Conozco gente que no celebra su cumpleaños porque no tiene prácticamente nada que ofrecer a sus invitados, ni siquiera un sitio donde celebrar una fiesta.
Consecuentemente, lleva su efemérides en secreto y apenas sus familiares más directos le felicitan cuando llega su día.
Hay personas que, cada año, preparan una gran fiesta con una lista de unos cincuenta invitados. Alquilan un local, o decoran su jardín, y no escatiman en gastos a la hora de tratar bien a los asistentes al convite.
Como ya saben que acuden a una celebración de categoría, los invitados que pasan por apuros económicos ponen cualquier excusa para no asistir. En cambio, los que confirman su participación en el festín llevan las manos llenas de obsequios que ni siquiera harían a sus parejas.
Pinta tan bien la fiesta que, a pesar de que el regalo cuesta un riñón, no hay invitado que se lo pueda costear que falte a la cita. Algunos eluden compromisos familiares, bodas, bautizos y comuniones con tal de no faltar a su cita.
Un día, una de esas personas que no celebra su cumpleaños se vio en la lista de invitados de una celebración de aniversario de postín. Ante los rumores de que la mayoría de la gente iba a llevar regalos muy caros, decidió gastar sus ahorros en un aparato MP4.
Cuando entró en el jardín se notó extraño, sobrante. Las conversaciones eran banales y los demás invitados apenas le hacían caso. La comida era tan cara como extraña a su paladar. Además, el anfitrión de la fiesta no pudo evitar decir que ya tenía uno de esos aparatos MP4. Aunque no le vendría mal uno para ir al gimnasio. El otro era demasiado bueno para correr riesgos haciendo ejercicio.
El pobre chaval, como no tenía coche ni dinero para el taxi, tuvo que esperar a que se terminara la fiesta y alguien le llevara cerca de casa con la consabida condescendencia.
Qué diferente hubiera sido todo si este chico hubiera empleado sus ahorros en montar una buena fiesta de aniversario.
Y qué diferente, más todavía, hubiera resultado todo si el día de su cumpleaños se hubiera regalado ese viaje a las islas que tanta ilusión le hacía.
Consecuentemente, lleva su efemérides en secreto y apenas sus familiares más directos le felicitan cuando llega su día.
Hay personas que, cada año, preparan una gran fiesta con una lista de unos cincuenta invitados. Alquilan un local, o decoran su jardín, y no escatiman en gastos a la hora de tratar bien a los asistentes al convite.
Como ya saben que acuden a una celebración de categoría, los invitados que pasan por apuros económicos ponen cualquier excusa para no asistir. En cambio, los que confirman su participación en el festín llevan las manos llenas de obsequios que ni siquiera harían a sus parejas.
Pinta tan bien la fiesta que, a pesar de que el regalo cuesta un riñón, no hay invitado que se lo pueda costear que falte a la cita. Algunos eluden compromisos familiares, bodas, bautizos y comuniones con tal de no faltar a su cita.
Un día, una de esas personas que no celebra su cumpleaños se vio en la lista de invitados de una celebración de aniversario de postín. Ante los rumores de que la mayoría de la gente iba a llevar regalos muy caros, decidió gastar sus ahorros en un aparato MP4.
Cuando entró en el jardín se notó extraño, sobrante. Las conversaciones eran banales y los demás invitados apenas le hacían caso. La comida era tan cara como extraña a su paladar. Además, el anfitrión de la fiesta no pudo evitar decir que ya tenía uno de esos aparatos MP4. Aunque no le vendría mal uno para ir al gimnasio. El otro era demasiado bueno para correr riesgos haciendo ejercicio.
El pobre chaval, como no tenía coche ni dinero para el taxi, tuvo que esperar a que se terminara la fiesta y alguien le llevara cerca de casa con la consabida condescendencia.
Qué diferente hubiera sido todo si este chico hubiera empleado sus ahorros en montar una buena fiesta de aniversario.
Y qué diferente, más todavía, hubiera resultado todo si el día de su cumpleaños se hubiera regalado ese viaje a las islas que tanta ilusión le hacía.
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