Al menos a mí me pasa. A la que no duermo bien, me convierto en una especie de cafetera defectuosa llena de ruidos, con una plasta en el cerebro y una avería en el estómago. Respiro peor, pienso más lentamente y me encuentro más irritable.
Sin embargo, suele ser un insomnio voluntario. Es decir, la culpa la tengo yo, porque todo el mundo sabe que:
a) realizar actividad física por la noche te prepara para la acción, no para dormir.
b) Cenar mucho y (demasiado tarde) te quita el sueño, porque si comes, el cerebro detecta que vas a realizar alguna actividad.
c) Ver la tele o jugar a un videjojuego de madrugada basta para desvelar a una mente perezosa o poco entrenada.
d) Suena a obviedad, pero echarse una siesta larga también te robará el sueño.
e) Y, por último, aunque no lo creas, consumir productos excitantes como la cafeína te acabará afectando.
Sin embargo, nos gusta trasnochar. Hay algo en la noche que nos atrae más que el día, con su cotidianidad. En los inviernos europeos, las noches empiezan demasiado pronto y desesperan a más de uno ( a mí, sin ir más lejos), porque hace más frío y nos falta la energía del sol, que aporta vitalidad y vitaminas.
Las noches en la soledad de un piso o en la mejor de las casas se pueden hacer eternas. No le des más vueltas: cuando sientes que la tranquilidad excesiva de la calle y el silencio de los vecinos pesa más que los párpados, es momento de dormir.
Sin embargo, a algunos nos cuesta tomar el paso. Dicen varios neurólogos (o el mismo varias veces) que en determinadas ocasiones el cerebro confunde el sueño con la muerte y por eso nos despertamos de repente con el corazón en el pulgar del pie izquierdo.
Debe de ser eso. La puñetera muerte siempre está detrás de todo, aunque esté feo hablar del tema.
Ya lo he preguntado varias veces, más de las que se quisiera, pero no consigo entender por qué dedicamos tanto tiempo, dinero y esfuerzos a curar enfermedades, cuando nuestro peor enemigo es la muerte y nadie le hace ni puto caso.
Y no me vale con que se trate de un complot de las funerarias. A no ser que Goldman Sachs, Rockefeller y los Bush también controlen los parkings de los cementerios, el mármol de las lápidas o el diseño de las urnas.
Imagen El resto que lo haga Don Sesto
Sin embargo, suele ser un insomnio voluntario. Es decir, la culpa la tengo yo, porque todo el mundo sabe que:
a) realizar actividad física por la noche te prepara para la acción, no para dormir.
b) Cenar mucho y (demasiado tarde) te quita el sueño, porque si comes, el cerebro detecta que vas a realizar alguna actividad.
c) Ver la tele o jugar a un videjojuego de madrugada basta para desvelar a una mente perezosa o poco entrenada.
d) Suena a obviedad, pero echarse una siesta larga también te robará el sueño.
e) Y, por último, aunque no lo creas, consumir productos excitantes como la cafeína te acabará afectando.
Sin embargo, nos gusta trasnochar. Hay algo en la noche que nos atrae más que el día, con su cotidianidad. En los inviernos europeos, las noches empiezan demasiado pronto y desesperan a más de uno ( a mí, sin ir más lejos), porque hace más frío y nos falta la energía del sol, que aporta vitalidad y vitaminas.
Las noches en la soledad de un piso o en la mejor de las casas se pueden hacer eternas. No le des más vueltas: cuando sientes que la tranquilidad excesiva de la calle y el silencio de los vecinos pesa más que los párpados, es momento de dormir.
Sin embargo, a algunos nos cuesta tomar el paso. Dicen varios neurólogos (o el mismo varias veces) que en determinadas ocasiones el cerebro confunde el sueño con la muerte y por eso nos despertamos de repente con el corazón en el pulgar del pie izquierdo.
Debe de ser eso. La puñetera muerte siempre está detrás de todo, aunque esté feo hablar del tema.
Ya lo he preguntado varias veces, más de las que se quisiera, pero no consigo entender por qué dedicamos tanto tiempo, dinero y esfuerzos a curar enfermedades, cuando nuestro peor enemigo es la muerte y nadie le hace ni puto caso.
Y no me vale con que se trate de un complot de las funerarias. A no ser que Goldman Sachs, Rockefeller y los Bush también controlen los parkings de los cementerios, el mármol de las lápidas o el diseño de las urnas.
Imagen El resto que lo haga Don Sesto
Comentarios
No estoy de acuerdo, las enfermedades y la muerte van de la mano. Muerte "natural" es algo que se dice sólo para quedar bien, en realidad alguna enfermedad o dolencia te ha debilitado/ deprimido hasta morir.