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Más allá de nosotros mismos. Quizá la vida.

Cualquier día te despiertas y descubres que la persona que bosteza frente al lavabo no es ese ser que tienes en mente cuando no te ves ni te piensas. Porque, no vamos a negarlo, sueles soñar despierto que tienes una mirada especial, el rostro bien perfilado, el cuerpo fuerte pero flexible, y, además, te sientes distinto porque crees que nadie tiene tus gustos, tus pensamientos o tu sentido de la vida.

Sueñas constantemente en cómo eres tú, sin saber que estás dentro de un sueño. A veces te levantas a media noche, te lavas la mano frente al espejo del baño y crees que tu rostro ha cambiado por el cansancio o quizá es que tu vista te engaña. El caso es que estás convencido de que esa cara sólo es la tuya en los momentos íntimos de tu derrota física y psíquica. No te paras a pensar ni por un momento que otros te verán así, con las bolsas de los ojos marcadas, el labio inferior algo vago y un enjambre de imperfecciones en la piel que sólo tu espejo delata. O eso crees.

Luego vuelves a la cama con la certeza de que descansarás hasta que te despiertes con tu verdadera cara, que es muy similar a la de algún actor, cantante o deportista. Asumirás, no obstante, que el efecto del sueño te enseñará una versión tuya desmejorada que al contacto con el aire de la calle se resarcirá.

En circunstancias normales, te sientes tan diferente al resto de personas que no te explicas como paseas por los parques y los bulevares sin que nadie repare en ti.

Al mismo tiempo, te dedicas a reinventar cada día a tus familiares, amigos e incluso ídolos para que se parezcan a una imagen borrosa de la realidad, que, de nuevo desde tu punto de vista, se aproxima a la perfección.

Y si te sacude la adversidad, es porque sólo a ti te puede golpear la vida de esa manera. Si, en cambio, realizas una proeza, le darás mucha importancia los primeros días, pero luego conseguirás neutralizar su efecto y conseguirás que el logro se convierta en el peldaño para un hito superior y, probablemente, inalcanzable.

Pasa la vida y no piensas en la muerte. Tal vez te libres. Sí, lo has llegado a pensar. Esas ideas nunca se plasman con los andamiajes de una reflexión. Surgen y ya está.

Nunca admitirás, eso jamás, tu derrota, aunque a medida que pasen los años averigües que no sabes nada sobre ti, ni sobre el ser humano ni sobre ese gran concepto que es la vida.

Por eso hay científicos que creen en dioses. Por eso hay gente que se pudre en los arrabales de las grandes ciudades y no consigue alcanzar la fe en ninguna religión por más colmillos que les hinque la vida..

Tal vez algún día seas capaz de ver la cúpula celeste y sus decenas de gamas de colores. Ojalá descubras en el aire aparentemente inerte los sonidos de los animales, el crepitar de los árboles o los susurros del viento.

Incluso es posible que uno de estos días mires a ese mismo cielo, pero por la noche, y entiendas que todos esos astros han estado casi siempre ahí, y que siguen ahí por algún motivo que, obviamente, van más allá de ti y de tu corto entendimiento.

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