Reconozco que podría haber confesado mis soluciones a la crisis antes, pero estaba demasiado ocupado respirando, viendo cómo me ganaría la vida y esas cosas menores.
Las inyecto sin preámbulos. Se explican por sí solas.
1. Demos libertad a la Fábrica de Moneda y Timbre para imprimir billetes de 500 euros de los billetes que se hayan perdido. Luego, los repartimos entre las familias que ingresan menos de 10.000-15.000 euros al año (y trabajan o intentan trabajar) para que obtengan la cantidad que les corresponda.
2. Emprendamos juicios rápidos para los corruptos de alto nivel. Pongamos por caso robos de más de 50.000 euros. Embarguemos sus bienes automáticamente y invirtámoslos en puestos de empleo públicos. A poder ser, útiles.
3. Obliguemos a las empresas a que no se publiciten un día de cada dos, de manera que apliquen ese ahorro para bajar los precios de sus productos y aumentar, de paso, los sueldos de sus trabajadores.
4. Apliquemos un impuesto del 40% para los inverores que se dediquen a especular. Si sacan su dinero invertido en menos de una semana, impuesto al canto.
5. Implantemos un sueldo máximo. Nadie necesita ganar más de 6.000 euros al mes. Calculando que diez veces el salario mínimo ya es suficiente para cualquier mortal, más o menos sale esa cifra.
6. Ya que durante los fines de semana la Bolsa y, por tanto, la Economía mundial se porta la mar de bien, porque no se mueve. Apliquemos cada quince días la semana de los tres días festivos. Ganaremos en salud.
7. Como hay muchos empleos susceptibles de ser mecanizados, hagámonos cargo de la realidad. Jornadas laborales de 30 horas por semana como máximo. Sin despidos, con el mismo nivel adquisitivo. Quienes niegan esta posibilidad, en realidad, o celebran su propia estrechez de miras, o demuestran su cruel e inhumana hambre por medrar.
Y lo dejamos aquí. Soy consciente de que todas mis propuestas pueden tomarse a broma e incluso me atengo al desprecio de los expertos en Economía. Pero, dado que los economistas no acertáis ni una, y que vuestro tema de estudio es lo más alejado de una ciencia, dejadme que os diga que me importa un rábano vuestra opinión.
Gracias a que no confío nada en los pronósticos de los metereólogos hago mis planes libremente y pocas veces se fastidian por el mal tiempo. Economistas del mundo, dad gracias porque os paguen por vuestros presagios. Los del tiempo pueden jorobar los fines de semana de los más inocentes, pero vosotros jugáis con fuego y no os quemáis.
Las inyecto sin preámbulos. Se explican por sí solas.
1. Demos libertad a la Fábrica de Moneda y Timbre para imprimir billetes de 500 euros de los billetes que se hayan perdido. Luego, los repartimos entre las familias que ingresan menos de 10.000-15.000 euros al año (y trabajan o intentan trabajar) para que obtengan la cantidad que les corresponda.
2. Emprendamos juicios rápidos para los corruptos de alto nivel. Pongamos por caso robos de más de 50.000 euros. Embarguemos sus bienes automáticamente y invirtámoslos en puestos de empleo públicos. A poder ser, útiles.
3. Obliguemos a las empresas a que no se publiciten un día de cada dos, de manera que apliquen ese ahorro para bajar los precios de sus productos y aumentar, de paso, los sueldos de sus trabajadores.
4. Apliquemos un impuesto del 40% para los inverores que se dediquen a especular. Si sacan su dinero invertido en menos de una semana, impuesto al canto.
5. Implantemos un sueldo máximo. Nadie necesita ganar más de 6.000 euros al mes. Calculando que diez veces el salario mínimo ya es suficiente para cualquier mortal, más o menos sale esa cifra.
6. Ya que durante los fines de semana la Bolsa y, por tanto, la Economía mundial se porta la mar de bien, porque no se mueve. Apliquemos cada quince días la semana de los tres días festivos. Ganaremos en salud.
7. Como hay muchos empleos susceptibles de ser mecanizados, hagámonos cargo de la realidad. Jornadas laborales de 30 horas por semana como máximo. Sin despidos, con el mismo nivel adquisitivo. Quienes niegan esta posibilidad, en realidad, o celebran su propia estrechez de miras, o demuestran su cruel e inhumana hambre por medrar.
Y lo dejamos aquí. Soy consciente de que todas mis propuestas pueden tomarse a broma e incluso me atengo al desprecio de los expertos en Economía. Pero, dado que los economistas no acertáis ni una, y que vuestro tema de estudio es lo más alejado de una ciencia, dejadme que os diga que me importa un rábano vuestra opinión.
Gracias a que no confío nada en los pronósticos de los metereólogos hago mis planes libremente y pocas veces se fastidian por el mal tiempo. Economistas del mundo, dad gracias porque os paguen por vuestros presagios. Los del tiempo pueden jorobar los fines de semana de los más inocentes, pero vosotros jugáis con fuego y no os quemáis.
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