Culpable por haber traicionado a la familia: una carrera
universitaria y media más un máster igual a un futuro laboral incierto y una
cuenta corriente exigua, arrastro también la culpa de mis antepasados que han
dado la espalda a los designios divinos, a la Iglesia e incluso al sentido
común transformándome en un ser inútil en general, molesto en particular.
No contento con eso, me enfrento a la tradición familiar con
sus mujeres y hombres con la espalda quebrada de tanto trabajar por poco; además, desafío cada día el axioma viril porque no levanto por mí mismo ni siquiera la parte del
hogar que me correspondería cuando los hombres de mi familia siempre han soportado el peso de sus
familias en sus fuertes pero, a su vez, frágiles espaldas.
En qué clase perversa me inocularon el virus de escribir. En
qué estaba pensando cuando elegí leer a levantar fardos. Son quejas. No preguntas.
La cuestión es ¿cómo me atreví a creerme escritor cuando nunca he sido rico, ni
lo seré, ni siquiera tengo el futuro asegurado y, para colmo, me falta valentía?
Ser Dj., por ejemplo, es infinitamente más saludable. Uno se convierte en
Dj. cuando lo contratan para esparcir música de dudoso gusto por locales
en penumbra. Hay algo parecido a un contrato, aunque sea verbal, unas horas de
dedicación, un gasto de material y, al final, un estipendio. Ser Dj. es
demostrable. Además, no te piden estudios. A veces ni referencias.
Yo digo que soy escritor y me lo tengo que repetir para
creérmelo aunque lo sé, porque es la actividad a la que más me he dedicado y,
sin embargo, es también la que menos dinero me ha reportado. Además, como me han publicado poco y
siempre en revistas perecederas, porque se acaban echando a perder, no tengo
apenas pruebas. Así que ni yo mismo me lo creo algunas mañanas cuando me tengo
que ganar la vida en cualquier otra cosa con la esperanza de aprovechar los
descansos para escribir.
Qué poco reconfortante resulta, al menos para mí, descubrir
vidas como la de James Joyce, que a pesar de vivir de prestado durante casi
toda su vida y dedicar muchas horas a escribir entre sus decenas de viviendas,
cientos de bares que frecuentó, y por varias ciudades de Europa, con todo lo
que pudo ser, y siendo un genio como era, cuánto le costó publicar y ser
reconocido.
Escribir sin publicar es sembrar al aire, idear canciones y
no escribirlas ni grabarlas, enamorarse y nunca decir te quiero salvo a nadie más que a uno mismo (en el pensamiento).
Para ser un escritor pobre hay que estar muy cuerdo y tener
una voluntad de hierro.
En mi caso, como no es así, tengo setenta y cinco proyectos
de novelas, obras de teatro y libros de relatos empezados, y muy poco
terminado.
Para que te publiquen, hay que ser bueno (a pesar de que publiquen escritores mediocres). A la vista está
que yo no soy la repera, porque de lo contrario habría dado el campanazo.
Asimismo, conviene tener don de gentes. A mí me duele hacer la pelota y suele
caerme mal el árbol que da buena sombra, por lo que ni me acerco a ella a no ser que se trate de quebrar alguna de esas ramas que se cree irrompible.
Para publicar por méritos propios hay que dar con el tema del momento,
culminarlo de la mejor manera y en el punto medio (entre lo que se lleva y un estilo personal), por supuesto, y encontrar al editor que te busca
a ti en el momento preciso, aunque no hará nada por encontrarte. A veces hay que insistir, pero en muchas ocasiones
si eres pesado, te terminan odiando.
Dicen que también hay premios literarios. Pero yo prefiero
hacer quinielas, porque cuando pierdo me consuelo con las pruebas de mi
derrota.
En Internet hay cientos de miles de blogs. Algunos están
escritos en español. Calculo que debe de haber entre mil y cinco mil escritores
no profesionales que escriben en sus blogs y que lo hacen bien. Sólo en castellano. Me da la
sensación de que yo no estoy entre los más constantes y sé que no consto entre los más brillantes. Aparte, sé
a ciencia cierta que no soy el más simpático ni el que mejor cae. ¿La suerte? Es un agente doble.
Como en todas las áreas competitivas, sólo los más fuertes
sobreviven a la hora de obtener un padrinazgo. Hay que aguantar muchas
zancadillas, las propias y las ajenas, y lo más difícil, hay que forzar buenas
sonrisas.
Podría tomarme la escritura como un hobby, pero eso sería
como pedirme que amara por deporte y, exagerando bastante, se parecería a
respirar para matar el tiempo.
Lanzar continuos SOS para que te embarquen en un submarino
que potencialmente pueda acabar transmitiendo un mensaje de socorro tampoco
arregla las cosas.
El puntito de esperanza lo puedes poner tú, lector, si sabes
de lo que te hablo.
Comentarios
Vamos por ella !!!
Te felicito por tu sinceridad y te invito a pasear por mi blog
Blanca Correa
Muy bueno el blog.
Felicidades y a seguir en la lucha.
Cuando uno escribe, aunque no me publicite más que entre las amistades, tiene que aceptar las críticas y aprender de ellas.
Gracias. A veces hago lo que puedo, otras lo que quiero. Pero a todo el mundo gusta el halago y la persona que pierde su tiempo animando a otra merece mis respetos.