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Felices fiestas y punto

Habrá quien vea color. Otros, abundancia.
Que la Navidad es una fiesta pagana traspasada a la orden católica, eso ya lo sabemos.

Que hay pocos testimonios históricos de las andanzas de Jesús de Nazaret (¿y por qué no de Belén?), también se puede averiguar en un santiamén.

Por otra parte, estoy hasta el gorro de las críticas furibundas contra el materialismo y consumismo que parece sostener esta tradición (y la sostiene). Pero... ¿Acaso trabajáis por devoción? ¿No jugáis a la lotería por dinero? ¿Invitasteis a vuestro primer ligue a cenar sólo por darle de comer a un/a hambriento/a?


Dejemos que las personas que creen que es un buen momento para sacar su mejor cara y alma disfruten de las Navidades. Sobre todo, disfrutemos de la alegría inocente de los niños. En ellos se ve la verdad.

Y los descreídos que lo vemos todo desde nuestra óptica cargada de razón, aprovechémonos del momento y conjuremos nuestros complejos y neurosis contra un tiro fácil, pero sin ensañarnos, sólo como exorcismo. Eso sí, sin gastar demasiada munición, los verdaderos problemas afloran por otros derroteros.

A fin de cuentas, que los comercios hagan su agosto en Navidad, también significa que la cola del paro se ha hecho, hipócrita o sinceramente, más corta. Y eso ya es bueno.

Pasadlo bien y si os creéis algo de ese espíritu navideño, conservad unas cuantas dosis (aunque sea de perfume de 100 euros) para todo el año que viene. Que no tenga que venir el calendario a avisaros de que en esta vida dar es recibir y comportarse como seres humanos de bien es más que un derecho una obligación.

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