Esta edición pinta mejor que la mía. |
Joder con las Navidades. Lo cogí de la estantería giratoria (a falta de otro nombre más apropiado) y me lo llevé junto a un par de revistas. No concibo las vacaciones sin sus buenas siestas ni éstas sin las correspondientes lecturas diáfanas.
Qué contento me largué cuando sólo me cobraron 4 euros por el libro por el que bebía los vientos Stephen King en la contraportada. Más tarde me llegó la inspiración: ¿y si no venal significaba que no estaba a la venta?
Un gol en la propia meta de mi ignorancia (portería inmensa y arquero manco de los dos brazos) no me iba a arruinar la experiencia de disfrutar de un título del que Horizontes Ediciones decía que era la quintaesencia del terror.
Sin embargo, empiezo a leer y descubro, para mi asombro, que estoy ante una novela del viejo Oeste norteamericano (la culpa es de mi manía por no leer nunca las sinopsis de las novelas). Una de vaqueros, vaya, pero con antihéroes como protagonistas y sádicos mexicanos como malvados. ¿Grupo salvaje? Pues podría emparentarse con esta obra maestra del cine.
La novelita de Jack Ketchum tiene tanto de terror como Harry Potter, Los Gremlies o Los Goonies. En mi opinión, nada. Sin embargo, la búsqueda de dos chicas secuestradas por una banda de desalmados esclavistas pone en relieve los valores de tres cazafortunas cuyas vidas se van revelando a lo largo de su travesía hasta la otra orilla del Colorado.
Interesa, pues, tanto la acción como la psicología de los personajes que arriesgan su vida, contra todo pronóstico, por el mero interés de hacer justicia.
El acierto del narrador tiene muchas caras: por una parte, el dibujo de los personajes principales; además, las escenas de acción, tan crudas e impresionantes como en un film de Peckinpah y, sobre todo, el alegato en contra de la trata de blancas y de las torturas a las que hoy como ayer se someten a tantas mujeres en el mundo. Un alegato algo explícito, pero... ¿sobran este tipo de denuncias? A la narración no le estorban.
Supongo que la parte del terror viene del lado de las descripciones nada timoratas de las aberraciones que sufren las mujeres por parte de sus raptores. Considero que el sadismo es necesario. El autor no se recrea, simplemente se mancha las manos de sangre donde otros prefieren colocar una elipsis.
Relato duro, pero inolvidable. Ojo, porque catalogarlo simplemente de western sería obviar que atrocidades parecidas suceden no muy lejos del México salvaje que Ketchum, un autor del que os mantendré informados, ha enmarcado en la posteridad.
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