A los pocos días de que Estados Unidos matara al webmaster de Alqaeda (y no es cachondeo, así lo presentaron casi todos los medios), la OTAN detuvo al líder extremista de la red Haggani. Automáticamente todo el mundo pensó: EE.UU. mata sin miramientos. La OTAN no.
Hasta que Rusia dijo que el apoyo de la alianza atlántica a los rebeldes en Libia causó más muertos entre los civiles que entre los militares. Vaya, que todos son iguales. En realidad, no. Dentro de poco se estrenará (esperemos) un documental sobre un crío que lleva nueve años prisionero en Guantánamo. Documental que ojalá sirva para que lo saquen de su cruel encierro (que a los estadounidenses se les caiga la cara de vergüenza queda descartado).
Mientras todo esto sucedía en el mundo, en España seguía la jarana. Nuestro Gobierno no da tregua. Efectivamente, los norteamericanos son unos animales y en la OTAN se mata que da gusto, pero nadie nos gana a gilipollas. Por eso, Zapatero salió a celebrar con la prensa el escudo antimisiles de la base de Rota. Y el PP, rabia que te rabia (pero ésa es otra historia). En cualquier caso, España se consolida como diana predilecta de los enemigos de Estados Unidos (a los islamistas les pilla de camino) y se multiplica el gasto armamentístico, aunque lo disfracen de negocio redondo para los rotenses.
Muy cerca de Rota, Sevilla se avergonzó de sí misma al verse caricaturizada por la boda de la gran terrateniente de España y el hombre del trillón de euros Ni siquiera a los británicos, que tanto les llama la atención el folklore andaluz, les hizo gracia el chocheo de la Grande de España. Una cacicada más que aquí sólo pasó como un divertimento (excepto para los sevillanos, más pendientes de su fama que de su drama).
Sin embargo, al día siguiente la prensa internacional subrayaba el bochorno de ver como un país que se hunde en la crisis se permite perder el tiempo en los dislates de una octogenaria. Nadie hizo esta lectura en el país que me parió.
Curiosamente, el jueves por la noche, el programa de humor El Intermedio vaciaba la hemoreteca y sacaba varias intervenciones del expresidente Aznar en las que, desde hace seis años, pone por los suelos la credibilidad de España en los mercados. Pero eso no escandalizó a nadie.
Visto lo visto, es para desear que nos echen de Europa. Al menos tendrán que buscar los bufones en otros socios no menos graciosos, caso de Italia sin ir más lejos.
Hasta que Rusia dijo que el apoyo de la alianza atlántica a los rebeldes en Libia causó más muertos entre los civiles que entre los militares. Vaya, que todos son iguales. En realidad, no. Dentro de poco se estrenará (esperemos) un documental sobre un crío que lleva nueve años prisionero en Guantánamo. Documental que ojalá sirva para que lo saquen de su cruel encierro (que a los estadounidenses se les caiga la cara de vergüenza queda descartado).
Mientras todo esto sucedía en el mundo, en España seguía la jarana. Nuestro Gobierno no da tregua. Efectivamente, los norteamericanos son unos animales y en la OTAN se mata que da gusto, pero nadie nos gana a gilipollas. Por eso, Zapatero salió a celebrar con la prensa el escudo antimisiles de la base de Rota. Y el PP, rabia que te rabia (pero ésa es otra historia). En cualquier caso, España se consolida como diana predilecta de los enemigos de Estados Unidos (a los islamistas les pilla de camino) y se multiplica el gasto armamentístico, aunque lo disfracen de negocio redondo para los rotenses.
Muy cerca de Rota, Sevilla se avergonzó de sí misma al verse caricaturizada por la boda de la gran terrateniente de España y el hombre del trillón de euros Ni siquiera a los británicos, que tanto les llama la atención el folklore andaluz, les hizo gracia el chocheo de la Grande de España. Una cacicada más que aquí sólo pasó como un divertimento (excepto para los sevillanos, más pendientes de su fama que de su drama).
Sin embargo, al día siguiente la prensa internacional subrayaba el bochorno de ver como un país que se hunde en la crisis se permite perder el tiempo en los dislates de una octogenaria. Nadie hizo esta lectura en el país que me parió.
Curiosamente, el jueves por la noche, el programa de humor El Intermedio vaciaba la hemoreteca y sacaba varias intervenciones del expresidente Aznar en las que, desde hace seis años, pone por los suelos la credibilidad de España en los mercados. Pero eso no escandalizó a nadie.
Visto lo visto, es para desear que nos echen de Europa. Al menos tendrán que buscar los bufones en otros socios no menos graciosos, caso de Italia sin ir más lejos.
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