Algunos saldrán, hoy 12 de octubre, a reivindicar su españolidad de manera convulsa, como si alguien les amenazara por ser españoles. La verdad es que son pocos y a nadie les importa un bledo.
Lo malo es que muchos españoles tienen el día de fiesta y no se paran a reflexionar sobre la barbaridad que están celebrando. Se trata, ni más ni menos, de la defenestación de un continente hasta el punto de que la gran mayoría de aborígenes americanos desaparecieron junto a su cultura y hubo que esclavizar al Africa negra para seguir extrayendo recursos naturales.
Este día festivo se llamó Día de la raza en varios tramos de su corta historia (desde la primera década del siglo XX) y lo curioso es que muchos países de América lo adoptaron tal cual. Claro que entonces cabe la posibilidad de que la idea naciera cargada de buenas intenciones. Hoy suena ilusorio que, con lo que sabemos, alguien confíe en que esta festividad tenga algo que ver con la supuesta hermandad del mundo hispanoparlante.
Dado que poca gente sabe qué narices se celebra el 12 de octubre y los que lo saben no parecen muy contentos, no me entra en la cabeza que todavía siga vigente la hispanidad, que se interpreta como una loa al viejo imperio español que tuvo su principio y su final con la empresa de Colón. Aquella gesta naútica dio gloria a Castilla, pero sólo acarreó el genocidio, la explotación de los indígenas y una masacre en todos los sentidos (en el nombre de la religión). Ya puestos, ¿por qué no festejar la expulsión de los judíos? ¿qué tal la quema de brujas por parte de la Inquisición?
Y si se celebra la hispanidad, ¿no habría que rendir tributo a los muertos en aquella conquista salvaje? Yo me pongo en el lugar de un latinoamericano y creo que es lo mínimo que se merecen.
Si a alguien se le ocurre cambiale el nombre y llamarle españolidad, entonces entramos en una problemática distinta. Será complicado encontrar el consenso entre los españoles para señalar los rasgos que nos unen a todos. A Franco no le costó nada unir los toros con el flamenco y el sol. Pero ahora corren otros tiempos y se impone una actualización, puesto que las plazas de toros suelen estar vacías, el buen flamenco escasea, y el sol provoca abusos urbanísticos y, en ocasiones, cáncer.
Mi propuesta es que celebremos la xenofobia, el enchufismo, el catolicismo de cara a la galería, el despilfarro, la falsedad, la ignorancia, el cotilleo, la corrupción política y la prepotencia de creernos el ombligo del mundo, un virus mortal que algunos propagaron en los noventa.
Pero, bien mirado, todo esto lo celebramos cada día. Sólo hay que leer el diario.
¿Pesimista? Teniendo en cuenta que ni siquiera está claro que España conquistara América, que no considero que los americanos necesitaran ser conquistados y que vivo en uno de los países más corruptos y con menos futuro económico de Europa, podemos decir que me he quedado corto.
Lo malo es que muchos españoles tienen el día de fiesta y no se paran a reflexionar sobre la barbaridad que están celebrando. Se trata, ni más ni menos, de la defenestación de un continente hasta el punto de que la gran mayoría de aborígenes americanos desaparecieron junto a su cultura y hubo que esclavizar al Africa negra para seguir extrayendo recursos naturales.
Este día festivo se llamó Día de la raza en varios tramos de su corta historia (desde la primera década del siglo XX) y lo curioso es que muchos países de América lo adoptaron tal cual. Claro que entonces cabe la posibilidad de que la idea naciera cargada de buenas intenciones. Hoy suena ilusorio que, con lo que sabemos, alguien confíe en que esta festividad tenga algo que ver con la supuesta hermandad del mundo hispanoparlante.
Dado que poca gente sabe qué narices se celebra el 12 de octubre y los que lo saben no parecen muy contentos, no me entra en la cabeza que todavía siga vigente la hispanidad, que se interpreta como una loa al viejo imperio español que tuvo su principio y su final con la empresa de Colón. Aquella gesta naútica dio gloria a Castilla, pero sólo acarreó el genocidio, la explotación de los indígenas y una masacre en todos los sentidos (en el nombre de la religión). Ya puestos, ¿por qué no festejar la expulsión de los judíos? ¿qué tal la quema de brujas por parte de la Inquisición?
Y si se celebra la hispanidad, ¿no habría que rendir tributo a los muertos en aquella conquista salvaje? Yo me pongo en el lugar de un latinoamericano y creo que es lo mínimo que se merecen.
Si a alguien se le ocurre cambiale el nombre y llamarle españolidad, entonces entramos en una problemática distinta. Será complicado encontrar el consenso entre los españoles para señalar los rasgos que nos unen a todos. A Franco no le costó nada unir los toros con el flamenco y el sol. Pero ahora corren otros tiempos y se impone una actualización, puesto que las plazas de toros suelen estar vacías, el buen flamenco escasea, y el sol provoca abusos urbanísticos y, en ocasiones, cáncer.
Mi propuesta es que celebremos la xenofobia, el enchufismo, el catolicismo de cara a la galería, el despilfarro, la falsedad, la ignorancia, el cotilleo, la corrupción política y la prepotencia de creernos el ombligo del mundo, un virus mortal que algunos propagaron en los noventa.
Pero, bien mirado, todo esto lo celebramos cada día. Sólo hay que leer el diario.
¿Pesimista? Teniendo en cuenta que ni siquiera está claro que España conquistara América, que no considero que los americanos necesitaran ser conquistados y que vivo en uno de los países más corruptos y con menos futuro económico de Europa, podemos decir que me he quedado corto.
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