A decir verdad creo que es patológico, pero lo cierto es que cuando tengo trabajo temo quedarme sin él, y cuando no lo tengo, me da miedo no conseguir uno que me complazca.
Por lo mismo, si escribo, temo escribir tonterías, y si no lo hago me sulfura el hígado desaprovechar que tengo dedos y corazón para escribir.
Cuando leo, a su vez, me preocupa mucho perderme la vida en directo, la que me imagino que le sucede a los demás. Y cuando no leo, me da la sensación de que no podré leer todo lo que tengo pendiente jamás en mi vida.
Si quedo con alguien, ¿por qué no habré aprovechado para desarrollar mi yo (o mi no-yo)? Si estoy solo, ¿acaso nadie quiere estar conmigo?
Cuando llueve, ojalá pudiera pasear bajo un sol radiante. Si brillan las calles, me gustaría tener una excusa para esconderme bajo las sábanas con un cuaderno o un libro entre las manos.
Ahora viene cuando escandalizo a todo el mundo: si termino de escribir unos cuentos o una novela, hay momentos en los que me paraliza el miedo y puede ser por dos motivos que no tienen nada que ver, al menos en lo que a mi inteligencia respecta, no consigo encontrar el nexo:
-¿Cómo sobrellevaré la fama cuando descubran que esto es una pieza de la que merece la pena hablar todo el tiempo y en todas las latitudes?
-¿A qué sala de tortura iré cuando me muera y me acusen de haberme perdido el aire fresco de los días escribiendo esta porquería?
Lo llevo bien, porque me he acostumbrado, pero reto a todo ser viviente a que viva un solo día con el fantasma de la preocupación yendo de un lado a otro de tu cabeza, pasando de la sangre de las venas a los latidos del corazón.
Hay que estar muy loco. Y ser muy fuerte.
Comentarios
Sin duda debe ser complicado querer cumplir el 100% de lo que uno espera, o esperaría. A mi entender sólo queda el disfrute del momento y no de los resultados.
¡Carpe diem!
Tu entender enciende mi envidia al rojo vivo.
Bueno, hay una cosa que creo que debo destacar: lo escrito perdura, los estados emocionales son transitorios. Por suerte.