Por más años que viva, siempre tendré motivos para asombrarme. Estos días parece que a los españoles sólo les preocupa un asunto: la prohibición de fumar en los bares.
Antes fue el linchamiento a los controladores aéreos; durante el verano, los toros en Catalunya; ahora toca poner el grito en el cielo sobre los derechos de los fumadores pasivos o activos. Pues vamos para allá. Seré obediente.
Como era de esperar, en los medios de comunicación proliferan las opiniones de los indocumentados de siempre. Hay quien se atreve a vocear burradas como que la medida es antidemocrática. En el fondo, estoy convencido de que ni siquiera saben qué están diciendo. Al menos alguien con dos dedos de frente debería informarles, en los descansos de sus programas, que una ley que pasa por el parlamento y por el senado no puede ser antidemocrática.
Los no fumadores y amigos de la salud, aunque adictos al pitillo, alaban la medida. Los demás se cagan en los muertos del gobierno español.
Ni unos ni otros se detienen a pensar en la procedencia de la normativa. Si investigaran unos minutos sabrían que la Unión Europea lleva muchos años promoviendo este tipo de leyes que en países como el Reino Unido, Alemania o Irlanda ya llevan en vigor desde hace bastante tiempo. Y si le echaran imaginación, lo conectarían con el caso de un país muy poderoso que restringe el humo en casi toda su área geográfica: Estados Unidos. ¿Se entiende ahora el proceso?
No me voy a pronunciar sobre la ley. El humo me perjudica como a cualquier ser viviente, pero no sólo el de los cigarrillos, sino también el de los coches, fábricas, etc. y sin embargo no veo que los tertulianos y los editoriales de los periódicos se pronuncien sobre la paradoja que representa apostar por el transporte público delante de los micrófonos y bombardearnos con el drama de los concesionarios que venden cada vez menos coches. ¿En qué quedamos? ¿Hay que usar el autobús o cambiar de coche cada tres años y pico?
Entre tanta insensatez, alguien comentó en televisión que existe una contradicción sospechosa entre el negocio que el Gobierno hace del tabaco (por no hablar de las tabacaleras) y el acoso y derribo a un colectivo que podría pasar por el grupo de enfermos más numerosos del planeta. ¿O acaso el tabaquismo no se puede considerar una epidemia en toda regla?
Los más críticos, los dueños de los locales de ocio, se callarán en cuanto los adocenados ciudadanos acudan en tropel a llenar de humo sus terrazas. Y, por supuesto, los ayuntamientos se pondrán las botas a la hora de vender licencias.
El homus ibericus, en unas pocas décadas, se adaptará al frío del viento invernal y será capaz de pasearse en camiseta de manga corta por las estaciones de esquí.
Ventajas genéticas aparte, hay un tema que me preocupa, y esto va en serio: de un tiempo a esta parte veo que cada vez más los gobiernos occidentales hincan la rodilla ante los dictados de los países poderosos, el FMI y otras mafias, y no les tiembla el pulso para prohibir, condenar e ilegalizar todo lo que se considere dañino.
Es el camino rápido. En lugar de fomentar el buen criterio del ciudadano, los gobiernos prefieren ejercer de tutores y cerrar bajo llave todos los peligros que nos acechan en un mundo cada vez más complejo.
De ahí a acabar abusando de este tipo de medidas sólo hay un paso. En ese sentido, hemos retrocedido unos cuantos pasos con respecto a los años ochenta, que es cuando los españoles empezaron a creer en las libertades.
¿Significa todo esto que estoy en contra de la prohibición de fumar en bares y similares? Si es tu conclusión, es que no he sabido explicarme. No va por ahí mi crítica. Seré claro: ¿tiene derecho el gobierno a imponer el tipo de cliente a los bares y restaurantes? No lo tengo nada claro. De hecho, me siento insultado. ¿Acaso no deberían ponerse de acuerdo hosteleros, empleados y clientes en qué medidas tomar para conseguir que toda la ciudadanía salga satisfecha? Al fin y al cabo, los dueños de los bares se juegan su dinero; los empleados, su salud; y los clientes, aparte de sus pulmones, su capacidad de elegir con sensatez.
Me da la sensación de que en las alturas del poder nos toman por incapacitados intelectuales. Digo yo que con tanto bar y restaurante, podría haber tantos para fumadores como para no fumadores. Y en la medida en la que los no fumadores ejercieran su derecho a entrar a espacios limpios de humo, el propio mercado se inclinaría a apostar por este tipo de espacios.
Para llegar a esta conclusión, los que dirigen nuestras vidas deberían confiar un poco en nosotros. Aunque tampoco iría mal que los no fumadores se pusieran las pilas y no aceptaran el chantaje comercial de los dueños de los establecimientos, convencidos de que es más rentable aceptar el tabaco que prohibirlo.
Seguramente lo que de verdad me inquieta es que esta reflexión y las millones que se están llevando a cabo en las últimas semanas no sirven más que para desahogarnos. A la vista está que el Gobierno (losgobiernos), en lo sucesivo, seguirá cortándonos la electricidad cuando taparnos los enchufes no les asegure cien por cien que algún despistado se chamusque el dedo. Y a la inversa, si mañana deciden que nuestra democracia está en peligro y que merece la pena invadir Qatar, entonces tendremos otro asunto para perder el tiempo con debates de baja estofa.
Imagen vía: CBCNews
Antes fue el linchamiento a los controladores aéreos; durante el verano, los toros en Catalunya; ahora toca poner el grito en el cielo sobre los derechos de los fumadores pasivos o activos. Pues vamos para allá. Seré obediente.
Como era de esperar, en los medios de comunicación proliferan las opiniones de los indocumentados de siempre. Hay quien se atreve a vocear burradas como que la medida es antidemocrática. En el fondo, estoy convencido de que ni siquiera saben qué están diciendo. Al menos alguien con dos dedos de frente debería informarles, en los descansos de sus programas, que una ley que pasa por el parlamento y por el senado no puede ser antidemocrática.
Los no fumadores y amigos de la salud, aunque adictos al pitillo, alaban la medida. Los demás se cagan en los muertos del gobierno español.
Ni unos ni otros se detienen a pensar en la procedencia de la normativa. Si investigaran unos minutos sabrían que la Unión Europea lleva muchos años promoviendo este tipo de leyes que en países como el Reino Unido, Alemania o Irlanda ya llevan en vigor desde hace bastante tiempo. Y si le echaran imaginación, lo conectarían con el caso de un país muy poderoso que restringe el humo en casi toda su área geográfica: Estados Unidos. ¿Se entiende ahora el proceso?
No me voy a pronunciar sobre la ley. El humo me perjudica como a cualquier ser viviente, pero no sólo el de los cigarrillos, sino también el de los coches, fábricas, etc. y sin embargo no veo que los tertulianos y los editoriales de los periódicos se pronuncien sobre la paradoja que representa apostar por el transporte público delante de los micrófonos y bombardearnos con el drama de los concesionarios que venden cada vez menos coches. ¿En qué quedamos? ¿Hay que usar el autobús o cambiar de coche cada tres años y pico?
Entre tanta insensatez, alguien comentó en televisión que existe una contradicción sospechosa entre el negocio que el Gobierno hace del tabaco (por no hablar de las tabacaleras) y el acoso y derribo a un colectivo que podría pasar por el grupo de enfermos más numerosos del planeta. ¿O acaso el tabaquismo no se puede considerar una epidemia en toda regla?
Los más críticos, los dueños de los locales de ocio, se callarán en cuanto los adocenados ciudadanos acudan en tropel a llenar de humo sus terrazas. Y, por supuesto, los ayuntamientos se pondrán las botas a la hora de vender licencias.
El homus ibericus, en unas pocas décadas, se adaptará al frío del viento invernal y será capaz de pasearse en camiseta de manga corta por las estaciones de esquí.
Ventajas genéticas aparte, hay un tema que me preocupa, y esto va en serio: de un tiempo a esta parte veo que cada vez más los gobiernos occidentales hincan la rodilla ante los dictados de los países poderosos, el FMI y otras mafias, y no les tiembla el pulso para prohibir, condenar e ilegalizar todo lo que se considere dañino.
Es el camino rápido. En lugar de fomentar el buen criterio del ciudadano, los gobiernos prefieren ejercer de tutores y cerrar bajo llave todos los peligros que nos acechan en un mundo cada vez más complejo.
De ahí a acabar abusando de este tipo de medidas sólo hay un paso. En ese sentido, hemos retrocedido unos cuantos pasos con respecto a los años ochenta, que es cuando los españoles empezaron a creer en las libertades.
¿Significa todo esto que estoy en contra de la prohibición de fumar en bares y similares? Si es tu conclusión, es que no he sabido explicarme. No va por ahí mi crítica. Seré claro: ¿tiene derecho el gobierno a imponer el tipo de cliente a los bares y restaurantes? No lo tengo nada claro. De hecho, me siento insultado. ¿Acaso no deberían ponerse de acuerdo hosteleros, empleados y clientes en qué medidas tomar para conseguir que toda la ciudadanía salga satisfecha? Al fin y al cabo, los dueños de los bares se juegan su dinero; los empleados, su salud; y los clientes, aparte de sus pulmones, su capacidad de elegir con sensatez.
Me da la sensación de que en las alturas del poder nos toman por incapacitados intelectuales. Digo yo que con tanto bar y restaurante, podría haber tantos para fumadores como para no fumadores. Y en la medida en la que los no fumadores ejercieran su derecho a entrar a espacios limpios de humo, el propio mercado se inclinaría a apostar por este tipo de espacios.
Para llegar a esta conclusión, los que dirigen nuestras vidas deberían confiar un poco en nosotros. Aunque tampoco iría mal que los no fumadores se pusieran las pilas y no aceptaran el chantaje comercial de los dueños de los establecimientos, convencidos de que es más rentable aceptar el tabaco que prohibirlo.
Seguramente lo que de verdad me inquieta es que esta reflexión y las millones que se están llevando a cabo en las últimas semanas no sirven más que para desahogarnos. A la vista está que el Gobierno (losgobiernos), en lo sucesivo, seguirá cortándonos la electricidad cuando taparnos los enchufes no les asegure cien por cien que algún despistado se chamusque el dedo. Y a la inversa, si mañana deciden que nuestra democracia está en peligro y que merece la pena invadir Qatar, entonces tendremos otro asunto para perder el tiempo con debates de baja estofa.
Imagen vía: CBCNews
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