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Slow-food y 15-M, un cuento para "young adults"

Sólo por ella merece la pena Young adult.
Sales de ver la película Young adult contento, porque se supone que ibas a ver una comedia, y aunque te has reído, es evidente que te has tragado un drama como la copa de un pino.

Además, si te interesa la escritura de guiones y picas en uno de esos cursos que imparten profesores que no han escrito más que un anuncio de galletas María, fíjate bien, porque incumple la máxima de todos los manuales: el personaje protagonista apenas cambia desde el inicio del film hasta el final. Como mucho cierra un capítulo. Y sin embargo funciona. Una maravilla.

Ojo con los críticos que se carguen Young adult por su indefinición temática, porque son los mismos que no tolerarían ni un reproche al clásico de Billy Wilder, El apartamento. ¿La recuerdas? Hay quien la encuentra divertida. Normalmente viene catalogada como comedia. Pues a mí me parece un dramón. Y si no lo sientes así, es que no tienes sentimientos. Y tú, querido juez del celuloide, quizá tampoco deberías estar cobrando como crítico de cine. Si no tienes ni idea haz como yo: escribe gratis, así no estafas a nadie.

Pero yo no quería hablar de guiones de cine ni de críticos. Más bien se trata de una reflexión que surge espontánea al terminar la película, que a pesar de sus defectos, sobre todo de ritmo, y de su aparente vacuidad, presenta una tesis con muchas aristas. No es una tesis original. Ni mucho menos. La peli no va de treintañeros perdidos ni de los engaños que produce la nostalgia. Intenta ir sobre una sociedad donde han desaparecido las barreras entre los adolescentes y los adultos. Sin embargo, el interrogante es mucho más amplio. Young adult te pregunta: ¿qué es la felicidad?

Por supuesto, la respuesta te la sopla al oído esta amalgama de budismo y capitalismo. Ya te la imaginas: mira en tu interior.

Pero yo creo que la exploración interior encajada en este sistema económico-filosófico-social sale rana. No juzgo a nadie, pero es casi imposible no acabar mirándonos el ombligo. Y no creo que eso sea explorarse.

En la misma medida, el 15-M animó a mucha gente a luchar por un cambio justo, porque el neoliberalismo salvaje nos ha hecho retroceder a la época de las cavernas. Con spa y aire acondicionado, pero cavernas. Hemos dado la vuelta  a la tortilla: el imperio de la razón nos ha hecho más salvajes. En nuestra sociedad los sentimientos se rigen por unos patrones tan estrechos que no surgen del corazón. Y los círculos en los que ofrecemos nuestro calor se van reduciendo cada vez más.

El 15-M no es un fracaso, porque ha servido para recordarnos que en el mundo siempre se ha hecho justicia porque el pueblo ha estallado. Ojalá no hiciera falta, pero ¿quién en el poder va a ceder sin una amenaza real? En ese sentido, la primera oleada del 15-M se quedó en agua de borrajas. Pedían el fin del bipartidismo, pero también alegaban que eran apolíticos. Y ganó la derecha por mayoría absoluta. Bajo mi punto de vista, el 15-M podría haber acabado con el bipartidismo si hubiera apostado por varios partidos minoritarios e incluso si hubieran formado un partido propio.

¿Qué creían? ¿Que llegarían a la Moncloa con flores en la mano y les abrirían las puertas? La realidad es que el 15-M no podía ni podrá cambiar el sistema mundial. Sin embargo, podían intentar cambiar muchos aspectos defectuosos del caso español, que no es poco.

Me preocupa que una amiga me comente las excelencias del movimiento del "slow food", porque asegura que es un paso adelante volver a los fogones para dedicarle tiempo y mimo a algo tan importante como la comida. Sin embargo, me muerdo la lengua. En mi opinión esta moda es otra mirada fuera de la realidad. Primero tendremos que conciliar vida familiar y trabajo, y reducir la jornada laboral a 30 horas semanales como máximo para disfrutar un poco de la vida y, de paso, terminar con el paro. Luego podremos practicar la "slow food", el sexo tántrico o la caligrafía china.

La protagonista de Young Adult, la incomensurable Charlize Theron, acepta la realidad y la consume como puede. Pelear sin rumbo y hacerlo lejos de la realidad me parece que, a la larga, provoca mucho más sufrimiento y no cambia absolutamente nada.

Lo ideal: ni una cosa ni la otra. Pero no desperdiciemos tantas oportunidades en debates sobre lo humano y lo divino, que la vida es corta.

Comentarios

David Navarro ha dicho que…
Muy bien, pero esto es spam como la copa de un pino. Si quieres opinar, opina, pero a la próxima que te limites a pegar el texto de un blog, te elimino el comentario. Yo no se lo hago a nadie. Pues a mí tampoco se me debería hacer.
Con cariño, claro.

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