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Funeraria Jorge Javier S.A.: la tele necrófila

El tonto, la bestia y el gilipollas: elige tú el orden.
En Francia hay programas nocturnos en los que hablan filósofos, escritores, intelectuales y artistas de diversas disciplinas. En Inglaterra hay un poco de todo: sobre todo humor y deportes. En Alemania priman los documentales. La televisión italiana se distingue por su machista selección de personajes: señoras de toma pan y moja junto a tipos momificados.

En España, uno de los programas más vistos, Sálvame rescata cada dos semanas el tema de una periodista fallecida hace un porrón de años. Encarna Sánchez se llama. Está muerta y enterrada. Y sin embargo es noticia porque al ideólogo del lucrativo show de inmundicias, Jorge Javier, se le ocurre que sea noticia. La muerta dejó tantos misterios sin resolver como cualquier hijo de vecino. Y, desde luego, no se le conocen crímenes de ultratumba. Un cadáver común. Inofensivo. No es noticia. Vaya, no debería serlo.

El viernes 17 de marzo, ante la queja de un colaborador del programa, Jorge Javier Vázquez se excusaba diciendo que Encarna Sánchez no merece ninguna defensa e indirectamente la tachó de lo mismo que a los supuestos jefes hijos de puta del mundo del periodismo. Sí, a los que se les sube a la cabeza y tratan con despotismo a sus empleados. Como si cagándose en la tumba de una periodista estuviera obedeciendo a una necesidad de justicia que le exige la sociedad. Ja.

O sea que Jorge Javier y su séquito alimenta a su club de fans, millones de españoles, con los despojos de un cadáver sobre el que piensa cebarse mientras le den micrófono y cámara. Esto se llama venganza cobarde.
Telecinco, Jorge Javier, otros: enteraos de una vez. Esta señora ha muerto.

Fijaos que en España podría hablarse muchas cosas interesantes a propósito de muertos como Camilo José Cela. Pues no, se habla de su viuda Marina para criticarla por pija y endiosada. Lo mismo ocurre con figuras como Franco. Nada. Ni se toca. Eso sí, a su nieta de vez en cuando le caen rumores con muy mala leche, pero muy de tarde en tarde.

Otra deducción: cuanto más poder atesoró un muerto, menos se cebaran los periodistas de las tripas, mal llamados del corazón, con sus descendientes.

A los muertos ilustres se les olvida con una rapidez pasmosa. En los medios de comunicación, sobre todo en la televisión, nadie habla de Miguel Delibes ni siquiera de Pablo Ruíz Picasso ni de Fernando Fernán Gómez. Etcétera.

Pasarán los años y al encender la televisión los horarios televisivos seguirán ocupados por los casposos de siempre con ropajes modernos que tratarán sobre los secretos y mentiras sexuales de Rocío Jurado, Carmina Ordóñez, la hija desaparecida de Romina y Al Bano. Y, por supuesto, de una periodista que tuvo su momento de éxito y de controversia, Encarna Sánchez. Una señora que fue tan mala persona como otras muchas que le sobrevivieron pero que cometió dos errores: morirse y herir el orgullo de un ave carroñera como ese atontador de serpientes que es Jorge Javier Vázquez, que hasta el nombre lo tiene hortera.

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