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No sé con quién voy

Desde las elecciones del domingo pasado, en las que contemplaba una posible mayoría absoluta de CiU como el peor de los castigos a dos años nefastos, me he dado cuenta de que siempre sé contra quién voy.

¿Pero con quién voy?

Pues no lo sé.

Y lo mismo ocurre, por no salirme del tema, cuando voto en las elecciones generales. Que no salga el que más daño hace a mis intereses, hasta ahora el PP, ésa ha sido la única consigna.

En política, con los tiempos corruptos que apestan el ambiente hasta hacerlo irrespirable, cualquiera diría que casi es comprensible. O incluso la única opción si uno se quiere mirar al espejo y reconocer sus orígenes, tan alejados de tantas cosas con siglas VIP y gente que no concibe un gintonic si no es con pepino, tónica Fever Tree y ginebra de más de 20 euros la botella.

Sin embargo, me gustaría pensar en mí como una persona que sabe lo que quiere y empeña en ello su esfuerzo por las razones que sean. No quiero pasarme la vida esquivando golpes, dando rodeos para no caer en las trampas, huyendo de la vida por miedo a vivir.

Quizá exagere. Vale, vamos a aligerarle la carga filosófica. Ya no me referiré a mi tema predilecto: el miedo. Hablo de lo concreto: de elegir lo que me gusta, sin limitarme a esquivar lo que me disgusta.

Me da la sensación de que llevo toda la vida descartando cosas, asuntos, peligros, personas... Como cuando elegí letras puras porque detestaba las matemáticas o aposté por una chica porque la que más me gustaba no me hacía caso. Mi adolescencia. Una anécdota más de una etapa tragicómica del ser humano. Si no fuera porque hay errores heredados de aquellos tiempos que se me han instalado en el disco duro.

Tengo que decidir con quién voy de una vez. Hay que perder el miedo a los errores. Errar es vivir en plenitud. Y tengo que involucrarme. Maldita manía de ir por la vida como un personaje en blanco, un mal esbozo de protagonista de novela barata que no se casa con nadie, que no tiene confidentes, que nunca va al mismo garito, al que no se le conoce carné de socio y un penoso etcétera.

La libertad está en elegir entre las opciones que uno sabe identificar donde parece que no hay nada. Conformarse con las alternativas que todo el mundo identifica y descartarlas todas para vivir libre como el viento es una tontería de adolescente.

¡Hay que implicarse aunque sea apuntándose a un club de fracasados sin complejos! Procrear, comprometerse, hacer juramentos de sangre y tatuarse en el corazón algo más arriesgado que el socorrido amor de madre.

Ahora mismo prefiero hacer el ridículo ondeando una bandera que ir por ahí pregonando que soy de todas partes.

Quizá pase la tormenta y recoja agua de lluvia del aljibe.


NOTA: Inspirado en el verso de la canción Lucha de gigantes de Antonio Vega que dice: "No sé contra quién voy".

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