test de Ciudadanos. El aplicativo adopta un papel de enteradillo que parece fundarse en la idea de que los catalanes son ignorantes por no acertar con las respuestas. Mal comienzo.
Para tratar de comprender por qué Ciudadanos sigue insistiendo en dividir a los catalanes (más aún) hay que pasar el test y después, sólo después, se accede a los argumentos principales del grupo:
El principal insiste en recordar que la Guerra de Sucesión, y no de Secesión, no tuvo tanto que ver con la independencia de Catalunya sino con la lucha entre los partidiarios de Carlos de y Felipe V. Supongo que no esperarán que en las fiestas patronales dedicadas a supuestos santos, santas y vírgenes todo el mundo sepa el motivo de la celebración. Y quiero pensar que Alberto Rivera tiene una titulación en Historia y un saber enciclopédico que le permite disfrutar a tope de cualquier fiesta del calendario o renunciar al placer y cabrearse como un simio.
Después, tratan de resaltar lo bien que se portó Felipe V con los catalanes. Algo que, efectivamente, ocurrió en un principio, pero que cambió totalmente de signo con las medidas revanchistas del Borbón que llevó a cabo una política brutal contra los derechos de los Países Catalanes. Vaya que Ciudadanos parte el pastel de la Historia ppor dónde le da la gana y toma sólo el trozo que le interesa.
Para colmo, se las dan de listillo con el origen de la palabra "botifler", cuando importa más el sentido con el que se usa actualmente en catalán: traidor a la causa catalanista. Por lo visto también hay que saber mucho de etimología para no ser un ignorante en la vida.
Más adelante, citan como un punto importante para desmontar el catalanismo de la Guerra de Secesión que a favor de Carlos de Austria también luchasen Madrid y Toledo. ¿Entonces es malo que los catalanes de entonces compartiesen causa con otros lugares de España?
Señalan con acierto que Rafael Casanova no murió en ninguna batalla contra los partidarios del Borbón. Y van más lejos: insinúan que Catalunya le importaba un bledo. ¿El motivo? Que Casanova hablaba del bien de España. Lo que ocurre, y no dicen, es que a principios del siglo XVIII se podía presumir de ser catalán y español sin que nadie te acusara de incongruente.
De todas maneras, el principal argumento de Ciudadanos, donde más hincan la uña (o lo intentan), es que esta tradición nació en el siglo XIX con errores como el de considerar a Casanova un mártir por la causa.
Pues muy bien. ¿Y qué importa? Ahora es un símbolo del catalanismo y es lo que cuenta.
¿Acaso los cristianos dejan de celebrar la Navidad el 25 de diciembre aunque se sabe a ciencia cierta que Jesucristo no nació ese día ni de casualidad?
Si nos ponemos así, la gran base de la cultura judeocristiana, la que sostiene a todo Occidente, tiene más mentiras e inexactitudes que aciertos y verdades. ¿Derrocamos entonces toda la tradición y cultura de todos los pueblos? Quizá no sería mala idea, pero me temo que es totalmente imposible y, además, cambiar unos símbolos, unas fechas y unos nombres por otros no arregla nada.
Me parece una falta de respeto absoluta a los catalanes descalificar una Diada que tanto significa para muchos utiizando argumentos torticeros, porque no hay nada más fácil de manipular que la Historia.
Y sigo: más les valdría a Ciudadanos haberse sumado a la fiesta desde su punto de vista crítico y, a poder ser, constructivo. Pero, por algún motivo, esta forma de actuar no entra en los planes de Rivera y los suyos. En lugar de echar estiercol sobre un día de fiesta, podrían denunciar que determinados sectores catalanistas se apropien de la Diada o, mejor aún, podrían denunciar los recortes sociales de CIU y la pasividad de la oposición. Esto, sin duda, sería menos mediático.
Se ve que en la Tierra Media de los políticos siempre hay guerra de elfos contra orcos. Claro, visto así, cualquier momento y cualquier arma es buena si se adecúa a los informes que los asesores han preparado para ganar más cuota de votantes. Qué asco.
Ojo, la insistencia de Ciudadanos en cargarse la Diada es una versión agresiva del ninguneo del PP a la fiesta de los catalanes. Pero si repruebo estas acciones, tampoco me parece bien que sobre todo ERC y CIU saquen pecho anunciando la rebelión de los independentistas para, al día siguiente, plegarse a sus intereses económicos y partidistas.
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