Olvida todo lo que hayas leído u oído sobre esta película. No es más que una historia de superación personal. Cualquier parecido con The Queen es pura coincidencia. El film de Friars sí tenía varias lecturas y una gran carga crítica con su buena dosis de mala leche. En El discurso del rey, en cambio, sabrás el final desde el principio y tendrás que usar una excavadora si pretendes ver cualquier atisbo crítico.
Con todo, es una gran película. ¿Me contradigo? No, sólo he dicho que es muy previsible y conformista. Se adapta como un calcetín al sistema. El guión no podría molestar ni al mismísimo Torquemada y seguramente en Hollywood lo utilicen como plantilla para próximos proyectos.
El mérito del film, pues, no está en la historia que cuenta. Se trata del cómo no del qué. Por un lado, las interpretaciones de los protagonistas (Firth y Rush) son memorables. Aviso: ver esta película en una versión doblada debería estar penado por la ley, aunque por suerte el estudio de doblaje ha hecho un excelente trabajo si es que no tienes más remedio que verla con esa tara.
El segundo aspecto que destaca es la labor del director. Simplemente alucinarás pensando que has estado en el Reino Unido de entreguerras. Vas a visitar Buckinhanm, la abadía de Westminster, un parque de Londres (diría que Regent's Park), Downing Street, la residencia real en Escocia, etc. Sin embargo, si ves la película dos veces descubrirás que en el fondo todo es pura magia cinematográfica. Sin un despliegue de medios atronador el realizador consigue lo más complicado en una película de época, la atmósfera, y con las localizaciones justas. Ni una más.
Aparte, excepto la pareja de protagonistas, los necios son muy huecos; los malos. malísimos y los buenos, dulce de leche. Se mitifica a figuras ya míticas, como Churchill; se ningunea a los ninguneados por la historia, como Chamberlain y se omiten rumores más que contrastados como que el hermano de Jorge V no decidió abdicar de motu propio.
De todas maneras, si obvias la posible lección de Historia y no buscas la enésima patada a la entrepierna de la flema británica, disfrutarás de una película muy bien realizada y mejor actuada.
Con todo, es una gran película. ¿Me contradigo? No, sólo he dicho que es muy previsible y conformista. Se adapta como un calcetín al sistema. El guión no podría molestar ni al mismísimo Torquemada y seguramente en Hollywood lo utilicen como plantilla para próximos proyectos.
El mérito del film, pues, no está en la historia que cuenta. Se trata del cómo no del qué. Por un lado, las interpretaciones de los protagonistas (Firth y Rush) son memorables. Aviso: ver esta película en una versión doblada debería estar penado por la ley, aunque por suerte el estudio de doblaje ha hecho un excelente trabajo si es que no tienes más remedio que verla con esa tara.
El segundo aspecto que destaca es la labor del director. Simplemente alucinarás pensando que has estado en el Reino Unido de entreguerras. Vas a visitar Buckinhanm, la abadía de Westminster, un parque de Londres (diría que Regent's Park), Downing Street, la residencia real en Escocia, etc. Sin embargo, si ves la película dos veces descubrirás que en el fondo todo es pura magia cinematográfica. Sin un despliegue de medios atronador el realizador consigue lo más complicado en una película de época, la atmósfera, y con las localizaciones justas. Ni una más.
Aparte, excepto la pareja de protagonistas, los necios son muy huecos; los malos. malísimos y los buenos, dulce de leche. Se mitifica a figuras ya míticas, como Churchill; se ningunea a los ninguneados por la historia, como Chamberlain y se omiten rumores más que contrastados como que el hermano de Jorge V no decidió abdicar de motu propio.
De todas maneras, si obvias la posible lección de Historia y no buscas la enésima patada a la entrepierna de la flema británica, disfrutarás de una película muy bien realizada y mejor actuada.
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