La decisión de sacar estos cuentos a
la luz no fue fácil. Ya hacía tiempo que los había reunido en un
solo volumen, pero intentar publicarlos en una editorial convencional
me parecía un esfuerzo baldío. A pesar de que he encontrado su
denominador común, la huida, un editor lo consideraría poco menos
que un motivo traído por los pelos. Aparte de eso, ¿quién compra
cuentos de un desconocido?
Además, los relatos me servían para
ir enviándolos a concursos sin tener que escribir nuevos trabajos.
Una comodidad que, visto con perspectiva, considero que es
contraproducente por dos motivos:
1) me instalaba en la falsa
tranquilidad de creerme con un superávit de cuentos, por lo que no
tenía por qué escribir más. Y no es que no me guste escribir cuentos, es que una novela te absorbe como una servilleta de bar.
2) Por otra parte, tenerlos en el cajón me condenaba a corregirlos cada seis
o siete meses, porque ni siquiera ahora tengo la conciencia
tranquila.
Puesto que Bubok me permitió publicar
los relatos en su espacio con coste cero, decidí subirlos. Pero
antes tuve que revisarlos de nuevo y, desde luego, no era la quinta
ni la séptima vez que lo hacía.
Por si fuera poco, para tenerlos en el ciberespacio,
me peleé con el programa automático de Bubok hasta que me rendí a la
evidencia: las máquinas siempre ganan. Por el camino, perdí bastantes
horas y muchos dolores de cabeza para que el resultado fuese digno. Y es que el asistente tiene fallos tan tontos (no te permite colocar el título donde quieras en la portada, te borra la sinopsis cada vez que haces un cambio, etc.) que te desespera.
Al finalizar con el asistente, Bubok te
pone el caramelo en la boca: OK, ponlo al precio que quieras en
formato electrónico, pero también puedes optar por dejar que los
usuarios reciban una copia en papel por más de 10 euros, que se
supone que es el precio de coste del que parte la editorial.
Inmediatamente, descarté la opción en
papel. Dado que la maquetación era rudimentaria (podría haber
contratado su pack de casi 200 euros o mejor aún, el de casi 800) y
no me atrevo a dar salida en papel a una obra que no sé cómo va a
quedar en última instancia, me lo quité de la cabeza enseguida.
Y no nos olvidemos del plus ecológico. Estaba claro: sólo ebook.
A continuación le puse un precio
simbólico: 1,95 euros. Podría haberlo puesto gratuito, pero ¿de
qué me serviría? Creo que merece la pena luchar porque esos cuentos
sean lo suficientemente interesantes para que un lector se gaste poco
más de 2 euros (no sabía lo de los impuestos y gastos de gestión)
y reciba un trabajo mal presentado pero muy honesto.
En mi contra, la todavía escasa
proliferación de ereaders entre la población hispana; la alergia de
los lectores para adquirir libros de cuentos (aunque a la gente le
gusta leer cuentos y compartirlos con su pareja, amigos, etc.) y los recelos que despierta cualquier trabajo
autoeditado. Por no hablar de mis dotes comerciales: soy hijo de un albañil que no pasaba a cobrar las facturas hasta que mi madre le echaba la novena bronca... ¿Qué esperabas?
Con el fin de dar alguna garantía al lector, en mi página en Bubok explico
quién soy, a qué me dedico y cuál es mi apuesta por la literatura.
Para finalizar, el lector no puede
tener la menor duda de que a medida que vaya actualizando los cuentos
iré poniendo al día los relatos en el servidor de Bubok. Cualquiera que haya comprado una versión previa recibirá la nueva sin
coste alguno (doy la cara, mi blog y mi e-mail, por favor
escribidme). En cuanto termine con el proceso, lo comunicaré para no
dejar a los usuarios en un compás de espera indefinido.
Quién sabe: si la cosa funciona, tal vez me anime con una colección de cuentos de terror. De momento, la novela Raval Sunrise tiene mi promesa de salir por la puerta grande. A ver si cumplo.
NOTA: Por cierto, si todo va bien y la novela sale a la antigua, vestida de papel, a los compradores caritativos de Un puñado de relatos y una huida les haré un descuento sustancioso. Y si no ha lugar, alguna cosa se me ocurrirá.
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