España, tres meses después de las elecciones generales. La reforma laboral del Gobierno, del gusto de los empresarios, ha puesto en pie de guerra a los sindicatos, a los trabajadores y a las personas que saben leer o escuchar y aspiran a trabajar algun día.
Sería sospechoso plantear una huelga general en tan poco tiempo al Ejecutivo elegido democráticamente. Alguien podría pensar que los colectivos sociales sólo se movilizan contra la derecha. Sin embargo, unas declaraciones del presidente Rajoy a micrófono cerrado (pero abierto) han dado la razón a la gran masa. Si el gallego transmitía su certeza de que la reforma le costaría una huelga general y no parecía afectado, ¿por qué andarse con chiquitas?
He estado leyendo y releyendo el decreto, y también sus interpretaciones en prensa, y he sacado varias conclusiones:
1. El texto se mueve en la ambigüedad en cuanto a qué se se supone que es despido procedente e improcedente y, en general, parece redactado por cuatro pasantes de abogado sin conexión alguna entre ellos.
2. El decreto pone en bandeja el despido fácil y económico al empresario: por pérdidas o por previsión de pérdidas, por ejemplo, y en cualquier caso lo abarata.
3. Se establecen barbaridades como que un trabajador pueda acabar despedido por estar enfermo y con una baja médica legal. Varios pasos atrás en los derechos sociales conquistados.
4. Se busca la perpetuación de los contratos temporales e inestables.
Y lo peor, lo que ya avanzamos:
5. La reforma laboral no sirve para atajar el problema del desempleo. Al contrario, podría disparar
el paro hasta límites insospechados, sobre todo entre los mayores de cincuenta años, habida cuenta de lo barato que sale contratar jóvenes.
En definitiva, la reforma laboral parece una provocación. Y es un mal momento para mermar la confianza de la ciudadanía en las instituciones, sobre todo teniendo en cuenta el desprestigio de la clase política, los recelos que causa el actual sistema político y las razonables sospechas sobre el funcionamiento de las más altas esferas de la justicia española.
Mientras, en los países más acuciados por la crisis económica, Grecia, Italia y Portugal, corre como la pólvora el sentimiento de haber sido traicionados por los europeos boyantes, Alemania y Francia (y Gran Bretaña siempre en la sombra).
Si la lógica del descontento se impone, nos esperan días de indignación, protestas y lucha. Probablemente signifique la tumba del gobierno de Rajoy. Eso es lo de menos. Lo que doy por cierto es que en algún momento algún Gobierno, en nombre de los ciuadadanos a los que representan, tendrá que plantarse ante las exigencias desmedidas de los cancilleres europeos.
Y si la CEOE incendia el escenario cuestionando la legitimidad de los desempleados a cobrar su subsidio, si además los altos cargos de las fuerzas de seguridad dan consignas a los antidisturbios de herir al pueblo mil veces herido, entonces ya no hablamos de un drama, sino de una tragedia.
Sería sospechoso plantear una huelga general en tan poco tiempo al Ejecutivo elegido democráticamente. Alguien podría pensar que los colectivos sociales sólo se movilizan contra la derecha. Sin embargo, unas declaraciones del presidente Rajoy a micrófono cerrado (pero abierto) han dado la razón a la gran masa. Si el gallego transmitía su certeza de que la reforma le costaría una huelga general y no parecía afectado, ¿por qué andarse con chiquitas?
He estado leyendo y releyendo el decreto, y también sus interpretaciones en prensa, y he sacado varias conclusiones:
1. El texto se mueve en la ambigüedad en cuanto a qué se se supone que es despido procedente e improcedente y, en general, parece redactado por cuatro pasantes de abogado sin conexión alguna entre ellos.
2. El decreto pone en bandeja el despido fácil y económico al empresario: por pérdidas o por previsión de pérdidas, por ejemplo, y en cualquier caso lo abarata.
3. Se establecen barbaridades como que un trabajador pueda acabar despedido por estar enfermo y con una baja médica legal. Varios pasos atrás en los derechos sociales conquistados.
4. Se busca la perpetuación de los contratos temporales e inestables.
Y lo peor, lo que ya avanzamos:
5. La reforma laboral no sirve para atajar el problema del desempleo. Al contrario, podría disparar
el paro hasta límites insospechados, sobre todo entre los mayores de cincuenta años, habida cuenta de lo barato que sale contratar jóvenes.
En definitiva, la reforma laboral parece una provocación. Y es un mal momento para mermar la confianza de la ciudadanía en las instituciones, sobre todo teniendo en cuenta el desprestigio de la clase política, los recelos que causa el actual sistema político y las razonables sospechas sobre el funcionamiento de las más altas esferas de la justicia española.
Mientras, en los países más acuciados por la crisis económica, Grecia, Italia y Portugal, corre como la pólvora el sentimiento de haber sido traicionados por los europeos boyantes, Alemania y Francia (y Gran Bretaña siempre en la sombra).
Si la lógica del descontento se impone, nos esperan días de indignación, protestas y lucha. Probablemente signifique la tumba del gobierno de Rajoy. Eso es lo de menos. Lo que doy por cierto es que en algún momento algún Gobierno, en nombre de los ciuadadanos a los que representan, tendrá que plantarse ante las exigencias desmedidas de los cancilleres europeos.
Hasta que no llegue ese momento habrá guerra en los barrios de la clase media y baja, y este panorama, aunque sea inevitable, deparará pocas alegrías.
Comentarios
Por cierto, lo de que te echen con baja oficial creo que no es cierto, solo los que faltan cada 2 dias sin justificar vienen 1 y vuelven a faltar 2.
Por supuesto, doy mi punto de vista y resumo centrándome en los focos de interés que me parecen más llamativos.
A una reforma laboral se le presupone algún beneficio y puesto que la patronal parece satisfecha, imagino que los empresarios tendrán sus motivos para estar contentos.
Ahora bien, lo que no pienso hacer es caer en ese invento tan moderno y, a mi juicio, ingenuo que es pensar que no existen intereses contrapuestos entre empresarios y trabajadores.
Ahora más que nunca, los empresarios buscan maximizar sus beneficios y los empleados tragan con la pérdida de derechos sociales, congelación e incluso disminución de sus salarios y despidos por sorpresa.
Incluso te digo más: si presuponemos que los empresarios son imprescindibles para crear empleo y los obreros son meras piezas intercambiables vamos camino de este futuro tan esperanzador:
muy pocas empresas con un mínimo número de trabajadores, o lo que es lo mismo, alrededor de un uno por ciento de ricos en el mundo y un noventa y nueve de muertos de hambre.