Tranquilos, no salen todos. |
Aparte, tenemos nuestras filias y fobias. A mí, por ejemplo, me saturan las viñetas saturadas de personajes (fuerzo la repetición para que te agobie como a mí), pero soy consciente de que hay mucha gente a la que no le ocurre. De lo contrario, La Patrulla X y Los Vengadores no habrían cosechado el éxito que tienen... en todo el mundo.
En España, se acaba de estrenar Los vengadores, un film que trata de aglutinar lo mejor (supongo) de las historietas de un grupo de personajes que, para bien y para mal, carecen de carisma entre los lectores españoles. Y eso que son unos cuantos superhéroes.
Sin embargo, no nos engañemos: ni Iron-Man ha arrastrado masas, ni Thor ni el Capitán América, ni mucho menos la Viuda Negra ni Halcón. El otro que me queda, si no me fallan las cuentas, es Hulk. Y la Masa sí que cuenta con una legión de seguidores, aunque curiosamente todavía no haya dado una versión cinematográfica del gusto de todos sus fans (para mí gusto, la de Ang Lee está más que bien, pero no parece ser la opinión mayoritaria).
Digo lo anterior y no me contradigo si reconozco otra realidad: Los Vengadores saltan a la pantalla grande al rebufo de tres estrenos recientes: Iron-Man 2, Capitán América y Thor. Las tres han tenido su público, aunque la gran triunfadora ha sido la saga de Iron-Man gracias en gran medida al humor del personaje recreado maravillosamente por Robert Downey (le quito el Jr., que ya es mayorcito).
La crítica de esta película, a este paso, no arrancaría nunca. Pues a la película le ocurre exactamente lo mismo. Muchos personajes que presentar. Lógico. Una superproducción no puede dar por hecho que todos sus espectadores conocen a los vengadores. Pero el director Josh Weddon incurre en un error, quizá arrastrado por los alegres chicos de producción: autorreferenciar las franquicias cinematográficas, especialmente las tres películas que mencioné con anterioridad. Con Hulk no pueden, porque Mark Ruffalo se estrena en el papel (y ya van tres Hulks cinematográficos), de modo que las dos anteriores películas coexisten como si su análoga no se hubiera rodado nunca.
En definitiva, una larga presentación y una continua autorreferencia hacen que la película transite como un carro de bueyes sobre una duna. Sobre todo porque la trama tampoco contiene demasiadas sorpresas. Y los pocos giros del guión, que llegan demasiado tarde, se ven venir a la legua.
Sí, hay acción e imágenes espectaculares, pero mediada la película, el giro de los acontecimientos se estanca. Los personajes hablan y hablan en una nave inverosímil, y están a punto de hacer aguas.
En realidad, el proyecto se salva del naufragio por el humor. El Stark que borda de nuevo Downey se convierte en el pilar de la película. Y se sustenta en parte en la ingenuidad del Capitán América (un soldado de la II Guerra Mundial acabado de despertar) y Thor (un extraterrestre ajeno a las costumbres de la Tierra).
El último as en la manga del film, la brutalidad verde, llega con una hora de retraso, pero alivia la sensación de asistir a otro Transformers. Pues la traca final de Los Vengadores es de las que atontan al más avezado en efectos digitales.
Aparte, al realizador le cuesta una barbaridad encajar tanto ir y venir de personajes así que los trata por parejas o en solitario, y el montador hace lo que puede para dar una visión de conjunto.
Por eso me quedo con el humor y creo sinceramente que es lo único rescatable, más allá de los efectos especiales (siempre superables), de todo este batiburrillo de caudillos made in USA.
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