Ir al contenido principal

Poltergeist: subrayando logros ajenos

Un buen remake debería relanzar una historia, cuyo estilo ha envejecido. Pero los mejores revisiones son aquellos que pulen los defectos del original.

Vaya por delante: creo que el Poltergeist original sigue generando las mismas emociones ahora que cuando se proyectó. O séase, que era mala candidata para una actualización. Sin embargo, este remake generó un interés razonable entre los aficionados al género.

Y fui con la esperanza de encontrarme algo nuevo. La realidad es que han cogido el guión y, salvo algunos detalles sin importancia, han respetado cada momento impactante del film original con tedioso respeto.

Donde viste cuerda, encontrarás cuerda, y armario, y televisión, y árbol, y muertos, y todo lo que resultó esencial en la película original está fielmente trasladado en la nueva versión.

Sin embargo, hay algo que no podían copiar tal cual: el reparto. La nueva niña protagonista no parece sacada de un OVNI ni de la trastienda del consultorio de una médium. Ésta es tan terrenal y mona que la achucharías.

Entre la pareja no existe la química necesaria para pasar por un padre y una madre enamorados de su descendencia y de sí mismos.

Dicho esto, merece especial interés el niño, el hermano mediano, que sobrevuela con su interpretación y consigue los únicos momentos inquietantes. ¿Acaso es mérito del “coach” del chaval?

Luego están los sustos, crujidos, golpes, cambios de cámara y apariciones fantasmales. Demasiado predecibles y, de todas maneras, muy subrayadas.

Para colmo, en la película no hay intriga, pues todo el mundo ha visto la primera Poltergeist. Lo que queda, pues, es un film cuya mejor aportaciones un dron que viaja entre dimensiones y una crítica liviana a la incomunicación que producen los aparatos propios de la era de la comunicación, en especial teléfono móvil y televisión plana enorme en el cuarto de una preadolescente.

Lo mejor que se puede decir del film es que, después de verla, no queda ninguna duda que la Poltergeist de 1982 es ya un clásico, aunque no me atrevo aún a cotejarla con obras maestras del terror como El resplandor o El exorcista.


NOTA: La localización en los créditos de Sam Raimi en tareas de producción me produjo un disgusto mayúsculo.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Redescubriendo temas musicales: Jesus to a child

Las canciones que más adentro nos logran tocar son, en ocasiones, las más sencillas. La letra de Jesus to a child descolocará a los que asuman, por desconocimiento, que la belleza de la expresión escrita requiere complejidad. La sintaxis es clara, el vocabulario, sencillo, y la composición en su conjunto constituye una metáfora: el amante sufre la pérdida del ser querido, pero a pesar de la tristeza es capaz de comparar el hallazgo del amor verdadero con la limpieza de corazón con la que Jesucristo amaba a los niños, que son, por antonomasia, los seres humanos más puros que existen. Por este motivo, mucha gente interpreta la letra como una exaltación de los sentimientos nobles y, en realidad, la letra se puede explicar en clave de amistad idealizada o de amor perfecto en cuanto en tanto no deja lugar a la contaminación de otros sentimientos que no tengan que ver con la piedad y el desprendimiento.

GTA V no es un juego para niños

He sido monaguillo antes que fraile. Es decir, he pasado por una redacción de una revista de videojuegos y desde hace más de cinco años me dedico a la docencia. De hecho, cuando nuestro Gobierno y la molt honorable Generalitat quieran, regresaré a los institutos y me dedicaré, primero, a educar a los alumnos y, en segundo lugar, a enseñarles inglés. Por este orden. Calculo que más de la mitad de mis alumnos de ESO (de 12 a 16 años) juegan a videojuegos con consolas de última generación, esto es, PlayStation 3 y Xbox 360 (dentro de unos meses, esta información quedará obsoleta: hay dos nuevas consolas a la vista). Deduzco, a su vez, que de este alto porcentaje de estudiantes, la mayoría, y no sólo los niños, querrá hacerse con el último título de la saga GTA: la tan esperada quinta parte.

The Amazing Spider-Man: larga vida al trepamuros

Los que habían colocado la segunda parte del SpiderMan de Sam Reimi como primera pieza del canon del subgénero de los superhéroes tendrán que mover baza. La mala noticia es que los críticos de cine (los oficiales) actúan como los hombres del tiempo, nunca rectifican. La película dirigida por Marc Webb ha conseguido trasladar las dos primeras entregas de Raimi a la tierra media de los proyectos notables, pero mejorables. Ahora mismo, más que hablar de The Amazing SpiderMan, me preocupa cómo realizar una crítica de una película redonda sin caer en el análisis técnico o en la rapsodia lisonjera. Lo primero me da pereza. Lo segundo, asco. La verdad es que no miento si digo que The Amazing SpiderMan es la mejor versión del trepamuros en celuloide. Incluso podemos hablar de este film con la misma seriedad con la que se aborda el Superman de Richard Donner y en la que se situarán, con el tiempo, los X-Men de Brian Singer, el Hulk de Ang Lee y, al menos, el primer Batman de Christo...