Según informaba la agencia EFE la semana pasada, los integrantes del Foro por la Memoria de Toledo pidieron que la basílica del Valle de los caídos fuese desacralizada con el fin de que deje de ser un "centro de peregrinación del fascismo internacional" y se convierta en un memorial y en un monumento "a la libertad y a la democracia".
Se manifestaron con motivo del aniversario de la muerte del dictador Franco y a mí me parece una petición sensata.
Un lugar que fue símbolo del autoritarismo, que segó la vida de muchos reclusos, la mayoría por motivos políticos, y que, desde luego, no picaban piedra por gusto, está más cerca de un verdadero templo de los horrores que de un basílica cristiana.
No veo motivo alguno para demoler ninguna parte del monumento. Una acción bárbara sólo nos podría equiparar a otros bárbaros, por ejemplo, los talibanes. Sin embargo, es preciso desproveer a templo de cualquier analogía con la represión, el dolor y la muerte.
Y con más motivo cuando, como declaró el presidente del Foro por la Memoria de Toledo, las tumbas de Franco y José Antonio congregan a fascistas de todas las partes del mundo.
Al contrario que a esta plataforma, a mí no me sobra la cruz, me sobra el homenaje en democracía del totalitarismo. El día que se devuelvan los muertos a sus cementerios legítimos, e incluyo aquí a los presos republicanos enterrados en la roca y a los divinizados enemigos de la Democracía, se podrá escribir a la entrada del recinto que se trata de un monumento laíco, porque ninguna iglesia puede permitir que sus fieles rindan pleitesía a ideas y personas en las antípodas de Jesucristo. Sobre todo, me gustaría que el monumento perviviera para dejar constancia de que los demócratas estamos en contra de la destrucción, de las dictaduras y de la guerra.
Se manifestaron con motivo del aniversario de la muerte del dictador Franco y a mí me parece una petición sensata.
Un lugar que fue símbolo del autoritarismo, que segó la vida de muchos reclusos, la mayoría por motivos políticos, y que, desde luego, no picaban piedra por gusto, está más cerca de un verdadero templo de los horrores que de un basílica cristiana.
No veo motivo alguno para demoler ninguna parte del monumento. Una acción bárbara sólo nos podría equiparar a otros bárbaros, por ejemplo, los talibanes. Sin embargo, es preciso desproveer a templo de cualquier analogía con la represión, el dolor y la muerte.
Y con más motivo cuando, como declaró el presidente del Foro por la Memoria de Toledo, las tumbas de Franco y José Antonio congregan a fascistas de todas las partes del mundo.
Al contrario que a esta plataforma, a mí no me sobra la cruz, me sobra el homenaje en democracía del totalitarismo. El día que se devuelvan los muertos a sus cementerios legítimos, e incluyo aquí a los presos republicanos enterrados en la roca y a los divinizados enemigos de la Democracía, se podrá escribir a la entrada del recinto que se trata de un monumento laíco, porque ninguna iglesia puede permitir que sus fieles rindan pleitesía a ideas y personas en las antípodas de Jesucristo. Sobre todo, me gustaría que el monumento perviviera para dejar constancia de que los demócratas estamos en contra de la destrucción, de las dictaduras y de la guerra.
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