Ir al contenido principal

Presentación de Un puñado de relatos y una huida (2 de 4)


Este artículo es la continuación de éste, por lo que seguiré hablando de los cuentos que componen Un puñado de relatos y una huida, accesibles desde el siguiente enlace.

«La acequia» podría ser el texto más poético de todos y también se basa en mis gustos musicales. En este caso, es el tema «Lucha de gigantes", de Antonio Vega, la fuente de inspiración. También me baso en una acequia que todavía existe en el mismo sendero, junto a la casa de campo de mis abuelos (hoy dividida), que significaba muchas cosas: para los niños, un afluente peligroso que daba acceso a otros espacios de juego; para los mayores, el riego y, por tanto, los madrugones y la posibilidad de mejorar la cosecha del año anterior que nunca es suficientemente buena. En suma, la frontera entre ser adulto y no serlo.

«Algunos de mis perfiles hablan» se ha convertido, con el tiempo, en uno de mis textos favoritos. No me convence el principio (aunque es necesario), pero, a continuación, el juego de espejos, y la metaficción, le dan un sabor muy auténtico que va ganando consistencia a medida que se acerca el final. Un desenlace, por cierto, que rompe con el esquema previo y, ojalá, aniquile las expectativas del lector.

Para «La frontera del terror» también tuve que documentarme más de lo que esperaba, pero en este caso apenas se nota (o eso creo). El relato peca de cierto romanticismo ingenuo. En la época en que lo escribí pensaba que con incluir a ETA ya estaba arriesgándome literariamente. Un error. De todas maneras, no logro verlo con otros ojos que no sean los del cariño.


En «Diario infantil» no pretendía más que explorar tres voces distintas, las del niño protagonista, su madre, poco sofisticada, y su padre, un artista culto y atormentado. La estructura es más compleja de lo que preví en su momento. El resultado es bastante fresco. He añadido y quitado pocas cosas desde que lo terminé.

«La cucaracha» surge con la idea de jugar con las casualidades y con los puntos de vista distintos de una pareja, una mosca y una cucaracha. Me gusta porque insinúa mucho más de lo que explica. Probablemente es el que tenga el final más abierto de todos.

De «Especial y pasajero» me quedo con cierto aire crepuscular y onírico. Podría ser un cuento fantástico, pero luego deriva en algo mucho más cotidiano. Lo que más me atrae es el uso del lenguaje, al que me he visto obligado a podar por demasiado lírico.

«La rutina de Julián» tiene una alta carga satírica y espero que sorprenda. Por lo demás, intenta ser agridulce, pero me temo que con el tiempo lo veo demasiado realista. Cuando lo escribí no tenía ni idea de que gente como Julián pudiera existir en el mundo real.

Poco que ver con «El día que deja de llover», que es un relato claustrofóbico y negro, cuyo tema, por desgracia, está ahora mismo más en boga que cuando lo escribí.

En «Puta» me pongo en la piel de una mujer sorprendente, vilipendiada, pero valiente. En muy pocas páginas asistimos al debate interior de una mujer nada convencional. Todo ello en clave de humor negro, aunque es muy probable que haya quien vea negrura en lugar de humor.

«El destino fatídico de una rubia fatal» requiere de toda la atención del lector, porque elementos muy diversos están llamados a cuajar en un ejercicio manierista que bebe de una película fallida de Brian de Palma, Femme Fatale. Quizá un ejercicio demasiado sofisticado.

Por último, con «Día de la Hispanidad en Anatropía» no puedo ser objetivo. Seguramente es un desastre como cuento, porque el relato sólo aparece en las últimas páginas, pero todo lo anterior me parece de lo más fresco que he escrito nunca. La Anatropía que describo en buena parte del relato trata de convertirse en el símbolo de mi ciudad natal, La Vila Joiosa, un espacio singular por sí mismo, pero que lo es aún más por el foco que utilizo. Aunque no lo parezca, los personajes están basados en personas reales y, aunque tampoco lo parezca, en la vida real es gente a la que aprecio.

En definitiva, Un puñado de relatos y una huida recoge más de una decena de cuentos que todavía me entusiasman como lector. En total, hay dieciocho razones para confiar en este libro de escapismo literario.

Comentarios

Entradas populares de este blog

GTA V no es un juego para niños

He sido monaguillo antes que fraile. Es decir, he pasado por una redacción de una revista de videojuegos y desde hace más de cinco años me dedico a la docencia. De hecho, cuando nuestro Gobierno y la molt honorable Generalitat quieran, regresaré a los institutos y me dedicaré, primero, a educar a los alumnos y, en segundo lugar, a enseñarles inglés. Por este orden. Calculo que más de la mitad de mis alumnos de ESO (de 12 a 16 años) juegan a videojuegos con consolas de última generación, esto es, PlayStation 3 y Xbox 360 (dentro de unos meses, esta información quedará obsoleta: hay dos nuevas consolas a la vista). Deduzco, a su vez, que de este alto porcentaje de estudiantes, la mayoría, y no sólo los niños, querrá hacerse con el último título de la saga GTA: la tan esperada quinta parte.

Redescubriendo temas musicales: Jesus to a child

Las canciones que más adentro nos logran tocar son, en ocasiones, las más sencillas. La letra de Jesus to a child descolocará a los que asuman, por desconocimiento, que la belleza de la expresión escrita requiere complejidad. La sintaxis es clara, el vocabulario, sencillo, y la composición en su conjunto constituye una metáfora: el amante sufre la pérdida del ser querido, pero a pesar de la tristeza es capaz de comparar el hallazgo del amor verdadero con la limpieza de corazón con la que Jesucristo amaba a los niños, que son, por antonomasia, los seres humanos más puros que existen. Por este motivo, mucha gente interpreta la letra como una exaltación de los sentimientos nobles y, en realidad, la letra se puede explicar en clave de amistad idealizada o de amor perfecto en cuanto en tanto no deja lugar a la contaminación de otros sentimientos que no tengan que ver con la piedad y el desprendimiento.

Dos grandes pintores para una ciudad pequeña

Una obra de Alguacil que recuerda a Monet. En la calle Pizarro de La Vila Joiosa, probablemente una de las arterias principales de la ciudad (o pueblo, los que me habéis leído sabéis que los uso indistintamente en referencia a mi lugar de nacimiento) hay abierto desde tiempos inmemoriales un taller de un gran pintor: Evaristo Alguacil. Casi sin anunciarse, muchos aficionados a la pintura han insistido hasta recibir sus clases y quién más o quién menos conoce lo más representativo de su trabajo, sobre todo al óleo, principalmente esas marinas tan personales, tan vileras y universales al mismo tiempo. Sin embargo, pocos, en relación a la categoría del artista, conocen bien la obra de Alguacil. Creen que es un señor que repite cuadros sobre las casas de colores representativas de La Vila o se dedica solamente al puerto y sus barcos de pesca. Es cierto, y él lo reconoce, que son parte de su sello personal y la gente aprecia estas pinturas por dos motivos: por su calidad y, además,