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Decepcionado, en general

Como el gato que fue a buscar amigos y cayó en una jaula de perros.

Como la lluvia que regó el desierto.

Como un rayo de luz en mitad de una tormenta.

Como la luna que quiere brillar en pleno día.

Pensaba que era una buena persona, un tío memorable, y quise tener amigos a la par de esa imagen.

Cuando me quedé solo, descubrí que era bastante más mediocre de lo que pensaba. Pero ya era tarde. La soledad no es un estado. Es un agujero en el alma.


Cuando enfilé los primeros peldaños de las escaleras que llevan a las metas, y tropecé al mismo tiempo que entendía que las metas eran simples rayas en el suelo.

Al imitar a un amante novelesco y conseguir menos de uno peliculero. Ni siquiera fotonovelesco. En cualquier caso, vaciarme de amor y descubrir que sólo eran piruetas en el aire. Nada importante.

Pasar por el filtro de la familia soñada un puñado de personas con problemas, y no entenderme con ellos porque también tenía mis problemas.

La decepción suprema me sacudió como un viento helado al percatarme de que se trataba de vivir como bien pudiera, ir tirando, y, además, casi todo el mundo lo aceptaba así y, por eso, eran la mar de felices.

Amigos no, conocidos. Sueños no, proyectos viables. Amores románticos no, relaciones estables. Saborear el mundo entero y encontrar su esencia, ni hablar: vacaciones low cost.

En cualquier caso, a veces miro en otra dirección, lejos del ajetreo diario, y la decepción no me aguijonea el corazón.

El decepcionado soy yo. Es lo que he aprendido. Construirme mi mundo a razón de las leyes que imperan en el escenario real, el de las leyes físicas. Ésa es la tarea.

De todas maneras, siento que siempre me quedará la sensación amarga de que todo pudo ser mejor, incluso sublime.

Tal vez Errol Flynn sólo era un borracho malcriado, y Kurt Cobain, un cobarde no muy inteligente.

Tal vez no esté tan mal ser ese tipo mediocre que escribía textos porque sí.

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