Querido weblog (o cuaderno de bitácora o blog a secas):*
Si nunca escribí mi propio diario por miedo a que mi madre se lo leyera aprovechando cualquiera de mis ausencias estudiantiles, ¿cómo leches voy a contarte mis secretos sabiendo que hay un público potencial de miles de millones de internautas?
De acuerdo. Mi madre apenas sabe qué es Internet, pero si se entera de que he abierto un diario, seguro que me envía un cargamento de pings cada diez minutos para ver cómo tengo la conexión. Ya me la imagino limpíando código, organizándolo todo en etiquetas o corroborando que no incluyo material para adultos.
De todas maneras, pensándolo bien, con todo esto de la red de redes, la red social, la alianza de civilizaciones, la globalización, etc. me siento más solitario que cuando, hace muchos años, esbocé mis primeros intentos de diario personal en una libreta. Claro que por aquel entonces ni siquiera teníamos móvil. Quizá por eso las palabras dichas con espontaneidad cobraban importancia. Ten en cuenta que no se podían tachar ni borrar ni rectificar con otro sms. Lo que se decía al viento perduraba hasta que la memoria quisiera.
Fíjate, webblog, o blog a secas, que con un par de clics la gente puede saber hasta qué cara tengo los viernes por la noche, algo impensable cuando escribía en las últimas hojas de las libretas de clase. Hoy en día cualquiera podría redactar mi biografía a partir de las tonterías que tengo diseminadas por Internet. Pero, de nuevo, ¿cuánta gente me conoce realmente?
Estoy convencido de que cuantas más verdades diga, más recelo causaré entre los lectores; cuanto más investigue para un artículo, menos interés tendrán en leerlo, y, cuantas más frivolidades me invente, más visitas obtendré.
Por eso, amigo blog, permíteme que nunca te tome en serio y, sobre todo, no dejes que publique nada que haría avergonzarse a mi madre. Para eso espero desquitarme, si la industria editorial lo permite, en los libros. Puede que se arrepienta de haberme parido al leerlos, pero al menos podrá presumir de hijo en la cola de la carnicería.
NOTA: Este post va sin foto ni negritas ni nada más que palabras a palo seco con la falsa pero sincera intención (jo ja m'entenc) de pasar inadvertido y, sobre todo, porque me ha dado la gana.
*Sé que este apunte va a despertar las antipatías de mucha gente, pero lo tengo que decir. Por favor, respetemos los dos puntos después de un saludo en una carta. En inglés siempre se ha utilizado la coma. En castellano, los dos puntos. ¿Por qué tenemos que unificarlo todo? Alguno dirá: la RAE admite las dos posibilidades. ¿Y a mí qué me importa? Insisto, ¿es tan difícil recordar algo tan simple? Otros dirán: ¿y qué más da? Vale, pues imagínate que mañana sale una ley que te obliga a cambiar el volante de lado y a circular por el carril izquierdo, ¿te haría gracia? La misma que a mí cuando recibo correos con el dichoso "Hola David,".
Si nunca escribí mi propio diario por miedo a que mi madre se lo leyera aprovechando cualquiera de mis ausencias estudiantiles, ¿cómo leches voy a contarte mis secretos sabiendo que hay un público potencial de miles de millones de internautas?
De acuerdo. Mi madre apenas sabe qué es Internet, pero si se entera de que he abierto un diario, seguro que me envía un cargamento de pings cada diez minutos para ver cómo tengo la conexión. Ya me la imagino limpíando código, organizándolo todo en etiquetas o corroborando que no incluyo material para adultos.
De todas maneras, pensándolo bien, con todo esto de la red de redes, la red social, la alianza de civilizaciones, la globalización, etc. me siento más solitario que cuando, hace muchos años, esbocé mis primeros intentos de diario personal en una libreta. Claro que por aquel entonces ni siquiera teníamos móvil. Quizá por eso las palabras dichas con espontaneidad cobraban importancia. Ten en cuenta que no se podían tachar ni borrar ni rectificar con otro sms. Lo que se decía al viento perduraba hasta que la memoria quisiera.
Fíjate, webblog, o blog a secas, que con un par de clics la gente puede saber hasta qué cara tengo los viernes por la noche, algo impensable cuando escribía en las últimas hojas de las libretas de clase. Hoy en día cualquiera podría redactar mi biografía a partir de las tonterías que tengo diseminadas por Internet. Pero, de nuevo, ¿cuánta gente me conoce realmente?
Estoy convencido de que cuantas más verdades diga, más recelo causaré entre los lectores; cuanto más investigue para un artículo, menos interés tendrán en leerlo, y, cuantas más frivolidades me invente, más visitas obtendré.
Por eso, amigo blog, permíteme que nunca te tome en serio y, sobre todo, no dejes que publique nada que haría avergonzarse a mi madre. Para eso espero desquitarme, si la industria editorial lo permite, en los libros. Puede que se arrepienta de haberme parido al leerlos, pero al menos podrá presumir de hijo en la cola de la carnicería.
NOTA: Este post va sin foto ni negritas ni nada más que palabras a palo seco con la falsa pero sincera intención (jo ja m'entenc) de pasar inadvertido y, sobre todo, porque me ha dado la gana.
*Sé que este apunte va a despertar las antipatías de mucha gente, pero lo tengo que decir. Por favor, respetemos los dos puntos después de un saludo en una carta. En inglés siempre se ha utilizado la coma. En castellano, los dos puntos. ¿Por qué tenemos que unificarlo todo? Alguno dirá: la RAE admite las dos posibilidades. ¿Y a mí qué me importa? Insisto, ¿es tan difícil recordar algo tan simple? Otros dirán: ¿y qué más da? Vale, pues imagínate que mañana sale una ley que te obliga a cambiar el volante de lado y a circular por el carril izquierdo, ¿te haría gracia? La misma que a mí cuando recibo correos con el dichoso "Hola David,".
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