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Reciclemos la pérdida de la dignidad

Nos están arrancado la dignidad con un pelapatatas de fabricación en serie y materiales poco nobles. Y no nos estamos resistiendo lo suficiente. Algunos ni se están dando cuenta. ¿La digni... qué?

Empiezo de nuevo: se nos están burlando en la jeta cada día. La última patada en el entendimiento (y el corazón) es el anuncio de una suma millonaria que crece a diario sobre la salvación de Bankia con dinero público. Al mismo tiempo nos dicen que no es dinero público, que no saldrá de nuestros bolsillos. ¿De dónde si no?

Incluso el pacífico Zapatero permitió que durante su mandato España exportará más armas que nunca (aunque la noticia viene con trampa: ¿aviones de transporte contabilizados como armas?). Da igual, las personas de izquierda no queremos que se trafique con armas y menos a países incendiarios como Ghana y, perdón, Venezuela.

Lo malo será que, como no podemos defendermos de tanta violación sistemática, acabemos llevando al terreno privado la frustración por la pérdida de la dignidad. Y, por ejemplo, castiguemos al perro sin comer, ensuciemos la escalera a propósito cuando le toque fregar al vecino que pone la música alta o casos infinitamente más graves (violencia de género o doméstica o como se tenga que decir ahora).

Propongo que canalicemos esta reacción tan violentamente humana dándole la vuelta. Social, económica y políticamente seremos menos que cero, de acuerdo, pero podemos aprovechar para tratar de dar ejemplo siendo mejores personas. Si no... ¿Qué nos quedará?

Quizá así los políticos del futuro no intenten aplastar a los que fueron sus compañeros de colegio.

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