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Eurovisión repasa el declive de la música comercial española en el nuevo siglo

Al terminar declararon estar muy satisfechos!!!!!!!

En Eurovisión le han sacado los colores al panorama musical “mainstream” del siglo XXI en España, que se inició con los éxitos de La oreja de Van Gogh, tras el inmenso vacío dejado por los resquicios de la movida, Nacha Pop y Radio Futura a la cabeza, y los grandes amos de los últimos ochenta y primeros noventa, Mecano, El último de la fila y Héroes del silencio (por no hablar del movimiento underground: Kortatu, La Polla, etc. que nunca tuvieron eco).

El sueño de Morfeo, El efecto mariposa y, al final, un plan B revival de los años no menos duros de gobierno de Hombres G, El canto del loco, se llevó otro lustro de minutos en la radio y videoclips en televisión. Imagino que también varios número uno en los 40 principales.

En el longevo y trasnochado festival de Eurovisión, que no conoce la crisis económica, aunque siempre ha vivido momentos musicales discutibles, sobre todo desde que se extinguió el modelo que defiende, la canción ligeramente pop y glam, que se fue con Abba. Aparte, los eurovisivos productores han perpetuado la “mala” costumbre de escuchar a los artistas en directo, sin demasiadas trampas en las voces.

Y la de la ex de Fernando Alonso, la canaria-asturiana Raquel del Rosario, sonó a balbuceos de principiante. Uno podía fijarse en su sugerente atavío, un amarillo encendido que contrastaba perfectamente con sus curvas bronceadas, pero era su voz la que debía de destacar en una canción facilona con uno de esos estribillos metidos con calzador, que ni los coros lograron levantar.

Musicalmente, acompañamientos de banda de pueblo y una gaita de cartón piedra. Nada nuevo bajo el sol. Todo dispuesto para que la bellísima estrellada se luciese. Y sucedió lo contrario.

Penúltimos o antepenúltimos, qué más da, el varapalo de El sueño de Morfeo es la reprimenda histórica a un grupo, uno más, que con el siglo XXI acaparó todo el interés mediático en España a pesar de no aguantar una grabación en directo.

Eran canciones arregladitas en estudio para gente mona que vivía en la felicidad de los mensajes publicitarios y el consumo continuo. Alumbraron las noches de fiesta de las nuevas generaciones de jóvenes que no sabían nada de Dire Straits, Deep Purple, Led Zeppelin, Pink Floyd, etc. Les habría parecido un coñazo y en realidad eran canciones demasiado largas para la radio y ninguno de sus componentes tenía la belleza de Raquel del Rosario. Además, sus guitarristas acostumbraban a enchufar los instrumentos al actuar en directo e incluso lanzarse un solo, que también puede incordiar.

Los británicos no se salvan de la quema de este festival. Tiene delito sacar al tanque Bonnie Tyler y no ganar el concurso. No se preocupen. El compositor del tema que ofuscó la potencia de la británica seguirá escribiendo hits y El sueño de Morfeo vendiendo discos y entradas.

Mientras tanto, en el panorama musical español cuatro gatos se desvivirán por el diez por ciento de los grupos notables independientes que campean por la piel de toro, y los tendrá que sacar a la luz Rock de Lux (como abanderada de las revistas especializadas) y no sé si ya Radio 3. Pero en el fondo, ya empiezan a copar un panorama indie en el que no cabe nadie más que el Señor Chinarro, Nacho Vegas y ¡Los planetas!, supervivientes de las vacas flacas de todos los tiempos a pesar de este vuestro servidor.

En los festivales, de tapadillo, siguen batiéndose el cobre grupos que en otras latitudes, quizá en otro tiempo, ya estarían consagrados: Supersubmarina, Vetusta Morla, Depedro, Antònia Font (éstos por catalanocantantes), Pau Vallvé y todos los Bigott, “ponis bravos”, etc. que no faltan en ningún macrofestival pero parecen abocados al olvido.

La industria sólo tiene espacio de maniobra para un elegido. Ahora hay ¡gloria! Para Love of Lesbian. Hace unos años lo hicieron con Fito y los Fitipaldis y durante un tiempo auparon a Amaral, que podrían enseñar mucho a los grupitos post-Oreja y, de paso reivindicar las voces femeninas más allá de fantasmadas tipo Russian Red. 

Hace más tiempo fue Extremoduro (antes incluso de los MP3). Ahora a estos, y a Fito, les queda el prestigio. La industria les ha dado… la espalda. Como algunos ilustres que ya probaron antes el éxito y el fracaso, fortuitos los dos: Loquillo, Pedro Guerra, Quimi Portet, Australian Blonde…

La no-industria española se carga por igual a los maestros del mainstream y a los revolucionarios.

Y otros que no caben en las entendederas del minúsculo sistema discográfico: Los suaves, Rosendo y tantos otros que no sabría citar sin tirar de Wikipedia.

Insisto: siempre habrá grupo con chica mona y algún estribillo pegadizo, o un imberbe a un piano, incluso un popero agitanado con un solo registro. No hay dinero, afortunadamente, para montar unas Spice Girls ni un Take That.

Renglón aparte merecen grupos que tuvieron que desaparecer como Sexy Sadie... ¿por ser demasiado buenos para su público?

Y mientras tanto, cada día surge un Artic Monkeys nuevo que hay que escuchar urgentemente, aunque ni siquiera los reyes del indie internacional tienen espacio en nuestros paupérrimos medios de comunicación, aparte de los suplementos y revistas de tendencias, que siempre huelen peor que cuando Dinamarca olía a Hamlet.

NOTA: Soy consciente de que me quedo muy corto en este análisis, pero hay restricciones de tiempo, de espacio y, claro, el maldito dinero.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Bravo David,atinas y no patinas.

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