Con todos mis respetos, pero estaba de saldo. |
Sin embargo, lo que debería ser motivo de satisfacción el otro día se me trocó en una desesperanza brutal.
Una tarde cualquiera. Me aproximo a la librería Taifa, en plena calle Verdi de Barcelona, y como siempre que puedo, decido sumergirme en su parte trasera, donde hay libros de segunda mano.
Junto a una mesa de novedades de bolsillo, me llaman la atención otras dos cargadas de libros que, a pesar de haber perdido parte de su lustre, prometen ser nuevos a mitad de precio.
Me acerco a una de las mesas y empiezo a contar ejemplares de Anagrama: una docena al menos. Y entre los autores, varios españole. Lo mismo más o menos sucede con Seix Barral. En general, No conozco a ninguno de los escritores.Alguno será latinoamericano, presumo, aunque por las fotografías que descubro en la solapa parecen todos descendientes del Cid o de Aznar.
Al examinar la otra mesa con saldos idénticos y volver a explorar la primera, descubro que en varias editoriales grandes se repiten nombres de autores ignotos. Es decir, que algún escritor presenta dos libros o más entre los menos vendidos.
Tomo el volumen de uno de ellos por un capítulo cualquiera y empieza así: "hete aquí que meses atrás..." Lo cierro espantado. ¿Será una parodia? Lo reabro: no, es que escribe así novela contemporánea. No recuerdo el nombre del autor, por cierto, pero no es Antonio Prieto.
¿Soy yo o me da la sensación de que incluso los grandes sellos editoriales españoles publican a "gente de la casa", de espaldas al público, y lo más grave, a la literatura?
Cuánto supuesto escritor, cuánto papel bien impreso y qué poco aportan al mundo esos libros que nadie nunca querrá comprar.
Las editoriales españolas funcionan como cualquier empresa española, que cuelga un anuncio buscando un profesional y, pese a las toneladas de buenos currículums, acaban apostando por el conocido de un primo del subdirector. No es muy bueno, pero ya es casi de la casa.
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