En realidad nadie sabe nada sobre la Atlántida. Por mucho que se empeñen. Un imposible. Es como intentar explicar cómo es el Infierno, el Olimpo o el Parnaso. Sé que hay diversos tratados sobre el tema, pero no dejan de ser fabulaciones.
A mí me sorprende que el tema interese tanto. Aquí y allá encuentro documentales y artículos sobre el imaginario continente desaparecido.
Supongo que el mito se ha incrustado de tal manera que ya forma parte de nuestro acervo cultural como el monstruo del lago Ness, los ovnis, el Yeti y, próximamente, Bin Laden.
Una confesión de la que me arrepentiré en cinco minutos: de pequeño creía que la Atlántida era una especie de civilización submarina. Gente del futuro pero en el pasado que podían respirar debajo del agua. Debieron de ser los dibujos animados, que tanto daño infligen en las mentes blanditas. A pesar de todo, ni por un momento pensé que alguien se tomara en serio lo de la Atlántida. De acuerdo, tenía una visión muy simplista del mito, pero al menos nunca dejé de pensar que era una leyenda.
He pasado mi adolescencia, postadolescencia y premadurez (desde los catorce hasta hoy en día) esquivando el tema. Reconozco que cuando visité el lago Ness estuve media hora observando las negras aguas, agobiado porque el lago es inmenso y si al monstruo le da por asomar la cabeza lo más probable es que nadie se entere. Incluso reconozco que prefiero al Yeti antes que a Bigfoot, al que me imagino en forma de disfraz con un canadiense dentro. Sobre los ovnis no me extraña que existan: si las siglas corresponden a un objeto volador no identificado, yo mismo he provocado la irrupción de ovnis en el cielo tirando cosas raras por las ventanas.
Ahora más en serio, la presencia extraterrestre es necesaria. Por algún motivo esperamos que desde las estrellas vengan a explicarnos de qué va todo este follón que es la vida. Siempre suponemos que de haber vida inteligente más allá de nuestra atmósfera, vengan a visitarnos cargados de respuestas. Además, el Universo es inmenso y nosotros minúsculos. Nos sentimos solos. Aparte de necesario, una visita alienígena es científicamente plausible. Aunque, sinceramente, no me trago ni un solo caso. Ni uno. Cosas mías, pero estoy convencido de que cuando llueve, acaban viéndose los charcos.
Hay que reconocer que el mito de la Atlántida también cumple y cumplió su función. Teniendo en cuenta que los romanos y los griegos pensaban que habían llegado a su máximo, ¿cómo explicar primero las maravillas de los egipcios y, posteriormente, los prodigios mayas teniendo en cuenta que venían de muy antiguo. Ante la falta de datos, porque la realidad es que nadie sabe cómo se iniciaron estos fructíferos pueblos, lo más sencillo es inventarse extraterrestres o seres prodigiosos que se sacan varios conejos de la chistera.
Hay quien la ha tomado con los atlantes. Para mi sopresa, en los últimos años han coincidido al menos tres expediciones oficiales dedicadas a la búsqueda de vestigios sobre la Atlántida. Han buscado por el Estrecho de Gibraltar (las columnas de Hércules según Platón, más información después), las Bahamas, el mar Egeo, etc. Incluso en Japón pensaron que unas rocas supuestamente trabajadas por el hombre podrían indicar la situación de la mítica isla. Y alguien vino y dedicó una fortuna a solucionar el enigma.
Todo empezó con Platón. Mira que derrochó teorías sabias y observaciones trascendentales. Pues algo anecdótico que dijo a propósito de una civilización perdida trasciende a muchísimas de sus filosofadas. La excusa es que afirmaba que se trataba de un hecho verdadero. ¿Y quién se lo había contado a él si se suponía que habían pasado miles de años? Entonces, siguiendo la misma lógica, si la autora de Harry Potter escribe en la primera página que va a contar un hecho real, ¿nos ponemos a buscar Hogwarts?
Para ser justos, hay que reconocer que la Atlántida no sólo solucionaba la transmisión de conocimiento a las civilizaciones muy avanzadas en mitad de la barbarie, también explicaba la mezcolanza de seres humanos, animales y plantas en lugares distintos del planeta. ¿La razón? Se supone que la Atlántida también servía de puente entre varios continentes. Claro que la teoría que explica la deriva de los continentes tiene poco más de sesenta años.
De todas maneras, se han contabilizado más de setenta culturas antiguas distintas entre cuyas escrituras se menciona un pueblo próspero, en algunos casos compuesto de seres semidivinos, que desaparecen bajo las aguas. El tema del diluvio es recurrente en casi todos los textos sagrados antiguos. ¿Reminiscencias de alguna catástrofe natural? ¿Casualidad? ¿O acaso es una manera innata en los seres humanos de explicar su historia con los mismos elementos que amenazan su presente? Al fin y al cabo, temporales, mareas, tsunamis, riadas e incluso subidas y bajadas del nivel de las aguas vienen ocurriendo desde el principio de los tiempos.
La verdad es que nada o poco sé sobre los atlantes, porque simplemente no le veo sentido. Supongo que para investigar es necesaria una mínima motivación. Pues no la encuentro. Y si los nazis se fueron hasta el Tibet para emparentar a su supuesta gran raza con los atlantes, todavía lo veo más descabellado (también querían el martillo de Thor y el Santo Grial). Con todo, le reconozco un mérito: es uno de los cuentos más convincentes y longevos de la historia. A pesar de que Platón no duda en mezclar su dibujo de la civilización con los dioses mitológicos, por lo que anula la historicidad de sus palabras y las convierte en leyenda. Como dijo algún sabio, no es necesario trabajarse los bulos mientras haya tantos buleros dispuestos a hacerlos rodar.
A mí me sorprende que el tema interese tanto. Aquí y allá encuentro documentales y artículos sobre el imaginario continente desaparecido.
Supongo que el mito se ha incrustado de tal manera que ya forma parte de nuestro acervo cultural como el monstruo del lago Ness, los ovnis, el Yeti y, próximamente, Bin Laden.
Una confesión de la que me arrepentiré en cinco minutos: de pequeño creía que la Atlántida era una especie de civilización submarina. Gente del futuro pero en el pasado que podían respirar debajo del agua. Debieron de ser los dibujos animados, que tanto daño infligen en las mentes blanditas. A pesar de todo, ni por un momento pensé que alguien se tomara en serio lo de la Atlántida. De acuerdo, tenía una visión muy simplista del mito, pero al menos nunca dejé de pensar que era una leyenda.
He pasado mi adolescencia, postadolescencia y premadurez (desde los catorce hasta hoy en día) esquivando el tema. Reconozco que cuando visité el lago Ness estuve media hora observando las negras aguas, agobiado porque el lago es inmenso y si al monstruo le da por asomar la cabeza lo más probable es que nadie se entere. Incluso reconozco que prefiero al Yeti antes que a Bigfoot, al que me imagino en forma de disfraz con un canadiense dentro. Sobre los ovnis no me extraña que existan: si las siglas corresponden a un objeto volador no identificado, yo mismo he provocado la irrupción de ovnis en el cielo tirando cosas raras por las ventanas.
Ahora más en serio, la presencia extraterrestre es necesaria. Por algún motivo esperamos que desde las estrellas vengan a explicarnos de qué va todo este follón que es la vida. Siempre suponemos que de haber vida inteligente más allá de nuestra atmósfera, vengan a visitarnos cargados de respuestas. Además, el Universo es inmenso y nosotros minúsculos. Nos sentimos solos. Aparte de necesario, una visita alienígena es científicamente plausible. Aunque, sinceramente, no me trago ni un solo caso. Ni uno. Cosas mías, pero estoy convencido de que cuando llueve, acaban viéndose los charcos.
Hay que reconocer que el mito de la Atlántida también cumple y cumplió su función. Teniendo en cuenta que los romanos y los griegos pensaban que habían llegado a su máximo, ¿cómo explicar primero las maravillas de los egipcios y, posteriormente, los prodigios mayas teniendo en cuenta que venían de muy antiguo. Ante la falta de datos, porque la realidad es que nadie sabe cómo se iniciaron estos fructíferos pueblos, lo más sencillo es inventarse extraterrestres o seres prodigiosos que se sacan varios conejos de la chistera.
Hay quien la ha tomado con los atlantes. Para mi sopresa, en los últimos años han coincidido al menos tres expediciones oficiales dedicadas a la búsqueda de vestigios sobre la Atlántida. Han buscado por el Estrecho de Gibraltar (las columnas de Hércules según Platón, más información después), las Bahamas, el mar Egeo, etc. Incluso en Japón pensaron que unas rocas supuestamente trabajadas por el hombre podrían indicar la situación de la mítica isla. Y alguien vino y dedicó una fortuna a solucionar el enigma.
Todo empezó con Platón. Mira que derrochó teorías sabias y observaciones trascendentales. Pues algo anecdótico que dijo a propósito de una civilización perdida trasciende a muchísimas de sus filosofadas. La excusa es que afirmaba que se trataba de un hecho verdadero. ¿Y quién se lo había contado a él si se suponía que habían pasado miles de años? Entonces, siguiendo la misma lógica, si la autora de Harry Potter escribe en la primera página que va a contar un hecho real, ¿nos ponemos a buscar Hogwarts?
Para ser justos, hay que reconocer que la Atlántida no sólo solucionaba la transmisión de conocimiento a las civilizaciones muy avanzadas en mitad de la barbarie, también explicaba la mezcolanza de seres humanos, animales y plantas en lugares distintos del planeta. ¿La razón? Se supone que la Atlántida también servía de puente entre varios continentes. Claro que la teoría que explica la deriva de los continentes tiene poco más de sesenta años.
De todas maneras, se han contabilizado más de setenta culturas antiguas distintas entre cuyas escrituras se menciona un pueblo próspero, en algunos casos compuesto de seres semidivinos, que desaparecen bajo las aguas. El tema del diluvio es recurrente en casi todos los textos sagrados antiguos. ¿Reminiscencias de alguna catástrofe natural? ¿Casualidad? ¿O acaso es una manera innata en los seres humanos de explicar su historia con los mismos elementos que amenazan su presente? Al fin y al cabo, temporales, mareas, tsunamis, riadas e incluso subidas y bajadas del nivel de las aguas vienen ocurriendo desde el principio de los tiempos.
La verdad es que nada o poco sé sobre los atlantes, porque simplemente no le veo sentido. Supongo que para investigar es necesaria una mínima motivación. Pues no la encuentro. Y si los nazis se fueron hasta el Tibet para emparentar a su supuesta gran raza con los atlantes, todavía lo veo más descabellado (también querían el martillo de Thor y el Santo Grial). Con todo, le reconozco un mérito: es uno de los cuentos más convincentes y longevos de la historia. A pesar de que Platón no duda en mezclar su dibujo de la civilización con los dioses mitológicos, por lo que anula la historicidad de sus palabras y las convierte en leyenda. Como dijo algún sabio, no es necesario trabajarse los bulos mientras haya tantos buleros dispuestos a hacerlos rodar.
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